: Josep M. Esquirol
: Uno mismo y los otros De las experiencias existenciales a la interculturalidad
: Herder Editorial
: 9788425433597
: 1
: CHF 7,90
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: Allgemeines, Lexika
: Spanish
: 168
: kein Kopierschutz
: PC/MAC/eReader/Tablet
: ePUB
¿Tiene algo que ver la experiencia de uno mismo con el conocimiento de unna cultura ajena?, ¿puede la propia experiencia de soledad y vacío servir de 'puente intercultural'?, ¿por qué el autoexamen y la actitud crítica pueden considerarse como la mejor ética intercultural? Convencido el autor de que los mayores tesoros no debemos buscarlos en países lejanos, sino en lo más hondo de nosotros mismos y en nuestra relación con los demás, J.M. Esquirol lleva a cabo una reflexión sobre las que llama experiencias existenciales: identidad, alteridad, diálogo, solidaridad, soledad y problematicidad. El resultado es una profunda propuesta filosófica de camino a la interculturalidad.

Josep M. Esquirol es profesor de Filosofía en la Universidad de Barcelona, director de la Fundación Epson y del grupo de investigación: Ética de la ciencia y la tecnología. Asimismo, es autor de numerosos trabajos sobre filosofía contemporánea, entre los que cabe destacar Tres ensayos de filosofía política (1996) y La frivolidad política del final de la historia (1998).

 

INTRODUCCIÓN

Con mi experiencia propia encuentro bastante
para hacerme sabio, si de ella fuera buen estudiante.

MONTAIGNE,Ensayos, Libro III, XIII

¿Tiene algo que ver la experiencia de la extrañeza de uno mismo con el conocimiento de una cultura ajena?; ¿constituye la experiencia de la soledad y del vacío un «puente intercultural»?; ¿por qué el autoexamen y la actitud crítica pueden considerarse como la mejor ética intercultural? Éstos son algunos de los interrogantes que he planteado en este ensayo. Mi intuición es que muchas de las cosas que hoy día comentamos acerca de la interculturalidad pueden y deben ponerse en relación con algunas de las experiencias humanas más fundamentales. Si así se hace, no sólo evitamos caer en el error de descubrir mediterráneos, sino que damos a esas temáticas la profundidad que merecen.

Lo oportuno de este intento de profundización salta a la vista si se atiende a lo muy a menudo que se menciona hoy día la interculturalidad o se alude a ella (abundando, por ejemplo, en la bondad de las relaciones interculturales, en que es necesario abrirse a otras culturas y deshacernos de prejuicios occidentales, etc.), o si se advierte qué poco se ha hecho por justificar reflexivamente tantas afirmaciones, mientras sólo se procura que suenen bien y no desdigan de lo políticamente correcto. En otros términos: con demasiada frecuencia el discurso de la interculturalidad no pasa de ser muy superficial; un conglomerado de propuestas «generosas» que pretenden contrastar con actitudes cerradas, dogmáticas o «eurocentristas», pero que, a fin de cuentas, no abonan lo bastante como para llegar hasta lo más rico y a la vez problemático.

Mediante la filosofía, lo que podría llamarse «ética intercultural» puede ser abordado desde diversos flancos, abarcando niveles conexos entre sí pero sin dejar de ser distintos. Tendríamos así, por ejemplo, por un lado, la temática relativa al pluralismo, la democracia y la ciudadanía en una sociedad multicultural (temática tratada en las últimas décadas por autores como Taylor, Rawls, Habermas, Kymlicka, Parekh o Sartori) y, por otro lado, una exploración que, sin abandonar el horizonte de tales cuestiones sociopolíticas, versa sobre las experiencias fundamentales que subyacen y sostienen la mayoría de los discursos tocantes a interculturalidad y multiculturalismo. Me refiero a experiencias como la de la «identidad», el «reconocimiento», el «diálogo», el «encuentro», la «solidaridad», etc., las cuales tienen sin duda que ver con las normas ético-políticas de las sociedades pluralistas, pero que, incluso al margen de la finalidad normativa, pueden ser en sí mismas objeto de explanación filosófica. Precisamente este tipo de explanación es el que aquí voy a intentar.

Donde siempre podemos cavar más a fondo es en el interior de nuestras vidas concretas. Los mayores tesoros no habremos de ir a buscarlos en países lejanos, sino en lo más hondo de nosotros mismos y de nuestra relación con los demás. De ahí que ya en el título hable de «experiencias existenciales». Bien sé que con esta expresión podría hacerse referencia a las vivencias en que se nos descubre íntimamente de forma privilegiada el hecho desnudo del existir; experiencias que nos revelarían con patetismo nuestra propia existencia. Sin embargo, aquí, con la expresión «experiencias exist