Capítulo 1
Las primeras invasiones romanas de Britania
Britania antes de las invasiones romanas
Los primeros restos arqueólogicos de habitantes en la isla datan de hace alrededor de 700 000 años. En cuanto a la denominación Britania, procede de la romanización del término griego «Pretannike» (o «Pretannia»), posiblemente «los pintados», por la costumbre de los habitantes de la isla de tatuarse el cuerpo. Albión, como también era conocida, posiblemente haga referencia a los acantilados blancos de Dover, aunque Mattingly apunta que puede derivar de un término de origen britano que significaría «tierra firme» en referencia al principal territorio terrestre dentro de un archipiélago.
Inicialmente, Britania estaba unida al continente por una lengua de tierra. Aunque hace alrededor de 8000 años que dicha lengua desapareció y se convirtió en una isla, eso no impidió que se produjesen contactos entre sus habitantes y el resto del mundo conocido. Los motivos para este trasiego eran variados: desde la búsqueda de minerales (el estaño estaba muy solicitado, pues era fundamental para la fabricación del bronce) y tierra cultivable, hasta el establecimiento de nuevos mercados para el intercambio de bienes y servicios pasando por razones religiosas, familiares derivadas de vínculos tribales o políticas (personas que huían de problemas en su tierra de procedencia).
Tampoco faltaron los exploradores o aventureros, como el griego Piteas, que, procedente de Marsella cruzó el Canal alrededor del año 310 a. C., tomando tierra en Cornualles y circunnavegando desde allí la isla en el sentido de las agujas del reloj (aunque su relato se ha perdido y nos ha llegado a través de los escritos de otros autores).
Los habitantes de la isla se dedicaban esencialmente al cultivo y la ganadería. Regularmente organizaban expediciones fuera de sus territorios en busca de madera (para combustible y para la construcción de edificios), sal (para conservar los alimentos) y piedra (para moler el grano). Esto hacía que unos grupos de habitantes entrasen en contacto con el resto, bien mediante el intercambio pacífico, bien mediante conflictos violentos.
Con el tiempo, estos grupos fueron diferenciándose entre sí en función de su ubicación, a la vez que surgían diferencias sociales entre los miembros de un mismo grupo que se hacían notar en la forma de vestir o de comportarse. Los carros de combate descubiertos en monumentos funerarios son prueba de que dichos instrumentos eran un símbolo de riqueza y estatus social, además de tratarse de un elemento distintivo de la forma de hacer la guerra de los isleños que llamaría la atención de Julio César y que se convertiría en un dolor de cabeza para los romanos en los años de revueltas britanas.
Restos de construcciones como la famosa Stonehenge son prueba de las sofisticadas creencias de los isleños y de una desarrollada organización para el trabajo comunitario. También ofrece una temprana prueba de la presencia en la zona de Salisbury de un trabajador del metal procedente de la Europa Central (posiblemente de la actual Suiza): el conocido como «Arquero de Amesbury» por la gran cantidad de puntas de flecha de sílex halladas en su tumba junto a las piedras de Stonehenge, en la que también se localizaron adornos de oro y un cuchillo de cobre, los más antiguos trabajos en metal encontrados en la isla. En los siglos posteriores, se desarrolló una intensa actividad en la creación de joyas y trabajos en metal, como demuestran diversas torques de oro y arneses y jaeces de caballos y carros hallados en excavaciones arqueológicas.
A partir de, aproximadamente, el año 600 a. C. empezaron a proliferar las denominadashillforts, fortificaciones en lugares elevados, conterraplenes de tierra circundando la zona alta donde se situaba el asentamiento. La teoría de que se trataría de lugares con finalidades eminentemente defensivas en una sociedad guerrera se está viendo superada en los últimos años. Se impone la tesis de unas elevaciones que no estaban ocupadas durante todo el año y que tenían una función simbólica –como prueba del poder de sus constructores–, centros de almacenamiento de grano y de intercambio de bienes y ganado, así como para la celebración de reuniones en fechas señaladas o ceremonias religiosas.
En los siglos siguientes, estas fortificaciones se fueron abandonando y empezaron a construir edificaciones que hacían funciones de granja, normalmente abiertas y no muy fortificadas. Los edificios solían ser circulares, con su entrada orientada al este y construidos en madera con tejado de paja, aunque también hay restos de estructuras rectangulares y elevadas (seguramente para el almacenamiento de grano) y de edificios de piedra. Algunas de esta