1. LUGAR A DUDAS
—¿Qué cambió desde que comenzaste a trabajar en las ciencias sociales?
—Las preguntas.
—¿Las respuestas no?
—Lo que pasa es que lo principal que buscamos ahora no son las respuestas.
—Entonces, ¿por qué aceptaste darme esta entrevista? La que pregunta soy yo y tu tarea es responder —dijo la periodista, sonriendo, como invocando la amistad.
—Más que una entrevista te propuse una conversación cuando vi que te molestaste porque me negué a dar la conferencia que me pedías para el congreso sobre la cultura en tiempos de descomposición social. ¿Cómo pensar, desde lo que sabemos sobre industrias culturales y cultura popular, las exclusiones crecientes, la agravada explotación económica y el descreimiento hacia los políticos? Lo que veníamos conociendo en los estudios sobre cultura, pese a que crecieron en las últimas décadas, parece equivocado o insuficiente ante el avance de la informalidad y la destrucción empresarial de derechos con la colaboración de los gobiernos, la complicidad de los partidos y laimpotencia de la llamada sociedad civil. Los estudios sobre la precariedad de los jóvenes —más educados y más desempleados que las generaciones mayores— trazan un futuro sombrío que no sabemos cómo evitar. ¿Quién puede dar una conferencia con certezas magistrales? Algunos científicos sociales se vuelcan en breves textos de opinión. Odio las recopilaciones de artículos de diarios y entrevistas.
—Dialoguemos, entonces, pensemos sobre las preguntas. ¿Qué puede servirnos todavía de las teorías que a fines del siglo pasado surtían mejores explicaciones: Marx, Weber o los pensamientos autónomos regionales?
—Los economistas y sociólogos que tenían más resonancia eran los que combinaban con destreza e imaginación esas teorías o posiciones. A Pierre Bourdieu se lo reconocía porque supo leer la sociedad a la vez desde las clases como los marxistas, y como grupos de estatus en el estilo weberiano. Pero ya su intento más sofisticado de construir un sistema y un método,La distinción, recibió críticas: se decía que sólo servía para entender cómo subían o aspiraban a ascender las clases combinandobienes materiales y simbólicos en la sociedad francesa. Y sus discípulos, como Jean Claude Grignon, explicaban que aun dentro de Francia los actores populares no sólo pretendían ser de clase media o adoptar sus signos de distinción, sino que tenían sus propios modos de comer, de curarse, de viajar. No viven una vida sin estilo; usan otras vestimentas, otros chistes, comen platos cuya variedad comprueba que sus gustos no son apenas apropiaciones disidentes de las costumbres «legítimas».
—Sin embargo, en América Latina se miraba con más cuidado la vida cotidiana de los indígenas y los pobres que acab