Me crie en la costa de Essex, un lugar de marismas, estuarios y ríos. Desde el tejado de mi casa podía ver cómo el Támesis se ensanchaba en su enorme estuario y cómo los barcos navegaban río arriba hacia Tilbury o hacia los muelles de Londres. Las embarcaciones de vela eran habituales, sobre todo aquellas barcazas que cruzaban el Támesis con sus enormes velas cangrejas de color marrón rojizo transportando productos agrícolas a la ciudad. Pero también recuerdo que me cautivaba la visión de un barco alto, con todas las velas desplegadas, haciendo la misma travesía.
Lo que contemplaba era un reflejo del pasado. El Támesis, por supuesto, fue durante mucho tiempo una de las principales vías navegables de Inglaterra. Barcos romanos de vela cuadrada entraban y salían de él, mientras que, mucho más tarde, algunos de nuestros buques de guerra más famosos, como elHMS Victory, se construyeron en sus orillas y navegaron triunfantes en los océanos del mundo.
Sin embargo, de niño, me interesaban más otros barcos que habían frecuentado el estuario, embarcaciones que habían sembrado un verdadero pánico: los barcos de asalto de los famosos vikingos. Recuerdo que, cuando tenía seis años, el príncipe Georg de la casa real danesa visitó el pueblo cercano de Ashingdon y regaló a sus habitantes una bandera danesa y una maqueta de un barco vikingo, que todavía se exhibe en la iglesia parroquial de San Andrés. El motivo de este gesto de generosidad era conmemorar la batalla de Assandun entre el rey Canuto de Dinamarca y el rey Edmundo II de Inglaterra, conocido como Edmund Ironside. Los daneses ganaron, y Canuto se convirtió en rey de Inglaterra. Ya desde pequeño, me apasionaba la historia, y la presencia del barco suspendido en la nave de San Andrés despertó mi imaginación y curiosidad.
Una década más tarde, descubrí el poema anglosajónLa batalla de Maldon, que describía un combate entre Byrhtnoth, líder de un ejército de sajones del este, y un ejército vikingo que se había instalado en la isla de Northey, en el río Blackwater, no muy lejos de Ashingdon. Una vez más, los vikingos ganaron, pero recuerdo que un profesor me dijo que el poema era «fantasioso», porque los sajones, ubicados en la orilla del río, nunca podrían haber oído un desafío clamado en voz alta desde la isla; estaba demasiado lejos. La duda nos llevó a mí y a unos amigos hasta Maldon, donde demostramos que dicho llamado sí era audible. Esta expedición se transformó en la única investigación original importante que he llevado a cabo.
Fue ya en mi infancia cuando se despertó en mí un interés constante por el periodo anglosajón, aunque pronto me di cuenta de que era un completo ignorante al respecto. En algún momento entre la retirada de los romanos de Britania y la llegada de los normandos, se había creado un país llamado Inglaterra, y, a pesar de que había recibido una educación más que suficiente, no tenía idea alguna de cómo había podido suceder tal cosa. También me di cuenta de que no era el único: un currículo escolar inglés afirmaba que la historia de Inglaterra empezaba en 1066. Es casi como si no hubiera existido historia antes de la llegada de Guillermo el Conquistador, salvo por los relatos en la escuela primaria sobre Alfredo quemando los pasteles de una campesina y el rey Canuto fracasando en su intento de hacer retroceder la marea.
En 1939, una canción grabada, entre otros, por Dame Vera Lynn, se hizo muy popular. Se llamabaThere’ll always be an England, y hacía referencia a que Inglaterra siempre había existido, aunque, en 1939, apenas tenía algo más de mil años. Su creación ocurrió durante esa historia previa al año 1066. Por desgracia, no podemos establecer una fecha exacta para ese acontecimiento trascendental, mas, en algún momento del otoño del año 937, el ejército anglosajón dirigido por el rey Æthelstan derrotó a un ejército combinado de vikingos y escoceses en un lugar llamado Brunanburh. La batalla de Brunanburh fue una de las más importantes de la historia de Inglaterra, y durante años recibió el nombre de «la gran batalla» e inspiró a laCrónica anglosajona a incluir pasajes poéticos en verso:
Nunca hubo tanta matanza
en esta isla, nunca antes tanta
gente fue abatida
por el filo de espada, como los libros y viejos sabios
confirman, desde que los anglos y sajones
navegaron hasta aquí desde el este,
buscando a los britones por los anchos mares.
Aquellos orgullosos forjadores de guerra
vencieron a los galeses,
señores hambrientos de gloria,
y se hicieron dueños de esta tierra.*
Puede que realmente fuera una gran batalla, pero, sin embargo, pronto fue olvidada e incluso el lugar donde se libró también cayó en el olvido. Ahora sabemos que el enfrentamiento tuvo lugar en Wirral, y, aunque es tentador afirmar que fue el momento en que Inglaterra nació, es más acertado verlo como una parte del p