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«Estas son las únicas ideas verdaderas:
las ideas de los náufragos.
Lo demás es retórica, postura, íntima farsa».[1]
José Ortega y Gasset
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Hace casi veinticinco años di en Cincinnati una serie de charlas en las que intentaba emparentar la sabiduría delPrograma de los doce pasoscon lo que san Francisco llamara «la médula del Evangelio».[2]Me asombró cuán evidente y fácil era mi tarea, y a la vez que no fuera igual de evidente para los seguidores de uno y otro mensaje. Con este librito voy a ver si consigo que lo que parece evidente resulte un poco más evidente todavía.
Los seguidores del citado programa de los doce pasos a veces pensaban que abandonaban la iglesia cuando asistían a las reuniones del miércoles por la noche en el sótano, y muchos de los que estaban arriba, en el santuario, suponían que sus preocupaciones eran «más elevadas» o, en cualquier caso, diferentes a las de «esas personas con problemas» de allí abajo. Pero la semejanza de los mensajes entre las dos enseñanzas me ratifican en mi convicción de que nos encontramos ante una inspiración común por parte del Espíritu Santo y del mismo inconsciente colectivo. En efecto, yo sigo convencido de que, a nivel práctico (léase «transformacional»), el mensaje evangélico de Jesús y el mensaje de los doce pasos de Bill Wilson son el mismo mensaje a grandes —y también en algunos pequeños— rasgos, como intentaré hacer ver a lo largo del libro (por cierto, yo suelo citar a Bill Wilson como autor de los «doce pasos» y del denominadoLibro grandede los Alcohólicos Anónimos [AA], si bien soy consciente de que existen algunas dudas en cuanto a la autoría en cuestión).
Mis citadas conferencias se llamaban «Respi