: Karl Jaspers
: Nietzsche y el cristianismo
: Herder Editorial
: 9788425445095
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: Allgemeines, Lexika
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Este texto fue escrito en 1938 por uno de los grandes pensadores del siglo XX. Muestra tanto la radicalidad con la que Nietzsche rechazó el cristianismo como las diversas declaraciones totalmente incompatibles con tal rechazo. Karl Jaspers interpreta esta contradicción diciendo que Nietzsche jamás llegó a asumir las ideas cristianas. Por lo tanto, tampoco tuvo necesidad de rechazar nada que previamente hubiera aceptado. Sin embargo, la fuerza de estos impulsos cristianos, aun despojados de contenido, sí que constituyó la base del pensamiento de Nietzsche hasta su filosofía tardía. Estos impulsos lo llevaron a postular su revisión de todos los valores. Nietzsche dio el paso a la edad posnihilista con todo el arrojo y la pretensión de absolutez que tenían los primeros cristianos, pero sin compartir sus valores. La interpretación que hace Jaspers se basa en todo el proceso filosófico de Nietzsche que, reflejándose en la historia universal, parte del cristianismo y a través del nihilismo conduce hasta la idea del hombre superior.

Karl Jaspers, nacido en Oldenburg en 1883, estudió primero Derecho y luego Medicina. Se doctoró en Heidelberg en 1909. Siendo asistente en una clínica psiquiátrica, hizo la tesis de habilitación en Psicología. Desde 1916 fue profesor de Psicología en la Universidad de Heidelberg, y desde 1921 fue profesor de Filosofía en la misma universidad. En 1937 fue depuesto de su cargo, hasta que lo restituyeron en 1945. De 1948 a 1961 fue profesor de Filosofía en Basilea, donde murió en 1969. Jaspers es considerado uno de los principales representantes de la filosofía existencial. De sus textos, que ocupan más de treinta volúmenes, se han hecho más de seiscientas traducciones.

INTRODUCCIÓN


LA LUCHA DE NIETZSCHE CONTRA EL CRISTIANISMO SURGE DE SU PROPIA CRISTIANDAD


Es legendaria la inaudita rudeza con la que Nietzsche rechazaba el cristianismo. Un ejemplo: «Si hoy me encuentro con alguien que mantiene una relación siquiera ambigua con el cristianismo, no le hago ni el más mínimo gesto de confianza. La única respuesta decente que cabe aquí es un rotundo no».1

Nietzsche lleva a cabo un desenmascaramiento del cristianismo, y lo hace usando un lenguaje cargado de indignación y de desprecio y empleando un estilo que abarca desde la serena investigación hasta el enardecido panfleto. Con una extraordinaria riqueza de perspectivas deja en evidencia las realidades cristianas. Al asumir como propios los argumentos de antiguos antagonismos, el propio Nietzsche se convirtió en el nuevo origen de una lucha intencionada contra el cristianismo, una lucha tan radical y librada de tal modo hasta sus últimas consecuencias como quizá jamás la había habido antes.

Sin embargo, quien no conozca más que esta animadversión se asombrará cuando estudie a Nietzsche, pues encontrará frases que parecen totalmente incompatibles con las tesis anticristianas. Nietzsche puede decir del cristianismo: «No obstante, es el mejor ejemplo de vida ideal que realmente he conocido: lo he seguido desde niño, y creo que en mi corazón jamás me porté vilmente con él» (carta a Gast del 21 de julio de 1881). Es capaz de afirmar la repercusión que ha tenido la Biblia: «El modo como hasta ahora se ha conservado íntegra e intacta la veneración a la Biblia en toda Europa quizá sea la mejor muestra de educación y refinamiento de las costumbres que Europa debe al cristianismo […]».2 Es más,Nietzsche, que por parte paterna y materna procedía de familias de pastores protestantes, dice que «el tipo más noble de hombre» que ha conocido es el cristiano perfecto: «Considero un honor proceder de una estirpe que se ha tomado totalmente en serio su cristianismo».3

Si examinamosuna a una las declaraciones de Nietzsche referentes a temas cristianos, encontraremos casi siempre estas valoraciones difícilmente compatiblespor ejemplo en relación con los «sacerdotes» y con la «Iglesia»—, aunque por su extensión las valoraciones negativas acaparan el primer plano en todos estos temas, hasta el punto de que las valoraciones positivas prácticamente desaparecen:

Llama a lossacerdotes «enanos taimados», un «tipo parasitario de hombres», «ungidos calumniadores del mundo», «arañas venenosas de la vida», los «más hábiles hipócritas, y encima con la pretensión de serlo»; y sin embargo es capaz de hablar reiteradamente «en honor de las naturalezas sacerdotales»: «El pueblo tiene mil veces el derecho a venerar precisamente a este tipo de hombres: las clementes, seriamente ingenuas y castas naturalezas sacerdotales, que le pertenecen y proceden de él, pero como seres consagrados, escogidos, sacrificados por su bien, ante los que puede abrir su corazón impunemente […]».4 Nietzsche siente respeto y casi hasta recato ante cierto tipo de sacerdotes: dice que el cristianismo «ha forjado quizá las figuras más refinadas de la sociedad humana: las figuras de las jerarquías superiores y supremas del clero católico. […] Aquí alcanza el semblante humano aquella espiritualización que solo engendra la continua alternancia de bajamar y pleamar de los dos tipos de felicidad (el sentimiento de poder y el sentimiento de entrega). […] Aquí impera aquel noble desdén de la fragilidad del cuerpo y de la felicidad que es propio de soldados natos […]. La poderosa belleza y finura de los prelados le ha demostrado al pueblo de una vez por todas la verdad de la Iglesia […]».5 De los jesuitas, a quienes habitualmente difama, Nietzsche admira «la