Tratar de lógica no ordinaria aplicada al cambio estratégico es referirse a aquello que nunca ha sido publicado y siempre ha sido desdeñado porque la mayoría de los profesores académicos y de los libros se detiene en las lógicas binarias. En efecto, en la academia filosófica, todo aquello que no encaja en una racionalidad clásica es rechazado como peligroso, aunque hemos tenido grandes personajes en la historia de la filosofía de la ciencia que han luchado contra esto. Whitehead (Whitehead, Russell, 1910-13), uno de los lógicos más grandes, valora toda la filosofía como poco más que una nota a pie de página en la obra de Platón, considerando, por lo tanto, a Platón como la figura más imponente de la filosofía occidental. Esto, desde nuestro punto de vista, explica el hecho de que la filosofía y la filosofía de la ciencia se interesan en teorías lejanas a la realidad y son mucho más propensas a ocuparse de ideas absolutas como las platónicas, antes que de sugerencias pragmáticas (Russell, 1940). Parece que Wittgenstein, con su tratado sobre la filosofía de la psicología (Philosophische Untersuchungen, 1953), haya sido la estrella fugaz de una noche, olvidado por completo. Los trabajos del grupo de Gregory Bateson, que han devuelto finalmente la atención, por primera vez en 2500 años, hacia los efectos pragmáticos de la comunicación y de nuestras teorías, han sido a menudo transformados en nuevos modelos rígidos (Bateson, 1964, 1978).
La lógica no ordinaria, pues, es una especie de diablo temido dispuesto a minar toda idea absoluta, toda creencia, algo muy peligroso para el que quiera presentar una teoría fuerte. En el ámbito de la Psicología y de la Psicoterapia, que se podría definir como la nueva filosofía aplicada del último siglo, hemos asistido recientemente a la que yo llamo, junto a mi querido amigo e insigne psicólogo Ricci Bitti, una auténtica «borrachera cognitiva»: para todos los fenómenos hay que hallar una explicación racional y el control del pensamiento no tiene límites. Vuelve la idea –de nuevo Sócrates y Platón– de que el pensamiento puede superar la percepción y la emoción; sin embargo, esto no encuentra ninguna verificación en la realidad. A cada uno de nosotros, al menos una vez en la vida, le habrá sucedido haber decidido hacer alguna cosa, considerada racionalmente como la mejor opción y, luego, haberse comportado de modo diferente, empujado por las propias emociones. Aunque nos gustaría pensar que somos racionales y poder controlar la realidad a través de nuestro pensamiento, de hecho, se trata solamente de una ilusión, más bien, como a mí me gusta llamarlo, un sublime autoengaño que nos tranquiliza pero nos engaña continuamente.
Si entramos en el campo de la lógica no ordinaria, por lo tanto, antes que nada tenemos que rechazar toda teoría que pretenda describir cómo funciona la realidad y prescribir el cambio de manera racional. Esto no significa que la lógica ordinaria sea una invención inútil o mucho menos algo equivocado, sino que, aunque es correcta y funcional aplicada a fenómenos lineales naturales, es completamente equivocada cuando se utiliza para los fenómenos recursivos autorreferenciales. Werner Heisenberg, en el campo sin sospecha de la ciencia pura, con su principio de indeterminación, nos lo ha indicado, explicando que también en la física el observador, a través de los instrumentos de su observación, influencia aquello que observa, así como a menudo el experimentador construye el experimento a través de sus propias expectativas y sus propios instrumentos. Ésta es la mejor demostración del hecho de que cuando nos ocupamos de fenómenos que tienen que ver con la relación que la mente tiene con la mente, con las otras mentes, con la sociedad, la lógica lineal ya no funciona porque yo influencio todo aquello con lo que interactúo; introduzco continuamente un cambio en la realidad que me retroactúa. Éste es el principio delfeedbackde la cibernética y del cual tomó impulso, en su momento, la escuela de Palo Alto; la idea de que una vez q