Este libro recoge una serie de ensayos que me ayudaron a explorar una inquietud que ha ido tomando forma a lo largo de los últimos diez años de trabajo intelectual y militante: ¿es posible pensar juntos el feminismo, el populismo y la república? Esta pregunta, que busca tener un alcance teórico y práctico, nace de un cierto malestar que resulta de los diferentes tipos de desencuentros que han existido entre estas tradiciones de pensamiento y de lucha política. En el caso de la teoría clásica del republicanismo y el populismo, y salvo en contadas excepciones, suele prestarse muy poca atención a la configuración de las demandas feministas, al punto de ser consideradas como problemáticas de segundo orden. Esta desatención a la lucha feminista expresa, al menos, dos limitaciones en el terreno de estos estudios. Por un lado, pierde de vista los diferentes tipos de transformaciones que ha experimentado el campo popular (objeto de estudio del populismo) en las últimas dos décadas gracias a los liderazgos de las mujeres y las disidencias sexuales. Y, por otro, no es capaz de dar cuenta de las nuevas conexiones sensibles (o afectivas) que propicia el feminismo en la articulación de ese mismo campo popular. La teoría populista, cuando trata de pensar la articulación de lo popular, se centra en el antagonismo y en los diferentes conflictos que permiten configurar un nosotros frente a un ellos. Pero la construcción de ese nosotros adversarial, como ha insistido Chantal Mouffe en sus trabajos de los últimos años, no se da de forma abstracta, sino que es el resultado de una coyuntura específica. Y esa coyuntura se organiza a partir de una correlación de fuerzas asimétricas entre los de arriba y los de abajo. O, dicho de manera más precisa, el campo social se configura como una tensión irresuelta entre, por un lado, la violencia de las fuerzas oligárquicas (conglomerados mediáticos, élites económicas, políticas y culturales, corporaciones transnacionales y fuerzas del crimen organizado y paraestatales) y, por otro, las fuerzas populares (trabajadores, migrantes, desplazados, campesinos, mujeres, disidencias sexuales y sectores indígenas y negros) que sufren el despojo simbólico, económico, territorial y político por parte de esas mismas fuerzas oligárquicas. Esas fuerzas populares logran convertirse en un nosotros cuando son capaces de articularse como un pueblo, es decir, cuando pueden darles una orientación moral y política a sus propias fuerzas y disputarles a las élites, en el terreno de la política, las formas de organización de la vida social e institucional de sus repúblicas.
Desde la teoría populista tenemos el desafío de estudiar con mayor rigor qué le sucede al campo popular cuando el feminismo comienza a liderar esa articulación política. Por parte de la teoría republicana, al mismo tiempo, es necesario prestar atención a la traducción institucional de esas conflictividades que acontecen en el orden de la organización popular. Es decir, cuando se convierte en una especie de figura organizativa e institucional capaz de impulsar imágenes de futuro y orientarnos en la acción. No es lo mismo construir un pueblo poniendo en el centro de la escena la figura del trabajador (como sucedió durante los siglosXIX yXX) que hacerlo a partir de la figura del feminismo (tal y como parece vislumbrarse en el sigloXXI junto a otras figuras políticas). Con ello no quiero decir que la figura del trabajador o la lógica capital-trabajo no sigan operando en nuestras sociedades como un factor clave, sino que estoy tratando de sugerir que ya no tienen la misma fuerza de interpelación ni operan como el único sujeto político para configurar un pueblo. Si en los siglosXIX yXX las luchas políticas (y la configuración del campo popular) se dieron alrededor del eje central capital-trabajo, en el sigloXXI, en cambio, pareciera orientarse con más fuerza hacia el eje capital-vida y hacia la pregunta por las formas de vida alternativas al neoliberalismo. Y es ahí donde aparece la pregunta elemental sobre el tipo de pueblo que está comenzando a construir el feminismo. Cómo pensar un pueblo cuando aparece la cuestión de los cuidados (de sí, de los otros y de la naturaleza) como un problema de primer orden, es decir, cuando la otra pata del capitalismo, la reproducción de la vida, comienza a tener un rol más protagónico en el ámbito de las luchas populares. Por todo ello, la relación entre pueblo y vida, que está en la base de las transformaciones políticas del feminismo es una cuestión crucial que ya no puede eludirse desde el ámbito de las teorizaciones republicanas o populistas y que atañe tanto al nivel de las demandas como al de la lógica o la forma misma de articular lo popular. Los ensayos reunidos en este li