Propósito de este libro
¿De qué vamos a hablar?
¿Qué entendemos por pornografía? La definición que nos puede valer es esta: «diferentes representaciones audiovisuales (o literarias) explícitas, realizadas con la finalidad de excitar sexualmente a quienes se exponen a ellas».
Todos los niños y niñas necesitan conocer una serie de hechos sexuales, de cara a un desarrollo armónico de su dimensión afectivo-sexual, de gran trascendencia a lo largo de toda su vida y de impacto considerable en su salud. Generalmente, este conocimiento se les hurta no respondiendo a sus legítimas preguntas y, por tanto, obligándoles a buscar esas respuestas con sus amistades, en internet, en webs yapps vinculadas con la industria pornográfica.
Una parte significativa de los jóvenes españoles —algo menos las chicas, aunque estas sufren en mayor medida las consecuencias— se inician precozmente en el consumo de pornografía en torno a los 8 años, una edad cercana, en algunas familias, a la adquisición del primer móvil.
Algunos estudios adelantan la edad a los 6 años, incluso antes en determinados casos, que lo hacen con el móvil del papá, de la mamá o de otro familiar que también consume este tipo de representaciones audiovisuales. A los 16 años ya son gran mayoría, incluyendo muchas jóvenes que copian de los chicos estas pautas de acceso. Todo ello sin una educación sexual científica previa.
Probablemente, a los 18 años, habrá muy pocos jóvenes que afirmen «no he visto nunca porno», tanto es así que algunos investigadores muestran su pesar porque no encuentran un grupo significativo de jóvenes que jamás hayan visto porno, para compararlos con los que sí lo han hecho. Con toda probabilidad, a los veinte años serán muy excepcionales quienes afirmen que ninguna vez han visto este tipo de películas.
Destacaría que una parte importante de este grupo de consumidores juveniles, lo hacen de una manera abusiva. Ciertos estudios estiman que el 25 %, antes de esa edad, estaría expuesto a la pornografía entre 1.000 y 5.000 horas. El último estudio realizado por Baleares concluía que el 20 % de los jóvenes consume porno de manera desmedida.
Finalmente, quiero subrayar dos cuestiones fundamentales: primero, que estas representaciones audiovisuales exhiben, mayoritariamente, diferentes dosis de violencia; y segunda, que existe una suficiente evidencia clínica y científica respecto de las consecuencias de un consumo precoz y abusivo de las mismas. El problema es que esto ocurre sin que tengan la necesaria educación sexual y afectiva que les capacite para gestionar estos hechos inevitables en la sociedad de pantallas en la que les ha tocado vivir, circunstancia que no existía hace treinta o cuarenta años.
En consecuencia, más temprano que tarde un joven verá ese tipo de pornografía, por lo que deberás incluir en su educación sexual una capacitación específica en este tema, encaminada a que sepa afrontar estos hechos permitiéndole un desarrollo emocional y afectivo saludable, así como una salud sexual futura de más calidad para él/ella y su pareja.
Esta es la síntesis, avalada por numerosos estudios e investigaciones científicas, documentos oficiales, como los informes de los Defensores del Menor, de la Fiscalía o de asociaciones de profesionales, publicados en los últimos años, que insisten en advertir que la pornografía «se está convirtiendo para muchos niños, niñas y adolescentes en su principal fuente de información y educación en materia de educación afectivo-sexual, con las consecuencias altamente negativas que esta realidad conlleva para el propio menor, su desarrollo, su comportamiento y en las relaciones con los demás».
Es sabido que algunos de los vídeos más visitados en internet son aquellos que escenifican agresiones sexuales diversas y violaciones en grupo. Y aun cuando el joven no viera esas imágenes vejatorias e hirientes, cuestión harto difícil por la generalización de las mismas, es muy poco probable que un niño de 8 o 10 años, con su cerebro en construcción, sin su corteza cerebral desarrollada, sea capaz de entender los papeles y las prácticas que exhiben los protagonistas de las cintas pornográficas, los cuerpos que muestran, el sentido y significado de las imágenes y los comportamientos misóginos y sexistas