Prefacio
Dado que toda investigación concerniente a la religión es de la máxima importancia,
hay dos temas en particular que reclaman nuestra atención, a saber, el que se refiere a su
fundamento en la razón y el que tiene que ver con su origen en la naturaleza humana.
DAVID HUME,Historia natural de la religión
Este libro es un intento de promover el debate sobre uno de los temas más fascinantes y cruciales en torno a la relación entre la religión y las ciencias naturales que, 250 años después de Hume y 150 años después de Darwin, sigue siendo todavía un tema poco tratado en la vida cívica e intelectual. El debate que esperamos estimular, e incluso disfrutar, es entre aquellos interesados en la primera cuestión de Hume (sobre la exigencia racional de la religión) y aquellos que aplican la teoría evolucionista a la segunda cuestión de Hume (sobre la explicación causal de la religión). ¿Cuáles son las implicaciones religiosas y filosóficas de las recientes propuestas evolucionistas para explicar la religión? Después de más de un siglo de debate sobre las interpretaciones religiosas de la evolución, las tornas han cambiado, y ahora se nos plantean interpretaciones evolucionistas de la religión.
Para invitar a otros al debate, intentamos superar varios obstáculos. En primer lugar, simplemente discutir la segunda cuestión de Hume, y, de manera general, examinar la dimensión de significado-atribución de la cultura humana a través de los métodos de inferencia de mecanismos de las ciencias naturales, parece poner nerviosa a mucha gente. Por un lado, todos somos reacios a que se expliquen nuestras creencias –desde proposiciones matemáticas hasta principios morales– en términos que no hacen referencia a la verdad, sino a la causa de dichas creencias. Por otro lado, ha habido un legado de explicaciones con intereses ocultos de la religión –desde Feuerbach hasta Marx y Freud– que de alguna manera rebajan el valor de estos modos de explicación totalizadores. Sin embargo, en las últimas décadas, e incluso en los últimos años, avances significativos en ambas áreas interdisciplinares –ciencia cognitiva y teoría evolucionista– han abierto el debate a nuevos enfoques empíricamente fundamentados e inmensamente fructíferos. Tenemos la fortuna de contar con un gran número de contribuyentes en estas áreas participando en este libro.
En segundo lugar, parece haber una ambivalencia persistente sobre cómo las explicaciones evolucionistas, en particular, deben participar en este debate. En parte, esto refleja el hecho de que la teoría evolucionista solo recientemente ha mejorado sus herramientas para hacer frente a estas cuestiones y que un nuevo interlocutor (la teoría evolucionista) amenaza a los gremios existentes. Pero, además, dentro de la misma biología evolucionista ha habido controversias prominentes y virulentas sobre si las tendencias centrales de la cognición humana y la cultura son tratables desde explicaciones darwinianas y, si es el caso, qué herramientas aplicar. El campo emergente de los estudios evolucionistas de la religión ofrece la promesa de un enfoque más prudente y ecuménico a estas cuestiones. Y, de nuevo, somos afortunados por tener contribuyentes en este libro que representan un amplio espectro de perspectivas de las ciencias evolucionistas y del comportamiento.
En tercer lugar, y lo más importante, el diálogo entre el pensamiento evolucionista y el religioso es notoriamente turbio, y muestra rasgos de incivilidad y desconfianza. A pesar de la lamentable politización del conflicto religión-evolución en algunas regiones del mundo, existen claramente dos razones generales para esta desconfianza, ambas relacionadas con la primera cuestión de Hume. La primera razón es el hecho de que muchos pensadores religiosos han dejado muy bien atado el intento de reforzar las razones que subyacen a las creencias religiosas –principalmente a través de argumentos sobre el diseño– a un rechazo mayoritario de la evolución. Esta es una opción que no consideramos en este libro. Por otra parte, y más recientemente, algunos exegetas prominentes de la teoría evolucionista se han casado con la aserción de que no existen razones para la creencia religiosa.1 Este es un tema que discutimos, tanto como una asunción como una conclusión vinculada a los enfoques evolucionistas de la religión. Somos particularmente afortunados por contar con contribuciones de académicos que representan perspectivas naturalistas y teístas variadas,