Introducción
Javier Callejo Gallego
Umberto Eco reflexionaba hace algunos años, tras dirimir entre apocalípticos e integrados, que la generación de jóvenes que protagonizó el mayo de 1968 era básicamente la primera que había crecido con las imágenes de latelevisión de fondo doméstico. Por lo tanto, se deducía, los temores sobre lacapacidad absorbente, homogeneizadora y acrítica del medio eran infundados. La pantalla de televisión estaba allí, irrebatible e inexorablemente, pero la vida cotidiana, los conflictos sociales y los problemas del día a día explotaban de igual manera, sin que hubiera pantalla que los frenara. A lo sumo, servía para dar mayor relieve al acontecimiento o grabarlo en nuestras retinas. Pero la generación de la pantalla televisiva era crítica, activa, rebelde. Al menos, tan crítica o acrítica, activa o pasiva, rebelde o conservadora, como sus antecesoras, sin que pudiesen atribuirse al consumo del medio de comunicación consecuencias en la génesis y desarrollo, más alláde lo instrumental, de tales actitudes. Sin embargo, no por llegar a talesconclusiones se calmaron las inquietudes de las sociedades: esa sensación de que algo estaba pasando, en clave generacional, con la relación con los medios de comunicación; la sensación de que quienes crecían bajo el paraguas del consumo de un medio de comunicación eran necesariamente distintos de quienes habían crecido antes bajo el paraguas de otros medios de comunicación.
La percepción general de que la comunicación mediada estaba cambiando nuestras sociedades está presente desde el mismo comienzo de la modernidad; pero con la extensión de cada nuevo medio en las propias sociedades, extensión cada vez más acelerada, tal percepción se ha intensificado. Evoluciones de las sociedades que parecen, además, aumentar la heterogeneidad de las mismas en función de la propia relación con la comunicación mediada. Aparece así la sombra de una estructura y una estructuración de la sociedad en las que las relaciones que tienen distintas categorías sociales con los medios de comunicación tienen mucho que decir. Sobre todo, en clave de intensidad-velocidad de adaptación a la propia evolución del sistema de comunicación mediada. Categorías que se adaptan tan rápidamente que se convierten en protagonistas de tal evolución. Categorías que, socialmente más rígidas o fijadas en rutinas de fases anteriores del sistema de comunicación mediada, presentan mayores dificultades para tal adaptación. Entre las primeras, sin duda, los adolescentes, que parecen marcar, además, la forma de adaptación a las transformaciones del sistema de comunicación mediada.
Los adolescentes actuales crecen con la pantalla de televisión, ahora en su habitación, y posiblemente con tres o cuatro pantallas más: la de los ordenadores de casa y la escuela, la del teléfono móvil o celular, la que dedican a los videojuegos y, aquellos con mayores recursos familiares, la del video de los asientos de atrás del coche o la de latablet. Su ecosistema tiene tanto oxígeno como imágenes a través de las pantallas. La presente compilación de textos escritos por distintos autores intenta dar una visión plural del fenómeno: desde distintos ámbitos de las ciencias sociales, desde distintos países, tomando como referencia distintos medios y, por lo tanto, distintas pantallas, desde distintas formas de aproximación empírica y desde distintas concepciones teóricas y estilos retóricos. Se propone así una introducción en el fenómeno de la relación de los jóvenes y adolescentes con los medios de comunicación desde la diversidad.
Dada la relevancia que se da en el libro a la observación empírica de la relación entre adolescentes y medios de comunicación, el primer trabajo se centra en algunas de las características de esta observación, tan socialmente legitimada por su objeto. Para ello,