1. Pol Pot
Un halo dorado coronaba Prek Sbauv, un pueblo habitado por unas quince familias, al borde del río Sen, en el noreste de Camboya. Algunas barcazas de pesca ya habían abandonado la orilla para subir hacia el lago Tonlé Sap, donde abundaba el pez gato. Cuando pasaron delante de la casa de pilotes más grande, ubicada en la orilla decorada con buganvillas exuberantes, los pescadores escucharon unos gemidos prolongados. Un hombre vestido de negro, elkru’u (brujo) del pueblo, se dirigía de prisa hacia la casa de la que provenían los gritos. Detrás de él, una matrona que haría de partera llevaba una cesta llena de sábanas, inciensos y velas, todo destinado a calmar los ánimos.
La esposa de Phem Saloth estaba a punto de parir a su octavo hijo.
Saloth Sar, el «Blanco», así llamado por su semblante pálido heredado de sus ancestros chinos, nació en marzo de 1925, un año situado bajo el signo del búfalo. Tal como se acostumbraba, la madre inscribió su nombre en una de las paredes de la casa y predijo: «Mi hijo será como este animal: perseverante y organizado. Inspirará confianza en los demás, pero no tendrá piedad para vengarse si se siente traicionado...». Un rasgo de la personalidad que, cincuenta años después, se transformaría en un delirio paranoico cuando Sar, devenido Pol Pot, fuera el jefe de los Jemeres rojos —un déspota obsesionado por los complots y las traiciones, responsable de más de dos millones de muertes—.
Entre dos mundos
Por el momento, el recién nacido cuyo destino aún no estaba escrito, era tranquilo y colmaba a su madre de esperanza. Antes de su nacimiento, otros tres hijos habían muerto siendo muy pequeños, dos niños y una niña. Sok Nem sentía más nostalgia que tristeza; para los budistas jemeres la vida de aquí abajo es sólo una etapa de una larga procesión de encarnaciones sucesivas. Las almas de los muertos habitan el mundo invisible, que los camboyanos desde muy jóvenes aprenden a temer y honrar. La más importante de estas entidades esNeak Ta, el ancestro fundador del pueblo o la aldea, el primero que labró la tierra para cultivarla y fundar allí la comunidad. Saloth Sar apenas había aprendido a caminar y ya debía hacer ofrendas de frutas y agua perfumada para esa deidad tutelar, así como a sus propios ancestros, y se inclinaba con temor delante de sus restos conservados en lastupa (túmulo) erigida detrás de su casa. Sok Nem era una mujer piadosa, muy respetada en su comunidad, que procuraba que sus hijos fueran fieles a sus raíces étnicas y espirituales. Le inculcó a Saloth Sar, al igual que a sus cuatro hermanos y a su hermana, un amor incondicional por su tierra natal, elsrok, una conquista de los campesinos a la naturaleza. Pero también los crio con leyendas atemorizantes sobre los poderes oscuros que dominaban el bosque... y sobre las tribus ancestrales y guerreras que se habían instalado allí.
Los primeros años de Sar se sucedieron entonces colmados de un éxtasis infantil, mezcla de terror y fascinación, entre la perspectiva domesticada de los arrozales y la sombra primordial de la jungla.
Siempre conservó un profundo respeto por esas dos facetas de su identidad nacional: la fuerza campesina y la preponderancia de la agricultura en la construcción del país, pero también por los orígenes «salvajes» y fantásticos del pueblo je