Introducción
Promover e impulsar el cambio y la mejora de la educación es una tarea permanente que no siempre va acompañada del éxito deseado. Si bien la preocupación por la mejora ha sido una constante en la realidad educativa, las estrategias para conseguirla no siempre han sido las más adecuadas. Y es que son múltiples los factores y circunstancias que influyen y variadas las alternativas de intervención, que dificultan más que favorecen una visión común y mantenida sobre el cambio.
Las reformas educativas han ido evolucionando desde planteamientos muy centrados en la iniciativa de la Administración educativa a otras que enfatizan el sentido del centro educativo como unidad básica de cambio y del aula como referente básico para la acción. Coincide este análisis con las tres olas de mejora de los centros escolares mencionadas por Moreno (2004) y que hacen referencia a los focos de la Política centralizada, el centro escolar y el aula (Gairín y otros, 2006). Una pequeña radiografía de los sucesivos intentos reformistas y sobre lo que hemos aprendido de ellos se recoge en la figura 1.
Como decíamos, la preocupación por la innovación y la mejora siempre han estado presentes en el sistema educativo, aunque han ido cambiado los focos de atención en función del éxito alcanzado y esperado. Si bien históricamente todas las innovaciones fueron promovidas por el sistema educativo (situación coherente con un modelo uniformador y verticalista (momento 1), la atención se desplazó a la selección y formación del profesorado (momento 2), considerando que podría ser la pieza fundamental en la transformación, y, últimamente, a los centros educativos (momento 3), que se identifican como unidades básicas de cambio, y a las aulas como espacios de síntesis de la intervención.
Figura 1.Evolución de las preocupaciones en relación con la innovación (a partir de Gairín, 2001)
Situados en el contexto de los centros educativos, podemos observar también un desplazamiento progresivo. Si bien, inicialmente (y como momento 4), la preocupación fue la de dotar a los centros de una infraestructura y estructura adecuada (piénsese, por ejemplo, como se trató de impulsar la televisión educativa en su momento o la presencia de las TIC actualmente, dotando de recursos y de personas) incidiendo en la clarificación de los objetivos (reformulando el proyecto educativo, introduciendo cambios en el proyecto curricular o en el reglamento normativo…), en la transformación de estructuras (profesores de apoyo, mediadores culturales…) y en la sensibilización del personal.
La situación actual comparte, desde mi punto de vista, las preocupaciones anteriores (aún no suficientemente presentes y asumidas) pero permite, también, vislumbrar la atención a la puesta en marcha de los mecanismos de seguimiento y de mejora (momento 5). Por una parte, preocupa el control de lo que se hace y la medición de la eficiencia; por otra, se arbitran procesos para incentivar innovaciones; y todo ello en el contexto de una preocupación por la mejora y la mejora de la eficacia.
La preocupación estructural dio paso, finalmente, a la atención a los procesos y puso en evidencia la importancia de las estrategias utilizadas en los procesos de innovación (momento 6). Es cuando aparecen referencias que ordenan y clasifican las estrategias de cambio global (revisión basada en la escuela, desarrollo colaborati