: Lewis Carroll
: Alicia en el país de las maravillas
: Nórdica Libros
: 9791387563523
: Ilustrados
: 1
: CHF 9.70
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: Comic
: Spanish
: 180
: Wasserzeichen
: PC/MAC/eReader/Tablet
: ePUB
Presentamos una edición ilustrada de Alicia en el País de las Maravillas, clásico imprescindible tanto para niños como para adultos. La historia nos introduce en un mundo subterráneo, anárquico y maravilloso. Abundan los personajes insólitos, los juegos de lógica, los dobles sentidos en las palabras empleadas y las situaciones absurdas.

Lewis Carroll (Daresbury, 1832 - Guildford, 1898). Charles Lutwidge Dodgson era su verdadero nombre. A los 18 años ingresó en la Universidad de Oxford, en la que permaneció durante cerca de 50 años, y en la que obtuvo el grado de bachiller. Fue ordenado diácono de la Iglesia Anglicana y enseñó Matemáticas a tres generaciones de jóvenes estudiantes de Oxford y, lo que es más importante, escribió dos de las más deliciosas narraciones de la literatura universal: Alicia en el país de las maravillas y A través del espejo. Las Matemáticas fueron su pasión. También fue un notable fotógrafo, intentando recuperar, a través de este arte, la inocencia perdida (fotografió sobre todo a niñas, como Alice Liddell).

Capítulo III

Una carrera en equipo y una historia con cola

El grupo que se reunió en la orilla tenía un aspecto realmente extraño: los pájaros con las plumas sucias, los otros animales con el pelo pegado al cuerpo, y todos calados hasta los huesos, malhumorados e incómodos.

Lo primero era, naturalmente, discurrir el modo de secarse: lo discutieron entre ellos, y a los pocos minutos a Alicia le parecía de lo más natural encontrarse en aquella reunión y hablar familiarmente con los animales, como si los conociera de toda la vida. Sostuvo incluso una larga discusión con el Loro, que terminó poniéndose muy tozudo y sin querer decir otra cosa que «soy más viejo que tú y tengo que saberlo mejor». Y como Alicia se negó a darse por vencida sin saber antes la edad del Loro, y el Loro se negó rotundamente a confesar su edad, ahí acabó la conversación.

—¡Sentaos todos y escuchadme! —gritó el Ratón, que parecía gozar de cierta autoridad dentro del grupo—. ¡Os aseguro que voy a dejaros secos en un santiamén!

Todos se sentaron, pues, formando un amplio círculo, con el Ratón en medio. Alicia mantenía los ojos ansiosamente fijos en él, porque estaba segura de que iba a pescar un resfriado de aúpa si no se secaba enseguida.

—¡Ejem! —carraspeó el Ratón con aires de importancia—. ¿Estáis preparados? Esta es la historia más árida y por tanto más seca que conozco. ¡Silencio todos, por favor! Guillermo el Conquistador, cuya causa era apoyada por el Papa, fue aceptado por los ingleses, que necesitaban un jefe y estaban, tiempo ha, acostumbrados a usurpaciones y conquistas. Edwindo y Morcaro, duques de Mercia y Northumbria…

—¡Uf! —gritó el Loro, con un escalofrío.

—Perdón —dijo el Ratón, frunciendo el ceño, pero con mucha cortesía—. ¿Decía usted algo?

—¡Yo no! —se apresuró a responder el Loro.

—Pues me lo había parecido —insistió el Ratón—. Continúo. Edwindo y Morcaro,