INTRODUCCIÓN BIOGRÁFICA Y CRÍTICA
Bécquer y «El Contemporáneo»
El periódicoEl Contemporáneo venía publicándose desde finales de 1860, momento en que toma el relevo deEl León Español, de Narváez, y acabará refundiéndose enLa Política cinco años después. Se trataba de una publicación eminentemente política, que sólo prestaba atención a la literatura en su columna «Variedades». En su redacción, según Francisco Silvela, nace el partido moderado conservador, como resultado de la unión delvirus liberal y la ideología del antiguo partido de Donoso Cortés. Efectivamente, fundado por José Luis Albareda,El Contemporáneo, bajo los auspicios de González Bravo, llegará a ser eficaz portavoz del moderantismo y combatirá con denuedo al gobierno de la Unión Liberal, partido al que, sin embargo, terminará sirviendo poco antes de su desaparición en 1865 bajo el nuevo gabinete de O’Donnell.1
Pues bien, los lectores deEl Contemporáneo nos consta que siguieron con gran atención y depararon excelente acogida a una serie de nueve cartas literarias, aparecidas sin firma en la citada sección de «Variedades» entre el 3 de mayo y el 6 de octubre de 1864 bajo el títuloDesde mi celda. El ritmo temporal de su publicación suele ser de siete días. Salvo la novena, publicada dos meses y medio más tarde que la anterior, sólo una, la tercera, aparece con un considerable retraso, que una nota de la redacción justifica sin aclararnos, sin embargo, la identidad de su anónimo autor:
Publicamos hoy la tercera carta que nos dirigedesde su celda uno de nuestros más queridos amigos, antiguo y constante redactor deEl Contemporáneo, alejado temporalmente de nuestra Redacción por el delicado estado de su salud.
Las producciones con que nuestro amigo y compañero ha honrado las columnas de nuestra publicación, especialmente sus bellísimas leyendas tan aplaudidas en Madrid y reproducidas en la mayor parte de los periódicos de provincia, han permitido ya al público apreciar debidamente las relevantes cualidades de talento y de imaginación que resplandecen en todos los escritos de su elegante pluma, y son también las que más realzan la serie de cartas que en la actualidad nos está dirigiendo.
No hacemos, pues, su elogio, porque no lo necesitan. Nos limitamos a llamar sobre ella [sic] la atención de nuestros suscritores, felicitándonos de estas frecuentes y originales correspondencias, por el placer que disfrutamos al leerlas y singularmente porque en su repetición vemos un indicio de alivio en la delicada salud de nuestro querido amigo, cuyo completo restablecimiento deseamos ardientemente.2
El innominado redactor deEl Contemporáneo, del que tan elogiosamente escriben sus compañeros, era Gustavo Adolfo Domínguez Bastida, más conocido por uno de los apellidos de su padre, el pintor sevillano, de remotos orígenes flamencos, José Domínguez Bécquer.3 Gustavo Adolfo Bécquer había nacido en la ciudad hispalense el 17 de febrero de 1836, quinto hijo, al que seguirán otros tres, del citado artista y Joaquina Bastida Vargas. Huérfano de padre desde 1841, en 1846 había ingresado en el Colegio de Náutica de San Telmo de Sevilla, que será suprimido por Real Orden el 7 de julio del año siguiente, cuando aún estaba reciente el fallecimiento de su madre. Él y sus hermanos serán recogidos por su tía María Bastida, pero mayor influencia en Gustavo Adolfo tendrá su madrina, doña Manuela Monnehay Moreno, cuya casa, dotada de una excelente biblioteca española y francesa, frecuentaba. A los doce años de edad, se manifiesta en él por vez primera la vocación poética, y escribe una «Oda a la muerte de don Alberto Lista», vocación que desarrolla en esta época juvenil junto a sus grandes amigos Narciso Campillo y Julio Nombela. Al mismo tiempo acude como aprendiz al taller de pintura de don Antonio Cabral Bejarano primero, de su tío Joaquín Domínguez Bécquer después, quien le aconseja que abandone la pintura y le costea «estudios de latinidad». Desde 1853, los tres amigos, escritores en ciernes, proyectan trasladarse a Madrid, sueño que Gustavo Adolfo realizará al año siguiente; llega a la capital en el mes de octubre, cuando aún no se han apagado los rescoldos del brote revolucionario del julio pasado. Comienza entonces para Bécquer, amparado por la antigua amistad de Nombela y la reciente de Luis García Luna, una difícil carrera de periodista y escritor bohemio. Publica enLa España Musical y Literaria su poema «A Quintana. Corona de oro (fantasía)» y escribe en periódicos efímeros comoEl Mundo, o irregulares