Las formas se parecen y nunca son iguales.
Desde el coro sugieren que hay una ley secreta,
un enigma sagrado. ¡Si yo pudiera, amiga,
entregarte ya mismo, alegre, su respuesta!
J.W. Goethe,
La metamorfosis de las plantas[1]
CONVIENE SER PRECAVIDOS Y NO ACERCARSE MUCHO AL VERDE. Es verdad que no ladra, y en teoría, solo en teoría, tampoco muerde. Ni falta que le hace, podríamos añadir.
Un sinfín de criaturas fétidas o capaces de exhalar fragancias embriagadoras, inertes, prensiles, reptantes, trepadoras, justicieras, rencorosas, a veces medio humanas, a veces medio espectrales, componen el temible repertorio de motivos relacionados con lo fantástico vegetal que podemos encontrar en la literatura de los siglosXIX yXX, tal vez porque igualmente infinitas son las variedades de árboles, plantas y hongos que se extienden a lo largo y ancho del mundo real, asumiendo el papel de cohabitantes silenciosos y muchas veces indescifrables para el ser humano. No en vano diversos estudios científicos estiman en más de trescientas mil las especies vegetales terrestres y acuáticas registradas, aunque se admita, asimismo, que son muchas más las que quedan aún por catalogar. A la enorme cantidad y variedad mencionadas debe añadirse, además, otra de sus características definitorias: una rareza intrínseca que provoca una inevitable sensación de temor en el observador humano.
En efecto, las especies que conforman el universo botánico son muy diferentes a nosotros, ya desde su configuración externa. Los expertos afirman que poseen, además de los cincos sentidos del humano, la friolera de quince más. Se definen en general por un carácter estático, frente a nuestra mayor capacidad de movimiento, y están dotadas de una estructura modular que les permite segmentar su cuerpo, regenerando partes dañadas en oposición a nuestro organismo indivisible. Carecen de rasgos físicos similares a los del rostro y el cuerpo humano, por lo que resulta difícil establecer analogías inmediatas con ellas. Por otro lado, ya en la Antigüedad clásica se estableció un debate filosófico y científico (en el que han participado desde Aristóteles y Platón hasta los Darwin) con el fin de esclarecer si poseen alma o cerebro, pero lo cierto es que durante mucho tiempo se ha ignorado buena parte de la información sobre su inteligencia, sensibilidad o estrategias de comunicación. Podemos decir que nos han despistado a menudo, que no se dejan clasificar tan fácilmente. Así, Aristóteles, sirviéndose de la oposición entre animado e inanimado, redujo durante un tiempo a los vegetales a la categoría de seres inorgánicos, pero después tuvo que retractarse, al resultar evidente que su capacidad reproductiva es incompatible con su clasificación como meros objetos.
Es bien sabido que nuestra especie tiende a establecer jerarquías en las que ocupa un lugar dominante, que margina y cosifica al resto de los seres para someterlos. Sin embargo, la extrañeza de lo vegetal inspira con frecuencia cierta prevención en el ambicioso homínido empeñado en descubrir y explotar cuantos recursos puedan reportarle un beneficio, que cristaliza literariamente en la visión monstruosa de unos seres vivos, que no objetos, misteriosos y muy distintos a nosotros. Consecuentemente, en numerosas narraciones un espécimen botánico aparecerá caracterizado como enemigo que ofrece resistencia al impulso conquistador del ser humano y llegará a atacarlo con ferocidad.
De lo dicho hasta ahora se deduce que lo vegetal se vincula a lo siniestro sin dificultad y encarna una versión clorofílica del término acuñado por Freud. El conceptounheimlich se refiere a la sensación amenazadora que nos embarga antealgo que genera un malestar e incertidumbre difíciles de racionalizar, pues en muchas ocasiones viene motivado por el contacto con un elemento, ser, espacio, cosa, etc., que forma parte del ámbito cotidiano. Un ejemplo en el que queda clara la cercanía de lo siniestro sería la impresión desasosegante que nos invade al encontrarnos con un objeto o lugar sin vida quesentimos animado de alguna manera, como sucede con ciertas muñecas o casas funestas. De forma similar, aunque inversa,