ESTUDIO INTRODUCTORIO
«Yo estoy de acuerdo con todas las páginas europeas de Ortega y las he citado en algunos de mis discursos en Bruselas. Creo que se entiende mal Europa sin España, porque sería una Europa mutilada y vuelvo a decir lo que dije en la Alianza Atlántica: España hubiera sido un país fundador de la Comunidad Europea si en aquel momento dispusiéramos de un régimen parecido al de los países que la fundaron. Me parece que se trata, por tanto, de una restitución normal. A España hay que restituirle la posición que no pudo ocupar por razones políticas en el momento en que esas razones desaparecen. Y por eso creo que hay que estar dentro de Europa, aparte de por otras muchas razones históricas, culturales y económicas».
(Leopoldo Calvo-Sotelo1).
Leopoldo Calvo-Sotelo es uno de los grandes protagonistas de la transición a la democracia en España tras la muerte de Franco. Si bien en el proceso de consolidación de un sistema democrático muchos factores tuvieron peso, entre ellos de manera destacada la participación del propio pueblo español —que había vivido una considerable serie de transformaciones desde los años sesenta—, parece claro que el papel de las grandes personalidades fue determinante. En este grupo en el que se podrían incluir, entre otros, al rey Juan Carlos, Adolfo Suárez, Felipe González, Santiago Carrillo, Manuel Fraga o Marcelino Oreja la figura de Calvo-Sotelo ha quedado en cierta medida escondida, en un segundo plano. Quizá por el claro contraste con las personalidades y carisma de su antecesor y de su sucesor en la Moncloa, quizá también por la breve duración de su mandato al frente del Ejecutivo. Con todo, su trascendencia comienza a emerger con el paso del tiempo.
Leopoldo Calvo-Sotelo (1926-2008) fue un ingeniero de caminos que combinó a lo largo de su trayectoria una definida formación técnica con una pronunciada vocación política. Ejerció durante 25 años (1950-1975) como alto directivo empresarial, ligado a empresas del Banco Urquijo. Durante esta etapa viajó a menudo por muchos de los países fundadores de las Comunidades Europeas (Francia, Alemania, Italia, Bélgica, Holanda). Se trataba de viajes profesionales relacionados, primero, con la industria textil y, luego, con la industria química. Durante aquellos años se forjó su conocimiento no solo del entramado empresarial europeo, sino de las instituciones nacionales y comunitarias que explicaban la prosperidad económica y la estabilidad políticas de los países del Mercado Común. A partir de 1975, tras la muerte de Franco, comenzó una breve pero intensa carrera política que resumimos a continuación.
Fue nombrado ministro de Comercio en el primer Gobierno de la monarquía, bajo la presidencia de Arias Navarro, cartera que ocupó hasta la llegada de Adolfo Suárez a la Moncloa, en julio de 1976, momento en el que pasa a desempeñar el cargo de ministro de Obras Públicas. En el año 77 renunció a su puesto para tratar de formar, junto con otras personalidades políticas, una coalición electoral que ofreciese una plataforma electoral al presidente Suárez de cara a las primeras elecciones democráticas tras la muerte de Franco. Nació así la Unión de Centro Democrático, de la que Calvo-Sotelo fue primer gestor de campaña y primer presidente de su Grupo Parlamentario en el Congreso. En febrero de 1978 fue designado ministro para las Relaciones con las Comunidades Europeas, un nuevo organismo creado por el presidente del Gobierno para iniciar la ansiada adhesión de España al Mercado Común, un objetivo que tras el paso de la dictadura a la democracia parecía, por fin, posible. Calvo-Sotelo se convirtió así en el primer negociador español con las Comunidades Europeas: diseñó un equipo de trabajo e inició la negociación, que se abrió oficialmente el 5 de febrero de 1979. Durante dos años y medio ocupó esta responsabilidad hasta que en septiembre de 1980, en la última remodelación ministerial de Adolfo Suárez, fue designado ministro de Economía y vicepresidente segundo del Gobierno. Apenas tuvo tiempo para hacerse cargo de sus nuevas obligaciones, puesto que en febrero de 1981, con la culminación de la crisis interna de la UCD y la dimisión del presidente abulense fue elegido —con el golpe de Estado del 23-F de por medio— nuevo presidente del Gobierno. Se vio obligado a hacer frente a unas condiciones llamativamente difíciles. No solo tuvo que tratar de restaurar la confianza en el sistema tras el «tejerazo», sino también enfrentarse a la crisis interna de su partido, que fue incapaz de controlar. Entre las medidas más importantes que llevaron a cabo durante su mandato estuvieron la incorporación de España a la Alianza Atlántica, la ley del divorcio o la aprobación de la LOAPA. En octubre de 1982 decidió adelantar las elecciones generales previstas para el año siguiente: el Partido Socialista obtuvo una amplísima mayoría absoluta y su partido, la UCD, acabó desintegrándose un año después.
En este rápido recorrido encontramos un ingrediente común: la conexión europea. Una relación entre España y Europa que marcó la segunda mitad de nuestro S. XX. Merece la pena recordar que nuestro país se quedó al margen, por cuestiones políticas, de los inicios del proceso de construcción europea. Sin embargo, su éxito aparente hizo que las autoridades franquistas iniciasen un largo camino de acercamiento a la Comunidad. Se materializó, por un lado, en la carta que envió en 1962 el ministro de Asuntos Exteriores, Fernando María de C