: Joyce Carol Oates
: Persecución
: Gatopardo ediciones
: 9788417109929
: 1
: CHF 8.30
:
: Krimis, Thriller, Spionage
: Spanish
: 224
: Wasserzeichen
: PC/MAC/eReader/Tablet
: ePUB
Cuando era una niña, Abby tenía una pesadilla recurrente en la que deambulaba por una pradera cubierta de cráneos y huesos humanos. La Abby adulta cree haber dejado atrás sus demonios hasta que, la víspera de su boda, el sueño regresa y la fuerza a afrontar los oscuros secretos de su pasado, que le ha ocultado a su futuro marido, Willem. Al día siguiente -menos de veinticuatro horas después de contraer matrimonio-, Abby es atropellada por un autobús. Mientras ella convalece en el hospital, Willem intenta averiguar si su mujer ha sido víctima de un accidente involuntario o, por el contrario, se ha lanzado contra el vehículo de forma premeditada. En Persecución, Joyce Carol Oates demuestra de nuevo por qué es la reina del suspense psicológico.

(Nueva York, 1938) ha cultivado todos los géneros literarios: novela (Qué fue de los Mulvaney, Blonde, La hija del sepulturero, Hermana mía, mi amor, Ave del paraíso, Carthage); relatos (Infiel, La hembra de nuestra especie, Mágico, sombrío, impenetrable); ensayo (Del boxeo); autobiografía (Memorias de una viuda); poesía (Women In Love and Other Poems, Tenderness); teatro (The Perfectionist and Other Plays) y libros para jóvenes (Como bola de nieve, Monstruo de ojos verdes, Sexy). Su obra es extensísima. En la actualidad enseña escritura narrativa en la Universidad de Princeton (Nueva Jersey). Ha sido galardonada con numerosos premios, entre ellos el National Book Award, el PEN/Malamud Award y el Prix Femina étranger. Desde 1978 es miembro de la Academia Estadounidense de las Artes y las Letras, y desde hace unos años es una permanente candidata al Premio Nobel de Literatura. De la misma autora, Gatopardo ediciones ha publicado Dame tu corazón (2017), Desmembrado (2018) y Persecución (2020).

La novia

Una mañana radiante y cegadora de abril, de un año perdido. ¿Lleva casada un solo día?

Para ser exactos, a esta hora de la mañana (las 8.11 h) lleva casada apenas veintiuna horas.

Eso la deja sin aliento de puro asombro, de pura impresión.

«Oh, ¿esto me ha pasado a mí? Estoy casada.»

Siente la necesidad de estar sola en el autobús de Raritan Avenue que la llevará hacia el centro de Hammond, y confía en encontrar un asiento al fondo. Quiere contemplar a solas la maravilla que supone ser «una mujer casada».

Porque resulta que, a sus veinte años, tiene un rostro dulce, cándido y pecoso que provoca en los extraños el deseo de hablarle. De sonreírle. «¡Hola! Caramba, pero qué frío hace esta mañana, ¿verdad?» Y ella es demasiado educada para girarles la cara, demasiado tímida para no responder; y eso supondría echar por tierra su deseo de soledad en el autobús.

La primera mañana de su vida de casada es demasiado valiosa. Teme que alguien la importune.

«¿Coge a menudo este autobús, señorita? Me parece haberla visto antes…»

No. No.

«¿Quizá en el cine? ¿Suele ir al cine? ¿Fue este viernes pasado?… Juraría que la vi… Oiga, si la verdad es que tiene aspecto de salir en las películas, como esa chica, cómo es que se llama…»

No. Qué va.

«Solo que usted es más guapa que ella. Y más joven.»

Como el filamento en una bombilla, que reluce desde el interior: así es su felicidad por estar casada con un hombre bueno y decente al que ama, y que la adora.

Pero es una felicidad privada. Quiere conservarla entre las manos ahuecadas como una llama, protegerla del viento.

«¿Es eso una alianza de boda? Oye…, ¿estás casada?»

«Perdona si me meto donde no me llaman, pero…, bueno, no pareces lo bastante mayor para ser la esposa de nadie…, ¿eh?»

«No pareces tener más de…, ¿cuántos? ¿Dieciséis?»

Una sonrisita nerviosa. Siempre educada, evita mirarlos a los ojos. Tiene el hábito inconsciente de frotarse la mu­ñeca izquierda.

En torno a la muñeca izquierda tiene una marca roja, como un sarpullido. Como si le hubieran atado esa muñeca, muy prieta, y la cuerda, o el cordel, le hubiera lacerado la piel sensible, dejándola en carne viva aquí y allá.

(De jovencita, aprendes a no ofender a los extraños contu rechazo. En particular a los hombres. A los extraños, perotampoco a los jefes. Ni a los profesores, en sus tiempos de estudiante, durante lo que le había parecido una eternidad. Siempre sonriente y cordial, porque eras una chica guapa, sí, pero si dices lo que no toca o no sonríes con la vivacidad que se espera, un hombre puede volverse muy desagradable, y rápidamente.)

«Bueno…, ¡que tengas un día estupendo, querida! Esta es mi parada.»

Hay dos asientos vacíos al fondo, y tiene la astucia de sentarse en el que da al pasillo, dejando libre el que queda junto a la ventana. De ese mod