Capítulo IIel mendigo
En un día frío de diciembre un mendigo descendía por la accidentada pendiente de Broby. Se cubría con unas ropas sórdidas y sus pies, ateridos por la nieve, asomaban por los agujeros de sus botas destrozadas.
El Löven es un lago angosto y largo en Värmland, que en varios tramos se estrecha como estrangulado, se alarga por el norte hasta el bosque de Finlandia y llega, al sur, hasta el inmenso lago de Värnern. De los hermosos poblados que se extienden en sus riberas el más grande y el más rico es el de Broby, que ocupa una buena parte de las orillas oeste y este; pero es al oeste donde se encuentran los más bellos castillos, como el de Ekeby y Björne, célebre por su opulencia y hermosura, y la poblada aldea de Broby, con la taberna, la posada, la casa de justicia, el ayuntamiento, la rectoría y el mercado.
Broby está situado en una región muy escarpada. El mendigo había pasado la taberna, al pie de la colina, y en aquel momento se encontraba en el empinado camino que conduce a la rectoría.
Ante él se hallaba una jovencita que conducía un trineo cargado con un saco de harina, y se acercó a ella.
—Demasiada carga para un caballo tan pequeño —le dijo.
La muchacha se volvió para mirarle. Era una niña que no pasaría de los doce años, de ojos penetrantes y labios apretados.
—Ojalá fuera el caballo todavía más pequeño y la carga más grande para que durara más tiempo —respondió ella.
—¿Es que llevas ahí tu alimento?
—Bien sabe Dios que sí. Tan pequeña como soy, he de buscar yo misma mi sustento.
El mendigo cogió una de las varas del trineo y tiró de ella.
—No esperes recibir nada por tu trabajo —le gritó la rapaza.
Él se echó a reír.
—Tú debes ser la hija del pastor de Broby, no cabe duda.
—Sí. Hay quien tiene un padre más pobre, pero nadie lo tiene más malo. Esta es la pura verdad. Aunque sea vergonzoso para un hijo, estoy obligada a decirlo.
—Tu padre parece cruel y perverso.
—Cruel, sí, y perverso, también; pero, andando el tiempo, su hija llegará a ser peor todavía, según dicen.
—Me temo que tengas razón. Pero, dime: ¿de dónde has cogido ese saco de harina?
—No tengo por qué ocultarlo. He cogido trigo esta mañana en el granero de mi padre y he ido al molino.
—Pero ¿no te verá él cuando vuelvas con el saco a cuestas?
—Tú eres muy corto de alcances. Mi padre se ha ido muy lejos de aquí por asuntos de servicio…
—Me parece que alguien viene por detrás del collado… Siento cómo cruje la nieve bajo el peso de un trineo. ¿Si fuera él?
La rapaza aguzó el oído y estalló en sollozos y rugidos.
—Es padr