: Andrew Pettegree, Arthur Der Weduwen
: Bibliotecas
: CAPITÁN SWING LIBROS
: 9788412838824
: Ensayo
: 1
: CHF 11,50
:
: Sprach- und Literaturwissenschaft
: Spanish
: 616
: Wasserzeichen
: PC/MAC/eReader/Tablet
: ePUB
Una fascinante exploración de la historia de las bibliotecas y de las personas que las construyeron, desde el mundo antiguo hasta la era digital. Famosas en todo el mundo conocido, celosamente guardadas por coleccionistas privados, construidas a lo largo de siglos, destruidas en un solo día, ornamentadas con pan de oro y frescos, o llenas de sacos de judías y dibujos infantiles: la historia de las bibliotecas es rica, variada y está repleta de incidentes. Los historiadores Andrew Pettegree y Arthur der Weduwen nos presentan a los anticuarios y filántropos que dieron forma a las grandes colecciones del mundo, trazan el ascenso y la caída de las modas literarias y revelan los delitos y faltas cometidos en la búsqueda de manuscritos singulares. Al hacerlo, revelan que, si bien las colecciones en sí son frágiles y a menudo se arruinan en pocas décadas, la idea de la biblioteca ha sido notablemente resistente, ya que cada generación crea -y rehace- de nuevo la institución. Bellamente escrito y profundamente investigado, Bibliotecas es una lectura esencial para amantes de los libros, coleccionistas y, en general, cualquiera que alguna vez se haya perdido felizmente entre librerías.

Reino Unido, 1957. Historiador británico y experto en la Reforma europea, la historia del libro y las transformaciones de los medios de comunicación. Desde 2022 es catedrático en la Universidad de St Andrews, donde dirige la base de datos bibliográfica USTC (Universal Short Title Catalogue). Pettegree disfrutó de becas de investigación en las Universidades de Hamburgo y Cambridge antes de trasladarse a St Andrews en 1986. En 1991 fue nombrado director fundador del Instituto de Estudios sobre la Reforma de St Andrews. En los últimos años, su investigación se ha centrado en la historia de la comunicación y, en particular, en la historia del libro. Ocupó el cargo de vicepresidente de la Royal Historical Society (2012-2015).

Prólogo

Catalogar las ruinas

Para el erudito neerlandés Hugo Blocio, su nombramiento en 1575 como bibliotecario de Maximiliano II, emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, debía ser el cenit de su carrera profesional. Sin embargo, cuando Blocio llegó a Viena para asumir sus nuevas responsabilidades, la escena con la que se encontró fue de devastación. «Qué descuidado y desolador parecía todo», escribió lastimeramente:

Había moho y podredumbre por todas partes, restos de polillas y de piojos de los libros, y una gruesa capa de telarañas. Las ventanas llevaban meses sin abrirse y ni un rayo de sol se había filtrado a través de ellas para iluminar los desafortunados libros, que se deshacían poco a poco, y cuando se abrían, qué nube de aire nocivo se levantaba.[1]

Se trataba de la biblioteca imperial, la Hofbibliothek, una colección de 7.379 ejemplares (la primera tarea de Blocio fue redactar un catálogo), y no estaba ubicada en el palacio imperial, sino en la primera planta de un convento franciscano, un lugar donde guardar una colección huérfana que a todas luces no desempeñaba ningún papel en la actividad cultural del emperador.

Cuando Blocio llegó a Viena había transcurrido más de un siglo desde la invención de la imprenta, una maravilla tecnológica que pondría al alcance de muchos miles de ciudadanos europeosel placer de la posesión de libros. Sin embargo, en pleno florecimiento de la cultura literaria, una de las principales bibliotecas de Europase había convertido en un polvoriento mausoleo. Y no era un ejemploaislado. La afamada biblioteca de Matías Corvino, rey de Hungría,prodigio de la primera era del coleccionismo de libros, estaba completamente destruida; en Florencia, los excepcionales y valiosos libros de Cosme de Médici habían terminado siendo absorbidos por otras colecciones. La espectacular biblioteca de Hernando Colón, hijo de Cristóbal Colón, pretendía rivalizar con la legendaria Biblioteca de Alejandría, pero también había quedado en gran medida dispersa, víctima de los estragos del tiempo, la censura de la Inquisición y las apropiaciones del rey de España.

La biblioteca de Federico da Montefeltro, duque de Urbino, un coleccionista tan destacado que se decía que no permitía que ningún libro impreso contaminara sus maravillosos manuscritos, también cayó en el abandono. Cuando el famoso experto bibliotecario Gabriel Naudé la visitó en la década de 1630, vio la biblioteca del duque de Urbino «en un estado tan deplorable que los lectores se desesperan cuando intentan encontrar algo». Naudé, un joven con una popularidad en auge, era autor de una de las primeras guías para coleccionistas de libros, destinada a una clientela de élite que pudiera ofrecerle un cómodo puesto al cargo de su biblioteca (y así sucedió).[2]Lo que Naudé no abordó en sus textos fue la incómoda verdad que el paso de los siglos impone a las bibliotecas: ninguna sociedad se ha mostrado nunca satisfecha con las colecciones heredadas de las generaciones anteriores. Lo que con frecuencia veremos en este libro no es tanto la aparente destrucción gratuita de hermosos artefactos, tan lamentada en anteriores estudios de la historia de las bibliotecas, sino abandono y desprecio, pues los libros y las colecciones que representan los valores y los intereses de una generación a menudo no interpelan a la siguiente. El destino de muchas bibliotecas fue el lento deterioro en desvanes y edificios en ruinas, aunque esta situación solo fuera el preludio de su renovación y renacimiento en los lugares más inesperados.

Si dejamos a Naudé rebuscando entre las marchitas glorias italianas y avanzamos cuatrocientos años, nos encontramos con quelas bibliotecas siguen atravesando una crisis existencial que cuestiona su relevancia, si bien ahora una colección de siete mil ejemplares es un logro menos destacable. En nuestr