: Fede Merino
: Lo que puedo contar
: Alberdania
: 9788498686364
: 1
: CHF 12.50
:
: Biographien, Autobiographien
: Spanish
: 294
: kein Kopierschutz
: PC/MAC/eReader/Tablet
: ePUB
Nada es tan lacerante, para un periodista, como la indiferencia ante las injusticias cotidianas, diríase que eternas, cuya crónica se esfuerza en transmitir. Y ese es, precisamente, uno de los más graves pecados de este nuestro 'primer mundo'. Fede Merino ha viajado como periodista por las diversas cartografías de esa injusticia, de manera especial en América. Ha cosechado allí historias y vivencias que nos hablan con crudeza y sin disimulos de realidades que nuestra acolchada conciencia europea prefiere ignorar o, a lo sumo, anotar en la columna de lo reprobable, sin que ello dé lugar a otros ni mejores gestos. A lo largo de estas páginas, el periodista nos conduce con pulso firme y amistoso por pequeñas historias que van y vienen de América a Euskadi y del pasado al presente. Desfilan por ellas personajes del más variado pelaje, observados siempre con la aguda mirada de quien está acostumbrado a percibir la verdad tras los celofanes con que los seres humanos camuflamos nuestras mejores y peores pulsiones. Pero, tratándose de Fede Merino, no podía faltar en este relato la crónica del emblemático 'bacalao' del Athletic, el irrintzi rojiblanco creado por él para cantar los goles del Athletic en las transmisiones radiofónicas. Porque todo es vida, y vida es lo que destilan estas apasionadas páginas.

Fede Merino (Barakaldo, 1960). Licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad del País Vasco. Ha cubierto como periodista una trayectoria de cuarenta y dos años. Durante los últimos treinta años de su carrera fue director de Radio Popular de Bilbao. Es el creador del 'bacalao', el irrintzi rojiblanco para cantar los goles del Athletic en las transmisiones radiofónicas.

I
¿DE QUÉ VA ESTE TÍO?

Llaman a la puerta a las dos de la mañana. Vienen a entregarme un paquete. Lo trae el motorista de una empresa privada muy eficiente, para la que no hay ni horas, ni sueños, ni contratos, ni derechos. El mensajero me hace firmar, grita que no lo abra todavía, que no lo abra, por favor. Y como un amigo que se va para siempre, sale cingando escaleras abajo. En el sobre pone«Muy urgente» y en el remite«Kierkegaard». ¿Quién soy?, ¿para qué vivo?, ¿qué debería hacer? Lo abro y me explota en la cara.

–¿Es este el Juicio Final?

–El condenado, perdón, el acusado, está aquí para responder no para preguntar.

–Lo siento, señoría.

–Usted, ¿de qué va?

–Ni yo lo sé.

–Tengo aquí una declaración jurada bastante extravagante.

–Me pidieron que hiciera una declaración escrita para el jurado.

–Pues el jurado no acaba de entenderla. Se autoinculpa y, a la vez, se vanagloria de escribir.

–No diré que no me acuerdo, porque esa es la excusa preferida de los delincuentes trajeados, pero seguramente todo lo que pone es cierto pensamiento atrapado por la nostalgia y el desencuentro. Fruto de un momento de debilidad y ensoñamiento.

¿Podría leerla despacio para ver ahora si nos aclara algo y podemos luego empezar con lo que de verdad nos ha traído aquí?

–Como usted quiera. Comienza así:

¿A quién te llevarías a una isla desierta?¿A una belleza, a una ingeniera naval, a un cocinero? Es la pregunta equivocada. La correcta es: ¿Quién te llevaría a ti a una isla desierta? ¿Quién se iría contigo? Oro, plata, oro, plata. El primer chico adelanta un pie sobre el otro, con el tacón de uno tocando la puntera del otro, a modo de pequeño paso. Y dice«oro» en voz alta. El otro hace lo propio en su turno, avanza contra el primero y dice«plata». Cuando la distancia entre ambos se acaba, el que logra pisar al otro ha conseguido el derecho a elegir primero. Elegirá al mejor compañero, al mejor jugador, a la estrella, al elemento determinante. Menos a ti, a cualquiera. El segundo chico escoge al siguiente deldraft y así sucesivamente hasta acabar con todos los pretendientes al juego. Es selección natural y empieza a mascarse la tragedia. Los que no le pegan a un balde y los que no poseen el don del deportista o el atleta suplican ser elegidos, no ser humillados, no ser desplazados al último puesto. Se están haciendo los dos equipos y es un drama para los últimos. Lo de los últimos siempre es un drama gigante, aquí y en todas partes y todo tiempo. Los peores son losúltimos en esta iniciación al juego que se hacepública en cada recreo.

Suena el timbre. Salimos corriendo y con el balón de reglamento esperando nos ponemos, sin perder tiempo, a hacer equipos. Los capitanes eligen conforme a sus preferencias. Algunos están tan acostumbrados a ser escogidos en los últimos puestos que ríen y se lo toman a cachondeo. Han desarrollado anticuerpos. Otros se lo toman en serio y se enfadan. Algunos emplean métodos poco ortodoxos, incluso coercitivos o amenazantes para influir en la elección. Hay también promesas de amistad eterna o de una vuelta en bicicleta. Cada cual tiene sus trucos para esquivar la suerte. Pero el peor papel no lo tienen los últimos de siempre. El peor papel lo tienen aquellos que se creen mejores de lo que son en realidad, aquellos que dan por seguro que serán elegidos en los primeros turnos. Aquellos que se creen buenos sin serlo