: Victoria Cirlot
: Hildegard von Bingen y la tradicion visionaria de Occidente
: Herder Editorial
: 9788425431463
: 1
: CHF 10.50
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: Religion/Theologie
: Spanish
: 256
: kein Kopierschutz
: PC/MAC/eReader/Tablet
: ePUB
Las visiones de Hildegard von Bingen despliegan un riquísimo universo simbólico, que es el objeto de estudio de este libro. A través de diversas aproximaciones se trata de comprender el fenómeno visionario, ya como una experiencia extraordinaria, ya como parte integrante del proceso creador. La floración de las imágenes, su descripción y plasmación plástica es abordada a partir de comparaciones que ofrecen contrapuntos al caso de esta mística renana del siglo XII, tales como el Apocalipsis de Juan de Patmos, los espirituales del Oriente de luz estudiados por el iranólogo y filósofo Herny Corbin, o la obra del artista surrealista Max Ernst. La imaginación creadora de Hildegard von Bingen aparece como el origen de una tradición visionaria de Occidente, sagrada y secularizada, cuya estética se fundamenta en el valor de las imágenes.

I. Vida de una visionaria


Un acontecimiento único irrumpió en la vida de Hildegard von Bingen, monja benedictina del monasterio de Disibodenberg (1098-1179), de tal forma que tuvo que ser relatado en el prólogo a su primera obra escrita,Scivias, como explicación necesaria de una escritura surgida de una radical transformación. La necesidad de derivar la escritura de aquello acaecido de un modo extraordinario a un individuo se manifiesta como novedad al tiempo que resuenan ecos lejanos procedentes de los textos sagrados. Pero en pleno sigloxii su confesión adquiere la potencia de lo nuevo, junto a los primeros bocetos autobiográficos y las primeras expresiones líricas.1 El acontecimiento tiene que ver con la visión, o mejor aún con la visión que afectó directamente al núcleo de su ser. Una primera descripción abre el libro deScivias y dice:

Y he aquí que, a los cuarenta y tres años de mi vida en esta tierra, mientras contemplaba, el alma trémula y de temor embargada, una visión celestial, vi un gran esplendor del que surgió una voz venida del cielo diciéndome:2

El suceso es fechado cronológicamente en el tiempo de la vida. Sucede durante la visión celestial (caelesti uisioni) y consiste en el gran esplendor (maximum splendorem) que no sólo es visible, sino que se oye. Es un sonido que anuncia el destino, pues a partir de esa audición tendrá lugar el gran viraje, el giro mediante el que la visionaria se convirtió en profeta según el lenguaje de su época, en escritora en una comprensión secularizada del fenómeno. La situación de aquélla ante la audición del sonido que es la voz celestial (vox de caelo) se precisa: el alma trémula y de temor embargada (magno timore et tremula intentione). El suceso se recibe, no con asombro ni con un maravillarse, sino con temor y temblor, pues la conciencia advierte acerca de la pobreza del ser:

Oh frágil ser humano, ceniza de cenizas y podredumbre de podredumbre [...]3

Desde la fragilidad (homo fragilis), en la ceniza (cinis cineris) y en la podredumbre (putredo putretudinis), esto es, desde la nada de la criatura, se asiste a lo más grande y desde ese lugar es desde donde la voz conmina a la palabra y a la escritura, a decir y a escribir (dic et scribe). Voz y letra no pueden proceder de la boca ni del intelecto humano (non secundum os hominis nec secundum intellectum humanae compositionis), sino de su visión y audición en las maravillas de Dios (sed secundum id quod ea in caelestibus desuper in mirabilibusDei uides et audis). En la descripción aparece la necesidad de volver a insistir sobre el acontecimiento, al dato biográfico y al carácter relampagueante que repentinamente adquirió la visión. Con mayor detalle vuelve Hildegard a precisar el momento en que sucedió y trata de explicar lo que supuso esta visión como acontecimiento de la vida:

Sucedió que, en el año 1141 de la Encarnación de Jesucristo Hijo de Dios, cuando cumplía yo cuar