La moral como anomalía
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Antonio Valdecantos
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La moral como anomalía
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Herder Editorial
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9788425427169
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Pensamiento Herder
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1
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CHF 9.70
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Allgemeines, Lexika
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Spanish
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308
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kein Kopierschutz
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PC/MAC/eReader/Tablet
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ePUB
Nuestra época padece sobredosis de moral. La cultura contemporánea ha creído de manera tan precipitada como pueril en que a los males de este mundo se opone toda una robusta batería de normas, valores, criterios y principios, llamados morales, que son los que tendrían vigencia si la humanidad fuera racional, benéfica, atenta y cuidadosa. Aunque abundan las disputas sobre cómo describir todo lo anterior y sobre qué hacer para perfeccionarlo, no suele haber dudas sobre su existencia o, por lo menos, sobre la conveniencia de que exista. Pero quizá esté llegando la hora de desintoxicarse de tantp exceso. En este libro, provocativo y audaz, se sostiene que la moral no es un sistema de normas sino un laberinto de anomalías. Comprende cuatro ensayos sobre otros tantos aspectos del funcionamiento de la moral y, usando como hilo conductor la noción de responsabilidad, muestra que lo esencial de esta idea (y de los demás conceptos morales) son sus excepciones y sus quiebras. La moral que merece la pena no proporciona valores seguros ni orientaciones útiles. No le arregla la vida a nadie: más bien se inventó para complicarla irremediablemente.
PRÓLOGO
Este libro no propone una contribución más o menos original o ecléctica al progreso de la filosofía moral, sino una revisión de varios de los supuestos esenciales de dicha disciplina y de algunas de las creencias más arraigadas entre sus cultivadores. No se ubica, de hecho, en ninguna corriente o escuela particular ni es fruto de la preocupación por tomar partido en lo que suele llamarse la discusión contemporánea. En realidad trata sobre asuntos muy viejos y nada actuales, que no interesarán mucho a quien se apasione por estar al día y presuma de ser un hombre o una mujer de su tiempo. La relación de la filosofía con el presente es demasiado tormentosa e incierta para que quepa confiar demasiado en el trillado tópico de que el pensamiento tiene como fin iluminar la autoconciencia de la propia época. En caso de que la filosofía sirva para entender lo que nos ocurre o para aclararlo, semejante hallazgo habrá de ser el efecto no intencionado de haber buscado otro fin, porque la comprensión adecuada del presente no es un logro que quepa obtener a base de proponérselo. Entender medianamente cualquier cosa implica sobre todo verla como algo que no tiene nada que ver con lo que se suponía que la cosa era cuando no se la entendía, y de esa condición no está claro que haya de librarse el presente. Quien quiera comprender el propio tiempo hará bien, por tanto, en intentar otro propósito.Aquí no nos ocuparemos del estado presente de las cuestiones habitualmente tenidas por morales, sino más bien de algunas de las creencias tácitas gracias a las cuales esas cuestiones son objeto de discusión seria y hasta de disputa apasionada. Para entender el tiempo en que uno vive, el primer paso es extrañarse de él y acostumbrarse a no reconocerlo como propio, ni en materia de moral ni en ninguna otra.
Aquello a lo que llamamos moral tiene doble faz, y está engañado quien se olvide de alguna de sus caras. Hay un rostro oficial de la moral o si se quiere una máscara y otro secreto y apenas reconocido. En su versión oficial la moral es un conjunto sistemático de mandatos universales que responsabiliza a todos de su cumplimiento, obligando a tomar la propia persona como intercambiable por la de cualquiera y la de cualquiera por la propia, y esto sin constricción exterior: como una obligación libremente surgida de uno en su fuero interno, en una interioridad que, aun siendo propia, es imparcial e impersonal.Tan prestigiosa institución puede resultar, según gustos y doctrinas, sublime, antipática, imprescindible, ominosa o estúpida, pero lo cierto es que, con aprobación o sin ella, por moral se entiende algo muy parecido a lo anterior. El conjunto de obligaciones llamado moral adopta la forma de un orden sistemático e inexorable, de una naturaleza duplicada, una segunda naturaleza que puede concebirse como opuesta a la ordinaria (al mundo constituido por aquello a lo que se llama hechos) o como la propia naturaleza ordinaria llevada a su plenitud. La forma oficial de la moral es la de
un mundo
distinto del dado y en el que el mundo dado está obligado a transformarse o, si se prefiere, la forma íntima y genuina del mundo, la que este muestra cuando se lo depura de sus vicios