En 1996 elBritish Medical Journal publicó un artículo, cuyo primer autor es David L. Sackett, titulado «Medicina basada en pruebas(evidence based medicine): qué es y qué no es». Aunque ha sido citado más de 16 000 veces segúnGoogle scholar, vale la pena recordar el subtítulo: «Se trata de la integración de la pericia clínica individual(individual clinical expertise) con las mejores pruebas externas». Aprovecho para citar unas frases de este artículo breve pero sin desperdicios: «Sin la pericia clínica la práctica corre el riesgo de ser tiranizada por las pruebas, ya que incluso pruebas externas excelentes pueden ser inaplicables o inapropiadas para un paciente individual»; por otra parte, «sin las mejores pruebas actualmente disponibles, la práctica corre el riesgo de caducar rápidamente en detrimento del paciente». Pocos años después la American Psychological Association promovió un grupo de trabajo para aplicar esta concepción a las psicoterapias y otras intervenciones psicológicas. Definió la práctica basada en pruebas(evidence-based practice) como la «integración de las mejores pruebas de investigación con la pericia clínica y los valores del paciente». Señaló de forma explícita que «el psicólogo que realiza el tratamiento determina la aplicabilidad de los resultados de investigación a un paciente concreto. Los pacientes individuales pueden requerir decisiones e intervenciones no directamente abordadas por la investigación disponible». En relación con la última frase, señalemos que muchas personas solicitan intervenciones psicoterapéuticas para afrontar mejor sus problemas personales o para dar un mayor sentido a su vida, objetivos que no suelen ser los de los tratamientos basados en pruebas que se orientan preferentemente a la mejoría de síntomas.
Se plantea, pues, la necesidad de una integración equilibrada, y casi siempre difícil, entre investigación, experiencia clínica y valores del paciente que el terapeuta ha de tomar en consideración ante cualquier tratamiento. Dada la complejidad de esta tarea no es de extrañar las dificultades para incorporar los resultados de la investigación a la práctica clínica, aunque aquí me centraré en el proceso inverso: la aplicación del conocimiento clínico a la investigación. Inicialmente, el proceso de traslación del conocimiento se entendió como la transferencia de información desde los investigadores a los clínicos. No obstante, esta visión se ha ido enriqueciendo al conocerse su complejidad y su diversidad según la disciplina y el contexto social del tratamiento. La investigación traslacional es un proceso recursivo consistente en integrar los resultados de las investigaciones científicas a la asistencia del enfermo y, a su vez, que las necesidades y observaciones clínicas orienten la investigación básica. No es este el lugar para extendernos en los diversos modelos traslacionales, pero quisiera destacar un par de puntos comunes a todos ellos: en primer lugar, la diversidad de actores intervinientes y, en segundo, la bidireccionalidad en el flujo de la traslación de conocimientos.
En cuanto a la diversidad de actores, debe tenerse en cuenta que en el sistema de prestación asistencial y de generación de conocimiento no solo deben intervenir clínicos e investigadores, sino también planificadores y pacientes. En cuanto a la participación del paciente, el clínico desempeña un papel destacado en el proceso de su empoderamiento. Desde la proximidad con el paciente se advierten las ventajas e inconvenientes de los tratamientos y las necesidades no cubiertas por la asistencia. Esta información debe reintroducirse en el sistema de generación de conocimiento y, por su cercanía, el clínico está en condiciones óptimas para recoger y para canalizar la percepción del paciente sobre el tratamiento que realiza y para facilitar su inclusión en las instancias de planificación y financiación de la investigación.
En segundo lugar, señalemos que, en último término, es la bidireccionalidad la que permite una mejora continua de la efectividad y aplicabilidad de los tratamientos. Esto incluye considerar la variabilida