: Jorge Majfud
: Silicona 5.0
: Baile del Sol
: 9788418699221
: 1
: CHF 4.50
:
: Gegenwartsliteratur (ab 1945)
: Spanish
: 320
: Wasserzeichen
: PC/MAC/eReader/Tablet
: ePUB
Un día, recuperándose de un infarto en su apartamento de Daytona Beach, Facundo Walsh Ocampo descubre que le han robado la identidad y decide cruzar la frontera de México para encontrarse con su substituto. En la búsqueda del falsificador, descubrirá una falsificación mayor, la suya propia. La despiadada competencia por el éxito económico han convertido al protagonista en un robot altamente efectivo, sin memoria y sin identidad propia. De la misma forma, las robots provistas de inteligencia artificial que él mismo vende en Asia sustituyen no solo el sexo sino también el amor y la comprensión de su dueño en un mundo corrompido por la fiebre del consumo y la destrucción del adversario. Con Silicona 5.0 el autor de Crisis vuelve con un contrapunto entre el presente colectivo y la memoria individual, entre la identidad y sus sustitutos, entre la excitación del consumo y la pérdida del factor humano, entre la muerte del presente y el renacimiento del pasado como forma de rescate y redención.

Jorge Majfud (Tacuarembó, Uruguay, 1969). Escritor uruguayo estadounidense, autor de numerosos libros de ensayos y novelas. Su último libro El mismo fuego fue premiado por Orizzonte Atlantico, Italia, como la mejor novela publicada en 2019.

De vuelta al apartamento de Daytona


De regreso a la soledad del apartamento no se puso a investigar lo del robo de identidad. No sacó a Silvanna de su caja. Sabía que si lo hacía debería cortarle cada uno de sus miembros y repartirla una noche en distintos contenedores de basura de la ciudad.

No pudo evitar la depresión. El doctor Menéndez le había advertido que la tristeza era un efecto esperable durante el plazo de convalecencia. Esas cosas nunca cambian y se controlan con una pastilla.Al fin y al cabo, pensó, mientras se tiraba la primera en la boca,no dejamos de ser máquinas inteligentes.

Facundo no dejó de tomar la nitroglicerina ni otra pastilla amarilla, o rosada, pero eso que el doctor había llamado, tan poéticamente,tristeza, para él no era menos que una depresión. Si somos máquinas previsibles, su tristeza no se debía únicamente a la debilidad muscular de su corazón herido. La casi ausencia de Elena no lo había dejado dormir por varios días. Nadie mejor que una mujer para hacerte sentir culpable de algo, sea que tiraste las dos bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki o que te comiste el último pedacito de chocolate.

Al menos en los hechos, Elena ya no era su esposa, seguramente ya no lo quería (seguramente no; seguro), pero cualquiera hubiese visitado a un amigo más de una vez y por más de diez minutos. Tampoco los amigos habían concurrido desesperados, se dijo, irónico. El último día estuvo Henry Rodríguez, Jeff Al Ferro y Roxane, la secretaria de Robertson. Para cada uno, tal vez a excepción de Roxane, se había tratado de un trámite. Las sonrisas, las bromas optimistas, eran las mismas que Facundo conocía como vendedor de primera división. El que más tiempo había estado era Ernesto, el insoportable Ernesto, pero eso probablemente se debió a que su cuñado tenía un horario flexible en elcollege y a que disfrutaba más conversando gratis que en sus clases.

Alexa, la jovencita que Elena había adoptado como una mascota, sin papeles y sin otros compromisos, no fue a verlo. ¿Por qué habría de sorprenderle? Desde mucho antes, Facundo sospechaba que alguien le había dicho a la chica que nunca se quedase en la casa cuando no estaba Elena, como si todo hombre fuese un depravado en potencia. Si fue su madre, podía entenderlo. Si fue Elena... Alexa no le caía mal, pero evidentemente la chica le tenía terror y Facundo nunca se ocupó de aclarar el asunto. Nunca le importó, aunque tal vez fue demasiado inconsciente, porque, por su profesión, sabía que no pocas jovencitas como ella apenas fracasaban en sus intentos de tocar la gloria del modelaje, se agarraban de cualquier cosa que pudiese ser interpretado como abuso por un buen abogado. Material y viejos babosos no faltaban tampoco.

Elena sentía la falta de una hija mucho más que él (al menos él nunca tuvo tiempo de pensar en eso, hasta ese momento), y Alexa le había caído del cielo en un momento delicado. Era una niña en su primera juventud, traída por su madre de Venezuela a los siete años. Elena la había conocido en uncasting para una publicidad dePublix, cadena de productos alimenticios de buena calidad donde eligen rubiecitas tipo Barbie para poner las compras en las bolsas y ofrecerse a acompañar a los clientes hasta el automóvil. Pero Alexa no había sido elegida para el anuncio por su inglés defectuoso. Para hablar mal inglés o inglés con