1.¿Podemos vivir sin dormir?
Los seres humanos invertimos una cantidad gigantesca de tiempo en dormir.
Durante nuestros primeros años de vida, pasamos, literalmente, más de la mitad del día durmiendo; e incluso cuando somos adultos,1 dormir supone aproximadamente un tercio de nuestra existencia. No solo eso, dormir es una movida biológica bastante importante para los animales en general, y es común pasar muchas horas al día en esta tarea, aunque el tiempo empleado varía enormemente de unos animales a otros: por ejemplo, en la vida adulta (este es un matiz importante porque el tiempo durmiendo cambia mucho según la edad), cabras y vacas duermen unas 4-5 horas diarias frente a las 7-9 horas que descansamos nosotros; pero esto no es nada comparado con las veinte horas diarias que habitualmente se pasa durmiendo el armadillo peludo.2 Así que sí, si quieres decirle a alguien que duerme mucho, dile que duerme más que un armadillo peludo.
Dormir es algo a lo que le dedicamos mucho tiempo en este planeta, incluso aunque seas una vaca, y además es una experiencia compartida por prácticamente todos los animales; y aquí enfatizo lo de animales: cuidado con incluir aquí a las plantas y otros seres vivos. Aunque la vasta mayoría de los organismos tenemos lo que se conoce como ritmos circadianos (procesos biológicos cuyo ciclo completo dura unas 24 horas),3 esto no significa que todos los seres vivos duerman. Es verdad que todo lo que involucra al sueño y la vigilia está regulado por ritmos circadianos, pero tener ritmos circadianos no es sinónimo de dormir. El sueño involucra una serie de fenómenos que tienen su centro en el cerebro, y sin un cerebro u otra estructura similar no podemos decir que un ser vivo esté durmiendo. Por eso es incorrecto decir que las plantas duermen, incluso aunque popularmente se haga referencia a los «movimientos de sueño» para hablar de los «movimientos nictinásticos» (en referencia a Nix, diosa griega de la noche),4 como son los movimientos de plegar las hojas por la noche y desplegarlas al amanecer,5 por ejemplo, que hacen muchas plantas a lo largo del día.
Un concepto importante es el de conservación evolutiva: si hay algo, ya sea un gen, comportamiento, órgano... que está presente en seres vivos muy distintos, existe la posibilidad de que ese elemento estuviera presente en el antecesor de todos ellos, y que se haya conservado a lo largo de los milenios y avances evolutivos porque cumple una función vital en cualquier ser vivo, sea el que sea. Es un poco como la idea de los baños o las cocinas en las casas: a diferencia de otro tipo de habitaciones como un estudio, un segundo dormitorio o incluso un salón, prácticamente todas las viviendas tienen alguna forma de baño y cocina (incluso aunque sea un hornillo o una palangana). ¿Por qué? Porque son partes del hogar que cumplen funciones vitales y universales, como son el aseo y la alimentación. Siguiendo esta idea, pero aplicada al sueño y la vigilia, encontramos a lo largo de todo el reino animal procesos biológicos que podríamos llamar «dormir», y por esto se asume que dormir tiene que ser algo extremadamente importante para los animales.
Un fuerte punto a favor de esto son los experimentos en los que se ha impedido indefinidamente que un animal se duerma. Por ejemplo, hay trabajos clásicos donde se vio que, si no se dejaba dormir a unas ratas, estas finalmente acababan falleciendo en un período de dos a tres semanas.6 Y resultados similares se han obtenido con otros modelos de experimentación animal (seres vivos que se usan en laboratorio bajo unas estrictas condiciones, siendo dos de los tipos más utilizados ratones o moscas de la fruta), si bien algunos de los experimentos más antiguos necesitan ser revisitados con técnicas más modernas y, en los trabajos más recientes, no acaba de estar claro de qué se mueren exactamente los animales cuando no se les deja dormir. Aunque esta es una pregunta que seguramente se tardará años en contestar correctamente, un estudio bastante reciente señala que, quizás, una de las cosas que ocurren es que la falta de sueño genera un estrés a nivel celular que va deteriorando las células, lo cual iría dañando el funcionamiento de los tejidos, pudiendo generar problemas de salud cada vez más graves.7,8 Estas investigaciones en ratones y moscas de la fruta han visto que, al menos en apariencia, hay tejidos más sensibles que otros a este estrés y no necesariamente el más afectado es el