: María Encarnación González
: Magdalena Martín-Ayuso Navarro Con jóvenes en misión
: Narcea Ediciones
: 9788427731646
: Mujeres en la Historia
: 1
: CHF 14.30
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: Religion/Theologie
: Spanish
: 342
: DRM
: PC/MAC/eReader/Tablet
: ePUB
Este libro sobre Magdalena Martín-Ayuso Navarro (1893-1990) ve la luz cuando la Institución Teresiana está celebrando con inmensa gratitud y gozo muy profundo el primer centenario de su aprobación a perpetuidad por el Breve del Papa Pío XI Inter frugíferas, de 11 de enero de 1924. Singular acontecimiento, intensamente vivido por Magdalena, que marcó de modo decisivo su amplia y fecunda biografía. Dedicada por entero a una juventud en misión ratificó con los hechos la consistencia de este carisma y la validez de la 'idea buena', en palabras del Fundador. Prácticamente un siglo de vida en el que recorrió de modo sereno y apasionado, firme y discreto, casi toda la historia de tan amada Obra, comenzando por pertenecer al profesorado inicial de la primera Academia de Santa Teresa de Jesús, y que parece invitarnos a pronunciar hoy y siempre lo que san Pedro Poveda expresara en 1935: Os escribo el día 11, aniversario de la Aprobación Pontificia, la fecha más notable para la historia de nuestra modestísima Institución, a la que cada día amamos más, y a la que queremos consagrar totalmente los años que aún nos queden de vida sobre la tierra. La primera edición de este libro, obra póstuma de la autora, ha sido publicada con fecha 4 de mayo de 2024, aniversario de la canonización de san Pedro Poveda.

María Encarnación González, Licenciada en Filosofía y Letras, sección de Historia, en la Universidad de Valladolid y Doctora en Historia Moderna y Contemporánea por la Universidad de Barcelona. Licenciada en Derecho Canónico por la Universidad Pontificia 'Comillas' de Madrid. Ha sido la primera directora de la Oficina de las Causas de los Santos de la Conferencia Episcopal Española y Postuladora de la Causa del Doctorado de san Juan de Ávila y de la canonización de san Pedro Poveda, entre otros. En 2015, el papa Francisco le otorgó la medalla de Dama Comendadora de la Orden de San Gregorio Magno. Es autora de numerosas publicaciones.

INTRODUCCIÓN

Biografiar a Magdalena Martín-Ayuso es a la vez una apasionante y una difícil tarea. Apasionante porque la he conocido y tratado con intimidad durante algunos años, siendo ella ya mayor, y difícil precisamente por eso mismo, y porque cuando los historiadores queremos poner palabras a la vida, a lo mejor se nos escapa lo más importante, lo que en realidad constituye la clave para la comprensión de la trayectoria vital de una persona y su verdadera incidencia en la historia.

Magdalena fue una gran mujer. Una mujer templada, serena, firme, ecuánime, verdadera, libre, recia y bondadosa al mismo tiempo; muy trabajadora y con una increíble capacidad de llegar a todo lo que tenía entre manos sin inmutarse siquiera, sin mostrar agobio ni cansancio ninguno, como si todo fluyera con la naturalidad de una agenda perfectamente ordenada que reserva su espacio para cada actividad, justo en el lugar y momento que le corresponde.

La vida de Magdalena ocupó, además, un periodo muy amplio de nuestra historia reciente. Sus 97 años llenaron casi todo el siglo XX, hasta 1990, y nació cuando iba a despuntar esta centuria, en 1893. La primogénita de ocho hermanos en una familia distinguida y culta, bien conocida y situada en la ciudad de Oviedo, y de sólida vivencia cristiana, aprendió las primeras letras en el propio hogar con profesores particulares. Cursó después estudios de Magisterio en la Escuela Normal de Maestras de la ciudad y, con muy buenas dotes intelectuales, sus profesoras la animaron a continuar su preparación académica en la Escuela de Estudios Superiores del Magisterio de Madrid, de donde también salió titulada con un buen expediente académico. Esta habilitación daba acceso a un puesto en el profesorado numerario de Escuelas Normales o a la Inspección Escolar, y Magdalena optó por lo primero, dedicando ya toda su vida profesional, sin más paréntesis que un tiempo durante la guerra civil española, a ejercer su cátedra en Escuelas Normales.

Fue una de esas primeras mujeres con formación de nivel universitario, que vivió su profesión en ambientes no siempre fáciles, pero que su prestigio ante las autoridades, los compañeros y las alumnas, y su propio temple firme y pacífico, le hicieron atravesar de manera serena y eficaz. Desde 1918 en que entró en el cuerpo del Profesorado de Escuelas Normales, hasta su jubilación a los setenta años en 1963, ocupó sucesivamente cinco cátedras en lugares distintos: fue muy breve su estancia en San Cristóbal de La Laguna (Tenerife), solo entre febrero y junio de 1919; pasó seis años a continuación en Teruel, desde 1919 a 1925; después cuatro en Ciudad Real, entre 1925 y 1928, desde donde se trasladó a Oviedo, permaneciendo en su ciudad natal hasta 1945. Su última cátedra la ocupó en Madrid y en la capital culminó su carrera profesional, siendo directora de la Escuela Normal de Maestras María Díaz Jiménez. Y a partir de aquí una prolongada y activa jubilación.

Pero Magdalena tenía en la médula de su alma, haber formado parte del primer profesorado de la primera Academia de Santa Teresa de Jesús fundada por don Pedro Poveda en Oviedo en 1911 para estudiantes de Magisterio; Academia que, junto a las fundadas después, daría lugar a la inicialmente llamada “Obra Teresiana” y poco después a la definitiva “Institución Teresiana”, con aprobación eclesiástica y civil en Jaén (1917) y Madrid (1923) y aprobada a perpetuidad por el papa Pío XI, mediante el breveInter frugíferas, de 11 de enero de 1924. Fue profesora de esta primera Academia solo un curso, 1911-1912, el que medió entre el final de sus estudios de Magisterio en la Normal de Oviedo y su posterior traslado a Madrid para continuar su carrera en la Escuela de Estudios Superiores del Magisterio. Un solo, pero decisivo curso, porque en él estableció contacto con el padre Poveda y con sus primeras colaboradoras en la fundación de la Institución Teresiana, relaciones que mantuvo con mayor o menor intensidad. Porque Magdalena tardó en comprender la entidad y la oportunidad de esta Obra nueva en la Iglesia: una asociación laical de estructura compleja, con un