PRÓLOGO
APARECIDA: UNA MÍSTICA DE OJOS ABIERTOS
Ana María Schlüter Rodés
Al leer este libro, de una gran riqueza, me vino a la memoria una leyenda popular rusa, según la cual la Madre de Dios desciende al infierno, acompañada en este doloroso camino por el arcángel Miguel. Ve el inmenso sufrimiento que padecen los que están allí y cae de rodillas pidiendo clemencia para todos sin excepción. No consiente que ni uno solo quede excluido de la salvación y, a través de este acto de solidaridad total, hace posible la salvación hasta de los más perdidos.
Según el profesor emérito de lenguas eslavas de la universidad de Lovaina, Ton Lathouwers, esta leyenda ortodoxa, que juega un papel importante enLos hermanos Karamazov, de Dostoievski, está emparentada con el mito muy conocido del budismo Mahayana, según el cual Kuan Yin, «la que escucha los gemidos de los que sufren», desciende igualmente a la oscuridad más profunda para salvarlos.
En la tradición ortodoxa rusa es la Madre de Dios la que «escucha los gemidos de los que sufren» y es garante de compasión incondicional. Esta leyenda une, de un modo directo, dos tradiciones religiosas muy diferentes, la ortodoxa rusa y la budista. Tanto el himno a la Madre de Dios, el Akáthistos, como el sutra de Kuan Yin son cantos de alabanza a la sabiduría llena de compasión y misericordia, refugio de todos los que sufren. Junto con el corazón de Jesús, también «el corazón de María es la patria de todos los que, en el paso por la tierra, no encuentran verdadera ciudadanía, con todos sus derechos respetados» (cf.infra, p. 206).
Es un elocuente ejemplo más de que «las semillas del Verbo se encuentran en el corazón de cada persona y en el corazón de cada cultura», como dice Alfredo J. Gonçalves, hablando del rostro sufriente de los migrantes (cf.infra, p. 196).
A la V Asamblea General de la Conferencia Episcopal Latinoamericana (CELAM), estuvo invitado, en representación del Patriarcado Ecuménico de Constantinopla, monseñor Tarasios, arzobispo griego ortodoxo de Buenos Aires y de América del Sur. Además de la Iglesia oriental ortodoxa asistieron «observadores» de otras confesiones cristianas presentes en el continente: la anglicana, la luterana, la reformada, la bautista y la pentecostal. En el presente libro, el diálogo ecuménico entre diferentes confesiones cristianas y el diálogo interreligioso, giran con «mirada maternal de Dios» en torno al sufrimiento humano.
Para ello basta ver, por ejemplo, el saludo de los observadores de la tradición evangélica ante la V Asamblea General delCELAM, leído por el pastor Néstor Míguez, y la intervención del rabino Claudio Epelman en nombre del judaísmo, que concluyó con la bendición: «Bendito eres Tú, Dios nuestro, Rey del Universo, que nos diste la vida, nos sostuviste y nos permitiste llegar a este momento» (cf.infra, p. 76).
María enseña a guardar en el corazón acontecimientos y palabras imposibles de entender. El silencio de su corazón y de cualquiera es «el taller o el útero de la Palabra» (cf.infra, p. 205) y de una acción en que el verdadero actor es el Espíritu Santo. Dicho de otra manera, la contemplación es la fuente de una acción auténticamente humana, pues «ayuda a situar nuestro esfuerzo en la verdadera y real profundidad de la acción divina que impulsa silenciosamente la historia».1
Santa Teresa, enLas moradas, dice que de la un