: Alan Moore
: El gran cuando
: NOCTURNA
: 9791387690014
: 1
: CHF 8.10
:
: Erzählende Literatur
: Spanish
: 400
: DRM
: PC/MAC/eReader/Tablet
: ePUB
«Una delicia». Mariana Enríquez «No sé si Dios existe, pero le doy las gracias por Alan Moore». Entertainment Weekly «Alan Moore es una de las grandes mentes de su generación». Rolling Stone Corre el año 1949 en Londres. Entre la niebla tóxica de la ciudad deambula Dennis Knuckleyard, un joven librero especializado en el negocio de segunda mano. Un día, en uno de sus encargos, Dennis descubre un libro que no existe. Es una obra ficticia, creada en una novela. Sin embargo, él la tiene en sus manos. ¿Cómo es posible? Dennis se ha topado con un libro del Gran Cuando, una versión mágica de Londres situada más allá del tiempo y el espacio, donde la realidad se funde con la ficción y conceptos como la poesía y el crimen se personifican en seres maravillosos y horribles. Pero ese otro Londres mágico debe permanecer en secreto; si Dennis no consigue devolver el libro a su lugar de origen, corre el riesgo de sufrir consecuencias como que su cuerpo quede del revés... o algo peor. Así comienza un viaje por las entrañas de la ciudad con un singular elenco de hechiceros, gánsteres y asesinos, y unos sucesos explosivos que podrían alterar ambos Londres para siempre. Del legendario autor Alan Moore llega El gran cuando, inicio de una fascinante serie de asesinatos, magia y locura y, en definitiva, una oda a la ciudad de Londres. La productora Playground está preparando una serie de televisión basada en la novela.

Alan Moore (Northampton, Reino Unido, 1953) nació en el seno de una familia obrera y desde joven fue un ávido lector gracias a las bibliotecas locales. Tras dejar los estudios y realizar trabajos muy variados, publicó obras como La balada de Halo Jones o V de Vendetta. Con La cosa del pantano empezó a publicar en DC, donde luego escribiría también cómics de sus principales personajes, como Superman o Batman. Fue también en DC donde publicó Watchmen, que resultó ganadora de premios como el Hugo, obtuvo una inmensa popularidad y fue elegida por la revista Time como una de las 100 mejores novelas del siglo XX. Después de publicar cómics como Un pequeño asesinato, From Hell, Promethea, La liga de los hombres extraordinarios, Top 10 o Providence, sacó varias novelas y con Iluminaciones (Nocturna, 2023) se adentró en el género del relato. Ha retornado a la novela con su serie fantástica Londres eterno, compuesta por El gran cuando (Nocturna, 2025) y otros tomos de próxima publicación. Moore ha ganado todos los premios más importantes de la industria del cómic, como el Harvey, el Kirby y el Eisner, el gran premio del Festival Internacional del Cómic de Angulema, el World Fantasy Award, el Bram Stoker y el Max und Moritz en Alemania.

EN UN PRINCIPIO,
LA MÚSICA

Sección de viento:

Detrás de la pensión, allí donde un descendente sol de invierno salpica de oro la maleza, dos hechiceros disfrutan de un té con galletas.

El más viejo de los dos se asemeja a un pájaro de aspecto delicado, con una cuidada barba blanca estilo Van Dyke. Ha perdido unos cuantos kilos y con ellos, en buena medida, su estudiada monstruosidad. Está sentado con una manta escocesa sobre las rodillas y es innegable que recuerda a un profesor de arte jubilado, tal vez uno de esos que en su juventud soñó con llegar a ser un nuevo Sargent. Al otro lado de la mesa plegable, y del servicio de té sobre la misma, su invitada aparta un mechón de cabello de su, en cierto sentido, heroica frente. Casi quince años menor que él, observa cómo el viejo vierte el humeante líquido color siena en las tazas de porcelana desparejadas, con manos visiblemente temblorosas; manos que, antaño, fueron el terror de su época.

Le pasa el platillo con la taza, tintineante como el carrito de la leche, y la mira con aire inquisitivo.

—Mi querida niña, me da la impresión de que estás muy enferma.

Su aguda y cadenciosa voz supone siempre una sorpresa. Ella entrecierra los ojos, sumidos en una perenne decepción, impresionada a su pesar por las dotes adivinatorias de su anfitrión. No puede evitar echarse a reír.

—No está mal. Durante un rato me has hecho creer que eras un mago de verdad. Pero sabes bien, claro está, que eres, literalmente, la última persona en el mundo que me gustaría que me preguntase cuántos azucarillos quiero.

Mirando hacia el negligente césped, él sonríe a modo de disculpa. Ella lo observa durante unos segundos más, frunciendo su ceño de bulldog mientras reflexiona.

—Aunque siguiendo ese mismo razonamiento…, bueno, tú también lo estás, ¿no es así?

En las alturas, el viento arrastra sábanas arrugadas en un cielo de Hastings todavía sin hacer. Él se encoge de hombros con pesar, santo maltrecho de un apocalipsis lluvioso.

—Me temo que sí. Nada definitivo y, si el universo así lo desea, es posible que me queden uno o dos años más. Al menos, eso es lo que dicen las cartas y las monedas, pero, bueno, soy una reliquia del pasado y cabe esperar esa clase de contratiempos. ¿Qué hay de ti? No eres más que una niña, apenas alcanzas la cincuentena. Ha sido un innegable golpe de mala suerte.

En la cocina de la casa, el último y más reciente aprendiz del diabolista prepara con cierta ansiedad sándwiches de huevo con berro, con todo excepto el pan y el berro obtenido fuera del racionamiento, cortándolos con esmero en diagonal. Fuera de la cocina, la gran sacerdotisa arruga la nariz, negándose a sentir compasión.

—Mmm. O tal vez el fruto del rencor del Todopoderoso.Deo, non fortuna. Dios, no la suerte. Un pensamiento bonito si las cosas te van bien, pero, de no ser así, es un lema estúpido a más no poder, y un nombre estúpido a más no poder. Al parecer, sufro una enfermedad incurable. Me han dicho que está relacionada con la médula ósea, aunque nunca había oído hablar de esa enfermedad. A mí «leucemia» me suena a una de las siervas de Hera. En cualquier caso, ahora dispongo de unos pocos meses para poner mis asuntos en orden, y solo después descubriré hasta qué punto se trata de una cuestión teórica. Espero sobrevivir a la guerra, pero solo si vamos a ganar.

Ella se hace un ovillo dentro de su grueso abrigo, colocando la barbilla de un modo que a él siempre le recuerda a Churchill. Sentado, asiente con la intención de tranquilizarla.

—Ganaremos. Me sorprendería mucho, te lo aseguro, que Alemania aguantase hasta la temporada de críquet. Es una lástima, la verdad. Estaba convencido de que este iba a ser mi Eón de Horus, adusto y radiante, engalanado con las ruedas del sol. Pero no va a ser así. Por lo visto, me equivoqué en un montón de cosas.

Bebe un sorbo y luego lame las gotas que han quedado en su bigote amarillento. La mujer resopla.

—Bueno, como alguien que ha pasado la mitad de su carrera mágica pidiendo disculpas por el desastre infernal en que has convertido tu carrera, diría que es una suposición bastante acertada. —Al reconsiderarlo, se ablanda—. Aunque sospecho que