: Jorge Eines
: El actor pide
: Gedisa Editorial
: 9788497844215
: Arte y acción
: 1
: CHF 7.80
:
: Theater, Ballett: Allgemeines, Nachschlagewerke
: Spanish
: 138
: DRM
: PC/MAC/eReader/Tablet
: ePUB
Para un actor que crea oportuno preguntarse por la existencia de una técnica interpretativa y por las dificultades que como individuo tiene para articularse con ella. Para un director inquieto por descubrir un lugar del ensayo o un momento de una representación donde sea posible amar a un actor. Para una mujer o un hombre cercanos al arte del actor dispuestos a sostener una reflexión sobre los fundamentos del conocimiento interpretativo, tratando de discernir los pilares técnicós del mismo. El actor pide. El director pide. El espectador pide. Como si de organizar una gran cómplicidad se tratara donde podamos seguir interrogándonos por el valor de una acción y una palabra. El actor pide retoma los lugares más fecundos de un diálogo de Stanislavski abriendo vías hacia un conocimiento profundo y comprometido con la esencia de la actuación.

I. EL ACTOR PIDE


1


En cada espacio de trabajo, en cada ensayo que se inicia, reaparece con renovada solidez la incógnita de cómo ir resolviendo aquello que todo director sabe, tan complejo de predeterminar.

Porque si algo caracteriza a la tarea de dirigir es la especificidad de un vínculo determinado por una condición que es sólo inherente a lo humano: la subjetividad.

Hace ya muchos siglos que el arte del actor viene siendo ejercido por seres humanos, y no se prevén demasiados cambios al respecto en las próximas generaciones. Por lo tanto, habrá que ver qué se puede hacer con el tema de la subjetividad, sobre todo cuando ésta está configurada por pulsiones narcisistas, miedos ancestrales o ansias de creación. Pasiones a menudo asociadas que interactúan en la singularidad de la relación entre el actor y el director. Sin duda, esa misma subjetividad no facilita la reflexión. Nos instalamos en ella cuando hablamos desde algún lugar de la experiencia, y no por muy recurrente deja de ser cierto que cuando hablamos de experiencia nos referimos a los errores.

Un viejo, prepotente y siempre renovado error parece perseguir a todos los directores: la incapacidad para escuchar. Como decía Thomas Mann, «una crítica que no es al mismo tiempo una confesión, no sirve». No parece lícito pues cuestionar la escucha de los demás si no se empieza por la de uno mismo. Quiero decir que puedo recoger desde los lugares más fértiles de la experiencia una relación directa entre el error y la incapacidad para escuchar.

Nunca han dejado ni dejarán de surgir problemas en los procesos de trabajo ligados a la creación, siempre estarán ahí, en medio de cada ensayo, al igual que las demandas de los individuos con los cuales se trabaja.

Una primera opción aparece en el repertorio de recursos de quien dirige; se pueden asumir esas demandas y volcarse en ellas, o bien negarlas y optar por preocuparse unilateralmente de las imperfecciones de la escenografía o del efecto lumínico que no entra en ese instante exacto que se desea.

Someterse a la tentación de ignorar al actor y ocuparse de otros problemas. Siempre es factible engañarse y justificar con abundantes y sólidos argumentos que aquello que hay que resolver es prioritario respecto a lo que el actor pide.

Y aunque muchas veces a quien dirige le agradaría que no fuera así, el actor pide. El buen actor que ha experimentado lo que puede recibir de un director interesado por su trabajo, siempre pide.

El actor que ha transitado alguna vez por un proceso creativo en el que los logros obtenidos han estado unidos a un intercambio constante con quien lo dirige no puede dejar de pedir.

Pide con palabras o pide con el cuerpo, con intentos de acercamiento dialéctico o con actitudes que hacen manifiesta su disconformidad. Pide con la desgana para