: Christian Laval, Pierre Dardot
: Común Ensayo sobre la revolución en el siglo XXI
: Gedisa Editorial
: 9788497848817
: 360º / Claves Contemporáneas
: 1
: CHF 11.40
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: Politikwissenschaft
: Spanish
: 672
: DRM
: PC/MAC/eReader/Tablet
: ePUB
Los autores muestran por qué este principio se impone hoy día como el término central de la alternativa política para el siglo XXI: anuda la lucha anticapitalista y la ecología política mediante su reivindicación de los 'comunes' contra las nuevas formas de apropiación privada y estatal. Además, articula las luchas prácticas con las investigaciones sobre el gobierno colectivo de los recursos naturales o de la información y designa formas democráticas nuevas que aspiran a tomar el relevo de la representación política y del monopolio de los partidos. Esta emergencia de lo común en la acción reclama un trabajo de clarificación en el pensamiento. El sentido actual de lo común se distingue de los numerosos usos que se ha dado a esta noción, ya sean filosóficos, jurídicos o teológicos: bien supremo de la ciudad, universalidad de esencia, propiedad inherente a ciertas cosas, incluso alguna vez el fin perseguido por la creación divina. Pero hay otro hilo que vincula lo común, no a la esencia de los hombres o a la naturaleza de las cosas, sino a la actividad de los hombres mismos: sólo una práctica de puesta en conjunto puede decidir qué es 'común', reservar ciertas cosas al uso común, producir determinadas reglas capaces de obligar a los hombres. En este sentido, lo común reclama una nueva institución de la sociedad por ella misma: una revolución.

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Arqueología de lo común

Identificar en lo común el principio de las luchas actuales contra el capitalismo, y ello en todo el mundo, exige que previamente nos pongamos de acuerdo sobre qué se entiende aquí por común. El uso extensivo del adjetivo «común» en expresiones como «bien común» o «bienes comunes» podría hacer suponer que quiere decir cualquier cosa, que es algo en lo que todo el mundo puede reconocerse: sería, en el fondo, una de esas «palabras de goma» de las que hablaba Auguste Blanqui a propósito de la «democracia».19Estaríamos así ante una palabra insignificante, un no-concepto, un término en el fondo sin interés. Y, de hecho, a menudo se emplea como si designara al mínimo común denominador de las movilizaciones, el término medio que debería reunir a los «hombres de buena voluntad» de todas las clases y todas las confesiones. Ni las buenas intenciones ni los arrebatos de la conciencia bastarán nunca para llevar a cabo una política que se enfrente realmente al capitalismo. Y si lo común estuviera relacionado sólo con la «vida buena», con la armonía con la naturaleza o el vínculo social, no habría mucho más que decir al respecto: bastaría con los tratados de moral. No habría nada nuevo que decir sobre las luchas actuales si se tratara tan sólo de movimientos de indignación moral que intentan introducir, en un mundo asolado como nunca antes lo estuvo por el egoísmo de las oligarquías dominantes, un poco más de atención a los demás, un mayor cuidado y más voluntad de compartir. ¿Quién no se identificaría, al menos en el plano de las palabras, con la aspiración a rehacer un mundo común, restablecer una comunicación racional, redefinir un vivir juntos? Una aspiración que puede alimentar tanto el republicanismo más intransigente como todos los comunitarismos particulares que apelan a las raíces, a los orígenes, a las tradiciones, a las creencias.

Entendemos aquí lo común de un modo que se desmarca de cierto número de usos corrientes poco reflexivos y, por decirlo todo, bastante amnésicos. Para empezar a pensar la nueva razón de lo común, tenemos que llevar a cabo un trabajo de arqueología. Lo que se presenta como lo más nuevo en las luchas emerge en un contexto y se inscribe en una historia. Es la exploración de esta larga historia la que permite librarse de las banalidades, confusiones y contrasentidos. Proponemos, en este capítulo inicial, un primer deslinde de los discursos en torno a lo «común», tanto para decir lo que no es como para introducir la concepción que queremos elaborar en este libro.

La co-actividad como fundamento de la obligación política

La raíz etimológica de la palabra «común» nos da una indicación decisiva y una dirección de investigación. Émile Benvenisteindica que el términolatínmunuspertenece en las lenguas indoeuropeas al vasto registro antropológico del don, dentro del cual designa un fenómeno social específico: por su raíz, remite a un tipo particular de prestaciones y contraprestaciones relacionadas con los honores y las ventajas vinculadas a cargos. Designa entonces, inseparablemente, lo que hay que cumplir activamente (un oficio, una función, una tarea, una obra, un cargo) y lo entregado a cambio en forma de regalos y recompensas. Reconocemos en las significaciones del término la doble faz de la deuda y el don, del deber y el reconocimiento, propia del hecho so