Prólogo del autor
Los problemas concernientes al nacimiento y a la muerte suelen aparecer, en la bibliografía disponible, dentro de libros de «ética aplicada» o en ensayos de «bioética». Pero esto sugiere que la ética ya está constituida y que,después,se trata tan sólo de ver «cómo se aplica» a esas cuestiones. El presente libro pretende romper ese habitual molde expositivo:nacimiento y muerte forman parte de la propia estructura teórica de la ética,de su constitución como tal, no como «meras aplicaciones» que podrían darse o no darse. Sostiene que la ética se ha constituido en base a respuestas no explicitadas, de carácter fundamental, a esas dos cuestiones: nacer y morir.
Alguien consideró una vez laIntroducción a la lógica formal de Alfredo Deaño como una «lógica para niños». En cierta forma, quisiera que el presente libro fuese considerado una «ética para niños». En efecto, las preguntas —a menudo irritantes— que la obra formula, son las preguntas básicas de la vida como suelen aparecer en las testarudas y monótonas preguntas de los niños: ¿para qué estamos aquí?, ¿para qué vivir?, ¿por qué hay que morirse?, ¿por qué no podemos matar a la familia?, ¿por qué tenemos que amar a nuestros padres?, ¿por qué no nos matamos?, ¿por qué nos han traído al mundo?, etc., y están planteadas exactamente con la misma crueldad inocente del niño. Eso será, sin duda, exasperante para los éticos adultos que quisieran, prontamente, superar la etapa de las preguntas de niño para analizar «la grave crisis moral de nuestro tiempo», esto es, las cuestiones políticas, ecológicas, diplomáticas, militares, etc. Estas cuestiones adultas no interesan al niño, y no interesan tampoco al presente libro. Los filósofos y los poetas comparten con el niño la insoportable convicción de que la vida es una historia mal narrada, y de queninguna «gran cuestión», de las que hablan los periódicos y sobre las que discuten las superpotencias, será capaz de apagar las llamas del Origen. En este sentido, el niño tienesu madurez. Toda la «ingenuidad» y espíritu infantil que transmite el libro es rigurosamente intencionada, precisamente porque una de sus tesis es que el pasar directamente a esos «grandes problemas éticos de nuestro tiempo»,