Introducción
El 14 de abril de 1931 la República irrumpió en España de un modo inesperado y pacífico. AlfonsoXIII consideró que había perdido la estima del pueblo español y tomó la decisión de exiliarse antes que provocar una situación de fuerza que enfrentara, con violencia, a unos españoles contra otros.
Cinco años después, en julio de 1936, España vivió jornadas de gran ansiedad que preludiaban un pronunciamiento militar. Lo que fue inesperado es que, fracasado el movimiento de sublevación militar en Madrid, los españoles se vieran envueltos en una larga y cruenta guerra civil de casi tres años de duración. Ni el gobierno republicano ni los militares sublevados imaginaron ni desearon nada parecido. En España ningún pronunciamiento militar en todo el sigloxix, ni en 1923, se convirtió en una guerra. El presidente del Consejo de Ministros de la monarquía parlamentaria, ante un «grito» militar que pretendía un cambio de gobierno, cedía el poder o intentaba una oposición con una iniciativa militar que no incluía matanzas de ciudadanos ajenos al pronunciamiento.
La sublevación militar orquestada desde Pamplona por el general Mola, a la que se sumó a última hora Franco y una amplia parte del ejército, tenía el proyecto inicial de un cambio gubernamental (no de régimen). La novedad fue la decisión del presidente Manuel Azaña y del Gobierno frente-populista que, a diferencia de AlfonsoXIII, opuso resistencia y distribuyó armas a los partidos y sindicatos de izquierda. Con ello el Gobierno republicano consiguió neutralizar la sublevación en Madrid, Barcelona, el Levante, Bilbao, San Sebastián y en otras capitales de provincias, mientras la mitad de las guarniciones españolas, con un amplio apoyo social de católicos, monárquicos, liberales, tradicionalistas y falangistas, se sumaron al pronunciamiento del ejército de Marruecos y Navarra.
El reparto de armas tuvo como consecuencia que el poder pasó de los despachos a la calle y el teórico gobierno republicano se vio desbordado por el poder efectivo de los milicianos frente-populistas. La violencia y las matanzas de los tres primeros días, entre el 18 y el 21 de julio, certificaron la imposibilidad de un acuerdo pacífico. La lucha iba a ser a muerte, con un solo vencedor.
El 18 de julio los milicianos en San Sebastián desataron una persecución de sospechosos de colaboración con los sublevados. En cierto sentido, San Sebastián también pasó de Corte a Checa como relató Agustín de Foxá. Agustín de Foxá (1906-1959), diplomático y escritor, publicó en Salamanca en 1938, una célebre novela:Madrid, de Corte a Checa. En la tercera parte del libro, «La Hoz y el martillo», Foxá relata las vicisitudes del protagonista, José Félix, en Madrid durante el primer año de la guerra civil.
Agustín de Foxá fue un falangista de primera hora, miembro de la generación del 27, y evolucionó hacia un cierto desengaño y escepticismo de los regímenes autoritarios para desembocar en el hedonismo. Recuerdo que Agustín de Figueroa y Alonso Martínez (1903-1988), hijo del conde de Romanones, comentaba anécdotas y vivencias con su amigo de la misma generación, Agustín de Foxá, y me contó: «Gortázar, ¿sabe Vd. la definición de Agustín de Foxá sobre la mayor concupiscencia?: tocar el timbre, que aparezca el mayordomo y pregunte: ¿Qué desea el Señor?».
San Sebastián acogía, en la Restauración (1876-1923) y en décadas anteriores, la Corte, la vida social y política durante los meses del verano, desde mediados de junio hasta mediados de octubre. Embajadores, ministros, la reina María Cristina, Don Alfonso y miles de turistas extranjeros residían en la capital de Guipúzcoa. E, incluso durante laII República, San Sebastián mantuvo un cierto estatus de capital política del verano que mantuvo después el general Franco hasta 1975. Por ello está justificado considerar que San Sebastián también pasó de Corte a checa; de un centro de gran