Almudena Alonso-Ferreiro
Breogán Riobóo-Lois
María-Ainoa Zabalza-Cerdeiriña
Isabel Mociño-González
El Espacio Europeo de Educación Superior (EEES) y la consiguiente normativa que regula, en nuestro país, las carreras universitarias inciden en un modelo de formación académica que traslada el foco de atención de la enseñanza al aprendizaje. Esto implica la transformación de las pautas pedagógicas del profesorado y la conversión del alumnado en agente activo en la construcción de su conocimiento desde un punto de vista competencial, que ha de contribuir a la formación integral de la persona, más allá de la mera formación profesional en una determinada disciplina.
En este sentido, el EEES ha supuesto una oportunidad para modificar o adaptar las metodologías tradicionales a otras más dinámicas y activas, entre ellas el Aprendizaje Cooperativo (AC). Así, el profesorado y el estudiantado se comprometen a vincularse, a tener una relación más horizontal, en la que el profesorado ejerce de guía o facilitador de los procesos de enseñanza y aprendizaje de un alumnado que es el agente activo en la construcción de su aprendizaje, creándose un nuevo clima y discurso en el aula.
La legislación vigente1 expone de forma pública y oficial que el estudiantado graduado en cualquiera de estas cuatro titulaciones ha de ser una persona capaz de formar parte de equipos de trabajo y desarrollar su labor de forma colaborativa en diferentes contextos.
Consecuentemente, la necesidad del profesorado de ejercer un rol facilitador entre su alumnado, para su transición hacia el manejo de habilidades y actitudes de comunicación interpersonal, de negociación, de cesión, de ayuda, de asunción de responsabilidades y de resolución de problemas que generen aprendizajes en todos y cada uno de los miembros del aula, genera una frecuente organización de trabajos en grupo en las titulaciones de la Facultade de Educación e Traballo Social. Esta circunstancia constituyó el punto de arranque para impulsar este proyecto de innovación docente que se centra en las metodologías activas y en situar al alumnado como protagonista del proceso, poniendo el foco en el aprendizaje, sobre el que se articula la práctica docente. En el marco de este proyecto de innovación docente, una de las acciones propuestas se centró en el AC, experiencia que se comparte en esta publicación.
Desde el inicio, el profesorado de la Facultade de Educación e Traballo Social mostró su buena predisposición para participar en el proyecto, de modo transversal en sus cuatro títulos de Grado. Al mismo tiempo, se recibió el apoyo institucional de la Universidade de Vigo y del Decanato de la Facultad. Todo ello nos permitió involucrarnos en un proyecto que favorece la formación del profesorado y del alumnado en metodologías activas y hacerlo desde el trabajo sistematizado a través de las mismas, buscando la generación de un mayor compromiso, implicación y participación en acciones conjuntas del equipo docente.
El profesorado de la Facultad lleva años empleando diferentes metodologías activas en sus propuestas docentes. Además, en los últimos tres años se han llevado a cabo distintas acciones formativas sobre metodologías que permitan ubicar al alumnado universitario en el centro de las propuestas educativas, trabajando de forma conjunta con sus compañeros. Si bien, haciendo autocrítica, observamos que algunas competencias desarrolladas a lo largo de los tres primeros cursos de los Grados, descubrimos que, al llegar a los Prácticum, parecen no estar afianzadas ni desarrolladas al nivel esperado. Este es el caso, entre otras, de las competencias más vinculadas con el trabajo en equipo.
En este sentido, coincidimos con Asún et al. (2019) o Scallon (2004) en que el trabajo en equipo ha sido una de las competencias genéricas que el profesorado universitario ha pretendido desarrollar con cierta asiduidad. Sin embargo, con frecuencia, no se ha tenido en cuenta el proceso y el aprendizaje de las habilidades necesarias de los y las estudiantes para conseguir una óptima cooperación. Como indicaba Zabalza (2012), “enseñar” una competencia y “emplear” las competencias son cosas distintas. Diversos autores (Sánchez-Elvira et al., 2010; Zabalza, 2012), han ayudado a operativizar la programació