: Jacob y Wilhelm Grimm
: El sastre que llegó al cielo y otros cuentos
: Nórdica Libros
: 9788410200562
: Otras Latitudes
: 1
: CHF 7,90
:
: Erzählende Literatur
: Spanish
: 144
: Wasserzeichen
: PC/MAC/eReader/Tablet
: ePUB
Esta edición reúne diecisiete historias que no fueron objeto de las alteraciones llevadas a cabo por Wilhelm, y son, por tanto, las que se hallan más cerca de la fuente de la que fueron extraídas. Con su lectura se comprenderá cuán larga y dificultosa fue la tarea de ambos hermanos desde el momento en que iniciaron el proceso de fijación escrita de los primeros textos recopilados hasta llegar a las versiones que conocemos en la actualidad. Estos cuentos son prácticamente desconocidos para el gran público, pues todos ellos aparecieron en revistas o periódicos, de forma aislada y al margen de las numerosas ediciones de la colección realizadas en vida de los hermanos. Precisamente por ello han permanecido así con su forma original.

Jacob y Wilhelm Grimm (Hanau, Alemania, 1785-1863 / 1786-1859). Filólogos de formación y estudiosos del folclore. Fueron profesores universitarios en Kassel, en Gotinga y en la Universidad Humboldt de Berlín. Recorrieron su país hablando con los campesinos, con las vendedoras de los mercados, con los leñadores y recogiendo historias de los lugareños, además de estudiar la lengua y el antiguo folclore de la región. Fruto de este trabajo son sus cuentos, entre los que destacan Hansel y Gretel, Blancanieves, etc., que recopilaron con el título de Cuentos de hadas de los hermanos Grimm.

HERMANITO Y HERMANITA


El hermanito cogió a su hermanita de la mano y dijo:

—Desde que madre murió no hemos tenido una sola hora de dicha; la madrastra nos pega todos los días y siempre que vamos a verla nos echa a patadas. Los cuscurros de pan que sobran son nuestra comida y hasta al perrillo de debajo de la mesa le va mejor: a él le echa de vez en cuando un buen bocado. ¡Que Dios se apiade de nosotros! ¡Si nuestra madre lo supiera! Ven, vamos a marcharnos juntos al ancho mundo.

Anduvieron todo el día por praderas, campos y pedregales y, cuando llovía, la hermanita decía:

—¡Dios y nuestros corazones lloran juntos!

Por la noche llegaron a un gran bosque y estaban tan cansados de la pena, el hambre y la larga caminata, que se sentaron en un tronco hueco y se durmieron.

A la mañana siguiente, cuando despertaron, el sol ya estaba en lo alto del cielo y brillaba abrasador en el interior del árbol. Entonces dijo el hermanito:

—Hermanita, tengo sed, si supiera dónde hay una fuentecilla iría y bebería, me parece que oigo manar una.

El hermanito se puso en pie, cogió a la hermanita de la mano y se fueron a buscar la fuentecilla. Pero la malvada madrastra era una bruja y había visto perfectamente que los niños se habían marchado y los había seguido en secreto, tal como hacen las brujas, y había encantado todas las fuentes. Cuando por fin encontraron una fuente que manaba refulgente sobre las piedras, el hermanito se dispuso a beber de ella, pero la hermanita escuchó cómo decía entre murmullos:

—¡El que beba de mí se convertirá en tigre! ¡El que beba de mí se convertirá en tigre!

Entonces exclamó la hermanita:

—Ay, hermanito, te lo ruego, no bebas, de lo contrario te convertirás en un animal salvaje y me devorarás.

El hermanito no bebió y, aunque tenía una sed enorme, dijo:

—Esperaré hasta la próxima fuente.

Al llegar a la segunda fuente, la hermanita oyó que también esta decía:

—¡El que beba de mí se convertirá en lobo! ¡El que beba de mí se convertirá en lobo!

Entonces la hermanita exclamó:

—Ay, hermanito, te lo ruego, no bebas, de lo contrario te convertirás en un lobo y me devorarás.

El hermanito no bebió y dijo:

—Esperaré hasta la próxima fuente, pero entonces beberé, suceda lo que suceda, tengo demasiada sed.

Y cuando llegaron a la tercera fuentecilla, la hermanita oyó como decían entre susurros:

—¡El que beba de mí se convertirá en un ciervo! ¡El que beba de mí se convertirá en un ciervo!

La hermanita intentó rogarle a su hermanito que no bebiera, pero el hermanito ya se había arrodillado junto a la fuente y bebido del agua, y en cuanto las primeras gotas llegaron a sus labios, quedó allí tendido transformado en un cervatillo.

Entonces la hermanita empezó a llorar por el pobre hermano encantado y el cervatillo también lloraba muy triste a su lado. Finalmente dijo la niña:

—Tranquilízate, qu