: Markus Gabriel
: Sentido y existencia Una ontología realista
: Herder Editorial
: 9788425438455
: Biblioteca de Filosofía
: 1
: CHF 23.00
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: Allgemeines, Lexika
: Spanish
: 592
: kein Kopierschutz
: PC/MAC/eReader/Tablet
: ePUB
'Sentido y existencia', obra principal de Markus Gabriel, aborda el tema de la validez y los límites de la ontología y la metafísica con un extraordinario conocimiento tanto de la historia de la filosofía como de la moderna teoría de la ciencia. La ontología moderna, desde Kant, nos ha familiarizado con la idea de que 'existencia' no es un concepto que contribuya a determinar las propiedades de un objeto. Pero si la existencia (el ser) no es una propiedad del objeto, ¿qué es? Markus Gabriel se enfrenta a este problema con su ontología de los campos de sentido. Según él, existir significa aparecer en un campo de sentido. Esta tesis va inherente a un radical 'pluralismo ontológico'. Gabriel parte de la experiencia preontológica de una pluralidad de campos de sentido y rechaza la idea de una totalidad en la que están insertos los diversos campos de objetos, junto con el sentimiento oceánico de unidad con ella. Esa unidad queda suplantada por una proliferación transfinita de campos de sentido. Dicho con toda brevedad, en'Sentido y existencia' Gabriel niega que haya un mundo unitario, un mundo que podamos presentar en una 'imagen' o captar en una 'intuición'. Con ello se abren grietas en conceptos como 'orden del mundo', 'universo', 'ciencia en general' e incluso 'razón'.

Markus Gabriel (Remagen, 1980) es un joven filósofo alemán, creador de una nueva corriente filosófica a la que él ha denominado 'Nuevo realismo'. A los 29 años obtuvo la Cátedra de Epistemología, filosofía moderna y contemporánea en la Universidad de Bonn y ha sido profesor visitante de la Universidad de California en Berkeley. Es director del Centro Internacional de Filosofía de Alemania y ha publicado diversos libros, algunos de ellos traducidos al español.

Introducción

A pesar de la previsión de una época posmetafísica anunciada de diversas maneras en los últimos siglos, la ontología y la metafísica gozan nuevamente de alta estima desde hace tiempo. Hay para esto una serie de razones. Muchas de esas razones se alimentan del supuesto, desaparecido entre tanto, de que la respuesta a la pregunta de qué existe (o de qué existerealmente) puede delegarse con éxito a las ciencias naturales. Dentro de la línea de Kant, la crítica de la metafísica comenzó a ponerse en marcha por el hecho de que parecía posible excluir cuestiones de existencia en la reflexión filosófica, esgrimiendo que esta analiza solamente nuestras vinculaciones ontológicas más generales. A este respecto Kant puso en juego la grave formulación de que las estructuras categoriales, que antes la ontología creía descubrir, en verdad son «meros principios de exposición de los fenómenos» y en consecuencia

también el engreído nombre de una ontología que pretende ofrecer un conocimiento sintéticoa priori sobre las cosas en general en una doctrina sistemática [...] tiene que dar paso al más discreto de una mera analítica de la razón pura.1

En otros pasajes él entiende la ontología como «la ciencia de las propiedades generales de todas las cosas».2 Esto puede entenderse en el sentido de que con ello Kant argumenta contra la posibilidad de ofrecer una teoría de todas las cosas en general, que no solo sea universal de manera absoluta, sino que además nos proporcione nuevos conocimientos (sintéticos) sobre todas las cosas, en cuanto investiga sus propiedades generales.

Recientemente, entre otros Hilary Putnam, aunque con argumentos formulados de otro modo, enEthics without Ontology [Ética sin ontología] hace un planteamiento semejante cuando, con sus conocidas razones, quiere perfilar su ontología mediante conceptos de la relatividad, para mostrar que no hay un inventario general de la realidad fijado para siempre, y así parece que tampoco puede haber ninguna propiedad totalmente general de las cosas.

Con ello Putnam sin duda está al final de la historia de la crítica de la metafísica desde Kant, la cual recurre siempre a que nosotros no podemos conocera priori desde el sillón cómo está hecho el mundo o la realidad en conjunto. Es obvio que Kant, en sentido estricto, argumenta sobre todo contra una ontología de las cosas, la cual supone que nosotros podemos formular juicios (sintéticos)informativos sobre todas ellas, pues vincula la «realidad» a una experiencia posible, y así pone a buen recaudo que todo lo que es real puede conocerse (bajo condiciones idealizadas). En lugar de pensar que con ellode hecho estamos ya en condiciones de emitir juicios sintéticos sobre todo lo que existe en general (sobre todas las cosas), a partir de los cuales puede deducirse saber (justificable, o sea, un tener por verdadero «con suficiente base tanto subjetiva como objetiva»),3 habríamos de mirar con lupa nuestro vocabulario cuando nos hace creer que hemos captado lo real con las estructuras categoriales fundamentales de una realidad universal de todas las cosas, siendo así que en verdad a la postre estamos siempre limitados a esbozar modelos o imágenes del mundo. Estos, dice Putnam, quedan unificados por el hecho de que dirigen el curso metódico de nuestra adquisición de conocimiento empírico. De acuerdo con ello, en el plano metódico nosotros sin duda hemos de contraercompromisos ontológicos, pero estos nunca permiten una conclusión acerca de cómo son las cosas en sí, acerca de qué son lasverdades ontológicas.4 En consecuencia estas, tal como Hegel advirtió en su crítica a Kant, se desplazan potencialmente a la lejanía de un más allá que no podemos conocer.

Reflexiones a la manera kantiana conducen hacia unantirrealismo ontológico. En este, desde mi punto de vista