: Edgar Morin
: Mi camino La vida y la obra del padre del pensamiento complejo
: Gedisa Editorial
: 9788497845571
: Biografías
: 1
: CHF 13.20
:
: Biographien, Autobiographien
: Spanish
: 248
: DRM
: PC/MAC/eReader/Tablet
: ePUB
He aquí el camino de un hombre. He aquí el pensamiento que se forma en el curso de este andar y que ha producido una gran obra. Este recorrido ha sido constante, completado dentro de una curiosidad jamás saciada, un cuestionamiento incesante, un vínculo permanente entre la vida y la obra, una lenta gestación del pensamiento complejo, pero a la vez acompasada por los recomienzos y renacimientos que han puntuado su vida cada diez años. Este libro de entrevistas que la periodista Djénane Kareh Tager realizó Edgar Morin a muestra la unidad de una obra a través de su diversidad, la unidad de una vida en sus peripecias. En Mi camino, es el hombre quien habla sin ocultar sus emociones ni sus pasiones. Nos cuenta su propia experiencia de la vida, del amor, de la poesía, de la vejez, de la muerte. 'El sentido de nuestra vida es el que elegimos entre todos los sentidos posibles y el que elaboramos durante nuestro propio camino. El sentido de mi vida tiene dos fases. La primera es la curiosidad. Hasta ahora mi curiosidad se ha mantenido despierta; el inconveniente ha sido la dispersión, pero esa curiosidad me ha vuelto capaz de adquirir las ideas y los conocimientos que convenían a mi necesidad de centro. La otra fase del 'sentido' de mi vida se vincula con el amor, la amistad, la belleza, la alegría, los sentimientos. Dar un sentido a su vida, para mí, es vivir poéticamente cultivando la fraternidad. Tal es de hecho mi evangelio de la perdición: estamos perdidos en el Universo, no sabemos por qué estamos aquí, por qué el mundo existe. Somos pobres diablos marcados por la tragedia, seres sufrientes embarcados en nuestro pequeño planeta. ¡Tengamos un poco de compasión unos por otros! ¡Seamos hermanos, ya que estamos perdidos y no porque seremos salvados!'

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Vidal


Cuando muere su madre, le queda una familia numerosa: los Nahum, por el lado paterno, los Beressi, por el lado materno. ¿Quiénes son esos judíos sefardíes de Tesalónica, a medio camino entre Oriente y Occidente, que llegaron a Francia a principios del sigloXX?

Como muchos sefardíes, mis antepasados paternos habían sido expulsados de España en 1492 y se establecieron primero en Livorno (Italia), antes de llegar a Tesalónica, el gran puerto macedonio del Imperio otomano. Mis antepasados maternos eran de origen italiano pero también habían ido a Tesalónica a principios del sigloXIX.La comunidad sefardí gozaba de una importante autonomía dentro del Imperio. Durante el sigloXVIfue próspera, conoció un esplendor cultural, fue reputada por sus pensadores, por sus imprentas. Es en Tesalónica, en el sigloXVII,donde estaban los más fervientes discípulos de Sabbatai Zevi, que se proclamó Mesías en Izmir y suscitó la exaltación de las multitudes antes de decepcionarlas cuando se convirtió al islam. Durante el sigloXIX,fue también en Tesalónica donde las ideas laicas encontraron muchos adeptos y donde nació el partido socialista turco, en medio de los cargadores judíos. Los sefardíes tenían por idioma el castellano de sus orígenes, hablaban un poco de turco, idioma del Imperio otomano. Durante el sigloXIXmuchos hablaban francés. Durante esa misma centuria, Livorno fue un faro de la occidentalización y de la laicización de Tesalónica. Se beneficiaron de la nacionalidad italiana cuando Italia se independizó y ese estatus los situó por encima tanto de las leyes rabínicas como de las leyes turcas. Mi abuelo materno, Salomón Beressi, no creía en Dios. Mi abuelo paterno, David Nahum, había dejado de respetar estrictamente las prescripciones mosaicas, especialmente las prohibiciones del sabbat y los tabúes alimentarios. Pero mis abuelos paternos y maternos festejaban la Pascua en familia. Esto tenía para ellos un valor de pertenencia cultural y étnica a una comunidad, no el sentido de obediencia religiosa a Dios. Los Nahum (la ortografía Nahoum, nombre oficial de mi padre y, por ende, mío, proviene de un error de transcripción en el Registro Civil francés), al igual que los Beressi, no acudían habitualmente a la sinagoga y prescindieron de la música judeoespañola: escuchábamos música española o italiana y cantábamos canciones de los cafés concierto de París. Esta laicización se prolongó con mi padre. No ayunaba el día del Gran Perdón, con el argumento de que un rabino le había eximido de hacerlo a los catorce años, porque estaba enfermo, algo que él había interpretado como una dispensa de por vida. Era más o menos deísta. Desde luego, estaba circunciso, él me hizo circuncidar como signo de pertenencia más que como creencia.

¿El exilio en Francia fue vivido como algo traumático?

Más bien como una esperanza, después de que Tesalónica pasó a ser griega en 1911. Muchos sefardíes salieron entonces de Tesalónica, en ese momento y durante la primera guerra mundial. Mi padre, que nació en 1894, se fue en condiciones bastante rocambolescas a Marsella, luego a París, donde se reunió con sus padres, sus hermanos y sus hermanas.[1] Mi madre, nacida en 1901, se fue a Francia en esa misma época con su familia. Durante el exilio y las dispersiones, la familia en sentido amplio siguió siendo una comunidad muy fuerte. Los tesalonicenses habían reconstituido un micromedio: se reunían, se casaban entre ellos, hablaban castellano, las mujeres mantenían en sus casas las tradiciones gastronómicas orientales, los hombres eran comerciantes... Vidal y Luna seconocieron en París. Se casaron, vivieron un poco al margen de la comunidad, en la ca