: Aldous Huxley
: Marías Serra
: Cuentos selectos
: Edhasa
: 9788435049719
: 1
: CHF 7.20
:
: Erzählende Literatur
: Spanish
: 232
: Wasserzeichen
: PC/MAC/eReader/Tablet
: ePUB
A veces la sombra de una novela, o de un puñado de libros, ensombrece la figura de un autor. Este sería el caso de Aldous Huxley, que desde hace décadas es aquel que escribió Un mundo feliz, y también Nueva visita a un mundo feliz, El genio y la diosa y Las puertas de percepción. No está en discusión la fama que esos títulos merecen, sino la forma en que relegaron otros textos virtuosos. Al menos en castellano. Hace apenas unos años que se editó una hermosa compilación de sus ensayos en esta misma colección: Si mi biblioteca ardiera esta noche. Ahora llega el turno de los relatos, un género que le permitió a Huxley explotar sus talentos y obsesiones (la educación artística, los viajes, el extrañamiento ante lo cotidiano), sin ingenuidad ni grandilocuencia, con una prosa que pinta una situación y siempre deja latente un misterio, un resto que nos cautiva y retiene y nos convierte en dóciles prisioneros de la ficción. Seleccionados, traducidos y prologados por Matías Serra Bradford estos Cuentos selectos son una ventana nueva que revelan pasajes injustamente no visitados de un gran autor de siempre.

Aldous Huxley ( 26-07-1894 / 22-11-1963 ) Procedente de familia de tradición intelectual, se formó en Eton y Oxford. Después de unas primeras novelas predominantemente satíricas, el éxito y la atención de la crítica más rigurosa llegó con 'Contrapunto' (1928), ambiciosa e inteligente novela que constituye uno de los retratos más agudos y completos del esnobismo intelectual de entreguerras. Su siguiente publicación, 'Un mundo feliz' (1932), es quizá su obra más famosa y sin duda la más inquietante. Pasó un tiempo escribiendo guiones cinematográficos en Hollywood, hasta que volvió a situarse en primera línea con las novelas 'Muere el cisne depués del verano' (1939), 'El genio y la diosa' (1945), 'El tiempo debe detenerse' (1948), 'Mono y esencia' (1949) y 'La isla' (1962); así como los polémicos ensayos 'Eminencia gris' (1941), 'La filosofía perenne' (1946) y 'Nueva visita a un mundo feliz' (1958).

Prólogo

Huxley en breve

Es difícil, y acaso inútil, determinar si la versatilidad temática de los ensayos de Aldous Huxley se refleja en sus cuentos y novelas, o si se da el camino inverso. Es indudable que ha sido un vaivén sincrónico en un escritor al que tanto lo tentaba adelantarse como quedarse atrás. La búsqueda constante de este curioso serial ha sido el hilo de una profusa continuidad entre géneros literarios. Sus narraciones y artículos críticos circundan esa curiosidad y son sus emisiones. La indagación se disgrega materialmente, pero no espiritualmente.

La opinión de los contemporáneos —cuando uno de ellos es Desmond MacCarthy, el mejor crítico de oficio del grupo de Bloomsbury— tiene el valor de una videncia. Acerca del autor deUn mundo feliz, MacCarthy comentaba que «ningún novelista es tan sensible a la inconsecuente rareza de la vida, y a la inconsistencia de lo que está sucediendo simultáneamente en cada momento de la experiencia». Todo proviene de una misma fuente, un idéntico espíritu con diversas máscaras literarias, y MacCarthy añadía que «el profundo placer de leer a Huxley reside en seguir el movimiento de su mente». El movimiento de la vista, de la atención, podría decirse, de quien padeció serias dificultades oftalmológicas que sólo consiguieron fortalecer la tenacidad de un explorador omnívoro.

El novelista Peter Vansittart sostenía que Huxley sabía tanto que de él podía aprenderse cualquier cosa, desde Piranesi hasta el lenguaje maya: «Decía mucho e insinuaba más». Otro que señalaba lo sorprendente de esa cohesión en relación con el sinfín de intereses de Huxley era Jocelyn Brooke. Lo comparó con Thomas Love Peacock, en su combinación de ingenio y erudición, que según Brooke utilizaba a conciencia, en parte con malicia y en parte para halagar a sus lectores. Fue un hombre de otro ámbito artístico, pero para nada ajeno a la literatura, Igor Stravinsky, que notó de inmediato «el hábito del científico de examinar todo desde todos los ángulos y de mirarlo del derecho y del revés, característico de Aldous». Años después y sin saberlo, Anthony Powell daba la vuelta a la frase como un guante: «Era esa extraña clase de novelista, un hombre de ciencia frustrado». Invariablemente justo, Anthony Burgess lo vio de otro modo: «Durante cuarenta años, sus lectores le perdonaron a Huxley convertir la novela en un híbrido intelectual… Habiéndolo perdido, ya no tenemos nada que perdonar. No hubo novelas más estimulantes, excitantes o genuinamente iluminadoras después de Wells. Más que ningún otro, Huxley contribuyó a equipar con un cerebro la novela contemporánea». Según la original narradora Mary Butts, no había casi ningún tema que Huxley no pudiera iluminar, y agregaba: «Huxley consigue exactamente lo que se propone: dentro de ciertos límites, es todo lo que la clase de escritor que es debe ser».

La invasión permanente de tópicos de lo más variados en Huxley tendría su contracara, sin embargo, en una leve pérdida de fluidez narrativa. En una conversación conThe Paris Review, él mismo confesó: «No me considero un novelista innato. Tengo una gran dificultad para inventar tramas… El novelista innato no cultiva otros intereses. Para él la ficción es algo absorbente que llena su mente y toma todo su tiempo y energía, mientras que otro con un tipo de mente distinta tiene estas otras actividades extracurriculares». En otra parte revelaba que se consideraba «una especie de ensayista lo suficientemente ingenioso como para arreglárselas para escribir una clase de ficción muy limitada». Siempre se supo de los manuscritos tachados y borroneados del autor deEminencia gris. Recordaba Cyril Connolly que «aún aprendo» era la divisa que Huxley había tomado prestada de Goya. De todas formas, no pocos crí