INTRODUCCIÓN
Unicornio – sincornio – similcornio
La profesora Grubbly-Plank […] los condujo al otro lado del potrero […] y luego hacia un árbol que se alzaba en el lindero del bosque. Atado a él había un unicornio grande y muy bello.
Muchas de las chicas exclamaron: «¡oooh!» al ver al unicornio.
—¡Qué hermoso! —susurró Lavender Brown—. ¿Cómo lo atraparía? ¡Dicen que son sumamente difíciles de coger!
El unicornio era de un blanco tan brillante que a su lado la nieve parecía gris. Piafaba nervioso con sus cascos dorados, alzando la cabeza rematada en un largo cuerno.
—¡Los chicos que se echen atrás! —exclamó con voz potente la profesora Grubbly-Plank, apartándolos con un brazo que le pegó a Harry en el pecho—. Los unicornios prefieren el toque femenino.1
El cuarto año de colegio de Harry Potter en Hogwarts está marcado por el Torneo de los tres magos, con la emoción añadida de las diferencias cada vez mayores entre chicos y chicas en la pubertad y la atracción mutua que surge cuando es el momento de las invitaciones al baile de Navidad. Justamente, el conflicto en esta fase tan problemática lo plantea la asignatura «Cuidado de Criaturas Mágicas», impartida primero por el semigigante Hagrid, que ama a todos los monstruos y criaturas peligrosas, especialmente a los dragones, pero también a los escregutos de cola explosiva, que los alumnos tienen que criar como parte de su proyecto escolar. Más adelante, Hagrid es víctima de un artículo sensacionalista en el que se lo acusa de poner en peligro a los niños a causa del contacto con «criaturas espeluznantes», todo esto unido al acoso racista debido a su origen de gigante, algo que muestra la atmósfera cada vez más amenazante del mundo de los magos. Por eso, la profesora Grubbly-Plank, especialmente popular entre las chicas, sustituye a Hagrid. «—Esto se parece más a lo que yo me imaginaba de Cuidado de Criaturas Mágicas: criaturas hermosas como los unicornios, no monstruos […] —dijo Parvati Partil al terminar la clase […]».2
Esta historia encantadora, pero también un poco pasada de moda, se lee ahora con otra mirada respecto a la representación de los géneros. En los últimos años, la autora J. K. Rowling se enfrenta a acusaciones constantes de transfobia, y sus detractores la califican de TERF, es decir, feminista que no reconoce a las mujeres trans como mujeres, y ella siempre se ha caracterizado por su vehemente defensa del binarismo de género. Las lecturas críticas de la serie de Harry Potter han encontrado múltiples referencias a un marco de transfobia que apoyaría las acusaciones contra Rowling. Este no puede ni debe ser el lugar para dirimir si esas críticas son adecuadas al objeto. Desde la perspectiva de la ciencia literaria, se podría objetar quizás que el mundo mágico de Harry Potter obedece a unas leyes de ficción propias y, por lo tanto, no responde a los conflictos sociales del capitalismo tardío. Por el contrario, Rowling introduce en el mundo de Harry Potter de lucha del bien contra el sistema totalitario y excluyente de Voldemort, y referencias a la realidad histórica desde un punto de vista ideológico, lo que confiere a la serie un atractivo especial tanto para lectores juveniles como adultos. Cada época tiene sus propios discursos ilustrados, y lo que en el año 2000, cuando apareció el cuarto libro, parecía tan emancipado como la inteligente y valiente Hermione, la representación de los géneros y la socialización en el colegio, hoy parece más bien solícito en exceso, como las inofensivas jinetes Lavender y Parvati.
¿Qué tiene esto que ver con los unicornios y con este libro?
Mucho, porque la representación de Rowling es de todo menos arbitraria: lo que enseña la profesora Grubbly-Plank en Hogwarts, y que también juega un papel en elspin off de la serie de Harry PotterAnimales fantásticos, hace referencia a representaciones del unicornio que se remontan a la Antigüedad, que se tratarán en los siguientes capítulos.3 Entre ellas, que su cuerno es un antídoto eficaz contra el veneno, que