Preámbulo
Estimados lectores:
Este libro los va a introducir en una apasionante historia que debió haberse dado a conocer hace mucho, mucho tiempo, narrada por personas que la vivieron como protagonistas, partícipes o testigos. Nuestra labor como autores consistió, principalmente, en hilvanarla, darle forma coherente, a fin de que estos testimonios se insertaran en el convulso contexto social y político de aquella época.
Quiso la fortuna que lo realizáramos en el momento preciso. De no haber tomado entonces tal determinación, es posible que esta historia se hubiera perdido para siempre. Lamentablemente, la casi totalidad de las personas que accedieron a compartirla con nosotros, ya han fallecido.
Una tarde a finales de 1979, en la Biblioteca Nacional José Martí de La Habana, mientras revisábamos innumerables periódicos de la época a fin de descubrir algo que nos permitiera acercarnos a las figuras de Enrique Vilar y Aldo Vivó, uno de los empleados de la sala se nos acercó cojeando, a nuestra solicitud, pues él podía aportarnos más información. Era un viejo militante del Partido Socialista Popular.
—Ya es hora de que se cuenten esas historias que permanecen ocultas—, exclamó y, a continuación añadió con el mismo tono bajo, misterioso, algo dolido y, con una cierta complicidad en la mirada: «El nombre de sus padres pesa demasiado sobre ellos».
Este fue el detonante. ¿Qué pudo haber ocurrido a los padres para que se erigiera un muro de silencio alrededor de las vidas de sus hijos, para que de hecho se borraran hasta las huellas de la trayectoria de aquellos dos jóvenes que habían nacido en la Cuba de la segunda década del sigloxx y que murieron en la Unión Soviética, como combatientes, durante la Gran Guerra Patria?
Aquellas frases del empleado de la sala nos parecieron, como mínimo, contradictorias e inverosímiles. ¿No se trataba acaso de rescatar una de las primeras manifestaciones de internacionalismo del pueblo cubano en el país de los Soviets? ¿No eran aquellos muchachos hijos de dirigentes del Partido Comunista y del movimiento obrero cubano en los años 30 y 40?
El análisis del quehacer revolucionario de los padres de los protagonistas, con sus aciertos o errores, su separación o expulsión de las filas del Partido Comunista en dos momentos álgidos de la historia de Cuba, no es objeto del presente libro. No obstante, es lamentable saber que, como consecuencia de esa situación, fueron borradas, con toda intención, no solo sus figuras, sino también las de sus familiares, incluso, las vidas de sus hijos.
Sin ánimo de juzgar las acciones del pasado, consideramos que fue muy injusto, no solamente con ellos, sino con la historia de este país. Por eso creímos trascendental, procedente y necesario hacer que las historias de los protagonistas fueran reveladas al público. Con este fin, decidimos escribir el libro y luchar por que llegara a los lectores.
Pero no fue este el verdadero comienzo de nuestra odisea.
Unos meses antes, el 16 de julio de 1979, habíamos acudido, ansiosos, a un apartamento del Vedado donde una mujer, aún bella en su madurez, nos abrió la puerta con una amable sonrisa. Nos creíamos entonces en el umbral de un gran tema, sin sospechar siquiera por un momento que estábamos pulsando apenas el primer eslabón de una cadena de sucesos que ocuparía largo tiempo de nuestras vidas.
Sabíamos que la azarosa existencia de Nelis Álvarez, aquella mujer que por momentos nos hacía recordar a Elizabeth Taylor, había sido un cúmulo de dramáticos sucesos que merecían darse a conocer por lo poco comunes que eran, sobre todo para alguien que era cubana a pesar de su acento peninsular.
Vinculados como estábamos al mundo del audiovisual en los Estudios Cinematográfic