Prólogo
Doy el primer paso. Escribo en mi libreta las primeras líneas, tecleo estas palabras, leo mis diarios del camino, veo fotografías, cierro los ojos y siento la brisa del camino, escucho cada ruido que me regala la naturaleza; me veo entrando a la Plaza de Obradoiro, se escucha al fondo la gaita, me siento por horas en la plaza contemplando la Catedral de Santiago y, finalmente, despierto de mi sueño peregrino y aquí estoy, compartiendo contigo las experiencias, las aventuras, los regalos que se me han entregado y todos los aprendizajes en mis caminos rumbo a Santiago de Compostela.
Hablar del Camino de Santiago se ha convertido en una parte esencial de mi vida. A lo largo de las siguientes páginas podrás comprender todo lo que he recibido, las señales que he encontrado y, sobre todo, aquello que me ha servido para seguir caminando por la vía de las estrellas y por la vida misma; en cada paso he podido hallar algo diferente, me he dejado envolver por la magia y he descubierto en cada camino un mundo distinto, una lección constante y un placer permanente.
Mi primer camino fue en el 2008, en ese entonces era un estudiante mexicano en Madrid y estaba por terminar un máster en Gestión Pública; como todo joven, quería comerme el mundo a pedazos. La vida en Madrid fue única, entre estudios, fiestas, amigos, amores, desamores, aventuras, varias resacas, viajes, días de marcha, pláticas interminables, caminar por Malasaña, La Latina, la Castellana y Gran Vía; comer entre pinchos, paella y jamón serrano, trasladarme en metro, extrañar a México… pero faltaba algo, ese vacío que muchas veces has sentido en tu vida, esa sensación de que te falta algo, pero no encuentras las respuestas correctas o las ideas exactas para interpretar los sentimientos que tienes.
Antes de irme a Madrid me estaba convirtiendo en un asiduo lector y estando ahí retomé el libroDiario de un Peregrinode Paulo Coelho, que durante la preparatoria fue mi primer contacto con el autor; después leí el Alquimista y la Quinta Montaña, quién iba a decir queel Peregrinose volvería mi libro de cabecera y lo que un día parecía imposible de realizar, estaba a punto de emprenderlo con dos amigos que se convirtieron en mis hermanos, Fanny y Juan, a quienes cariñosamente nombramos Petra y Johnny Walker.
Sin duda, leer a Coelho fue una gran inspiración para hacer el Camino; sin embargo, lo que me convenció fueron las imágenes de dos diferentes viajes, uno de ellos a La Rioja para pasar el fin de semana entre fiestas y conocer los Viñedos y la cultura del vino. Íbamos en el trayecto a la casa que habíamos alquilado, yo iba al volante cuando al lado de la carretera, sobre el camino de tierra, apareció una pareja de peregrinos de edad avanzada, con sus mochilas, sus bastones, sus botas y su fe intacta para llegar a Santiago. En ese preciso momento supe que tenía que hacer la peregrinación, no lo compartí con ninguno de los amigos que viajaban conmigo, pero una sensación de felicidad y misterio se apoderó de mí.
El segundo viaje lo realicé con tres amigas entrañables, Sofía, Cinthya y Fanny, para conocer Ávila, una ciudad amurallada muy cerca de la capital; prácticamente era un día de visita para conocer, comer y regresar a nuestra cotidianidad madrileña. Después de recorrer un poco la ciudad nos sentamos en la plaza principal, cada uno tomó un banco diferente, Sofía escribía en su diario, Cynthia dormitaba y Fanny yo nos envolvíamos en las pláticas interminables que hemos tenido desde que nos conocimos; en otro de los bancos vimos a un señor con una mochila enorme, nos intrigó su edad, el tamaño de la mochila y la concha que traía colgada, le tomé un par de fotos y nos fuimos. En ese momento no teníamos pensado hacer el Camino.
En estos dos viajes se hizo presente la peregrinación de forma indirecta y, desde entonces, un llamado para recorrer el Camino de Santiago se hacía cada vez más intenso.
Todo se concretó un día de fiesta en el Pachá con mis amigos, pla