ADVERTENCIA
En el momento en que entregaba este volumen, listo ya para la imprenta, se dio a conocer el borrador de la Constitución europea, con el «preámbulo» del que todos los periódicos del 29 de mayo de 2003 dieron amplia información, acompañado de vivas discusiones que se prolongaron durante varios días.
Mientras estaba redactando este libro tuve conocimiento previo de la totalidad del material contenido en los distintos títulos del borrador, pero no del preámbulo que, en su redacción actual, constituye una novedad. Y precisamente sobre el contenido de dicho preámbulo creo necesario hacer algunas breves consideraciones en esta «Advertencia», puesto que sorprendentemente ese preámbulo contiene notables lagunas, y revela además una inspiración puramente «burocrática» y «aséptica», con un fondo estructuralmente «relativista» y, por tanto, esencialmente «nihilista», oculta por una engañosa máscara, dorada en apariencia, pero en realidad de baja ley.
Ese preámbulo confirma, a mi entender, la necesidad de llamar la atención de los lectores acerca de los puntos clave a los que el presente volumen está dedicado, ya que parece que son ampliamente desconocidos, o poco entendidos desde el punto de vista históricohermenéutico: 1) para entender qué es Europa hay que comprender a fondo cuáles han sido sus raíces culturales y espirituales; 2) además de la necesidad de crear una «Constitución europea», se impone la necesidad de re-crear un nuevo «hombre europeo», con las consecuencias que todo esto implica; 3) una Constitución se puede y se debe renovar y reconstruir, pero sólo podrá hacerse de forma provechosa si se prepara espiritualmente al «constructor»; 4) no es la Constitución la que crea al ciudadano sino al revés, es el espíritu del ciudadano (y el espíritu de sus representantes) el que crea la Constitución y la hace eficiente; la recuperación del valor del hombre como «persona» es imposible si se separa al hombre de un Valor supremo del que depende.
No pretendo entrar aquí en cuestiones de carácter político o técnico, sino que prefiero concentrarme en los conceptos expresados en el «preámbulo», a fin de poner de relieve los considerables «agujeros negros» que presentan.
Al comienzo se cita el siguiente texto de Tucídides: «Nuestra constitución es llamada democracia porque está en manos no de una minoría sino de todo el pueblo». Si se considera aisladamente, suena bien; pero en el contexto originario no tiene el mismo significado universal y fuerte («democracia», en la acepción que tiene en el libro II de las Historias de Tucídides, no equivale a «libertad»), y por tanto habría sido mejor elegir otra frase epigráfica (como ha destacado Luciano Canfora en una nota publicada en el Corriere della Sera del 29 de mayo de 2003).
También resulta desconcertante lo que se dice acerca de los valores de referencia, cuya enumeración parece seguir un procedimiento «fragmentario»: «Europa es un continente de civilización; sus habitantes han desarrollado en él los valores del Humanismo: la igualdad, la libertad, el respeto de la razón, inspirándose en la herencia cultural, religiosa y humanística de Europa, alimentada ante todo por la civilización grecorromana y más tarde por la filosofía de la Ilustración, que fijaron en la sociedad la percepción del papel central de la persona humana y del respeto al derecho».
Como muchos han destacado inmediatamente, no hay ninguna referencia al cristianismo, que –como veremos a lo largo de la presente obra basándonos en una documentación precisa– ha sido el eje de sostén espiritual del que nació y a partir del cual se desarrolló Europa.
Se alude a una «herencia religiosa», aunque se inserta entre la apelación