: Simon Scarrow
: Rebelión
: Edhasa
: 9788435046824
: Quinto Licinio Cato
: 1
: CHF 9.00
:
: Erzählende Literatur
: Spanish
: 200
: DRM
: PC/MAC/eReader/Tablet
: ePUB
En el año 60 d. C., Britania está en crisis. La líder rebelde Boudica ha conseguido vencer a la guarnición de curtidos veteranos en Camulodunum, y los pueblos britanos se han alzado en armas. Por eso, el gobernador Suetonio dirige su ejército hacia la amenazada Londinium. Con él va el prefecto Cato, comandante de su escolta montada. Pronto, horrorizados, se darán cuenta de que Britania se está hundiendo en el caos y el pánico, y que cada vez más son más los guerreros nativos que engrosan las filas de Boudica. Y, además, no son éstas las únicas noticias desoladoras: el centurión Macro se encuentra entre los desaparecidos tras la masacre de Camulodunum. ¿Habrá perdido la vida en una última batalla? Pese a la angustia y la rabia, Cato prepara su próximo movimiento. Debe mantener la esperanza de que su amigo Macro, siempre valiente y con tantas cicatrices de guerra, haya escapado de los rebeldes sedientos de sangre. Porque sólo hay un hombre en el que Cato confía si debe afrontar la campaña militar de su vida. Y el futuro del Imperio en Britania, una vez más, pero tal vez la definitiva, está en juego.

Simon Scarrow fue profesor de Historia hasta obtener un resonante éxito en el ámbito de la narrativa histórica con la serie protagonizada por los militares Cato y Macro, de la que Edhasa ha publicado ya más de veinte entregas (El águila en el Imperio,?Centurión,?Invictus y Muerte al emperador, entre otras). Además de la serie juvenil «Gladiador», es autor de cuatro novelas?históricas?independie tes:?La espada y la cimitarra,?Piratas de Roma, Sangre en la arena y?Corazones de piedra, de un ambicioso proyecto sobre las vidas paralelas de Napoleón y Wellington (Sangre joven,?Los generales,?A fuego y espada?y?Campos de muerte), y de dos?thriller?: uno sobre inteligencia artificial, Jugando con la muerte, y otros ambientados en el Berlín de las SS: Blackout y Muerte en la noche.?En su último proyecto, Guerrero, vuelve a la época de la Antigua Roma para contarnos la conquista desde el punto de vista de los britanos.??

CAPÍTULO UNO

Provincia romana de Britania, verano del 61 d. de C.

La columna tenía problemas. El centurión Bernardico, comandante de la Primera Cohorte de la Novena Legión, lo notó en cuanto avistaron al enemigo. Se hizo sombra en los ojos con la mano para poder superar el fulgor del sol y atisbar lo que estaba pasando. Una fila de jinetes distantes contemplaba a los romanos que se aproximaban desde un risco bajo, a menos de un kilómetro por delante. Al principio, el centurión los confundió con alguno de los exploradores de la legión que protegían el avance del legado Cerialis y sus soldados. Pero había algo irregular en la disposición de los jinetes. Sin embargo, lo que más le llamó la atención fue la ausencia de estandarte alguno o de crestas rojas en los cascos de los oficiales.

Así que se preguntó cómo, por el Hades, aquellos jinetes rebeldes habían logrado introducirse entre las filas de sus exploradores. El oficial al mando del piquete montado iba a probar el agudo filo de su lengua aquella noche, cuando la columna se detuviese para formar el campamento, suponiendo que el enemigo no hiciera de las suyas antes, claro.

Bernardico guiñó los ojos por culpa del sol mientras calculaba que debían quedar unas tres horas más de marcha antes de que el legado detuviera la marcha. Quizás un poco más, ya que el día anterior habían parado tarde. Tanto que sólo pudieron establecer la empalizada de estacas afiladas en torno al campamento. Ni foso, ni terraplén.

Aquello hizo que el centurión pasara una noche inquieta. Estaban en territorio hostil, una región repleta de peligros, constatados además durante la sesión informativa de Cerialis en la base de la legión en Lindum, dos días antes. Había llegado un mensaje del magistrado de mayor rango de la colonia de veteranos de Camuloduno informando de un levantamiento de la tribu de los icenos y sus aliados trinovantes. El magistrado se había enterado de que los rebeldes se dirigían hacia Camuloduno, así que rogó a la Novena Legión que marchase al rescate de los veteranos.

Como centurión de mayor rango de la legión, Bernardico expuso entonces sus preocupaciones al legado, pero lo rechazaron con altivo desdén.

–Estamos tratando con gentuza, campesinos armados –se burló Cerialis–. Son dirigidos por los restos de la casta de los guerreros que sobrevivieron a la conquista. No tenemos nada que temer de semejante chusma. En cuanto echen un vistazo a la vanguardia de la Novena, se volverán con el rabo entre las piernas y correrán a ponerse a salvo en el bosque y los pantanos de su territorio.

–Ojalá tengas razón, señor –asintió Bernardico, diplomáticamente–. Pero... ¿y si nos plantan cara y pelean?

Una sonrisa fría se formó en los labios de Cerialis.

–Entonces los aplastaremos, dispersaremos a los supervivientes y crucificaremos a los cabecillas. Y después dudo que ninguna tribu de la isla que viva bajo nuestro gobierno tenga el valor de volver a rebelarse jamás.

Bernardico no pudo evitar sentir una cierta amargura irónica ante las palabras de su superior. Había visto a la reina Boudica varios meses antes, durante la entrega del tributo anual ante el gobernador provincial, en Londinium. Alta, arrogante, con el cabello rojo como la llama, sobresalía entre los líderes tribales. Una mujer a la que había que tener en cuenta, pensó entonces Bernardico, y resultó que tenía razón. Si Boudica