I. ¿EN QUÉ CONSISTIÓ LA RESURRECCIÓN DE JESÚS?
Los evangelios concluyen su testimonio con los denominados relatos pascuales, que están centrados en el hallazgo del sepulcro vacío y las apariciones de Cristo a sus seguidores después de su muerte en la cruz. La forma que tienen de expresarse sobre la resurrección de Jesús es bastante diferente a los milagros de resurrección: no se trata de la vuelta a la vida que experimentaron algunos muertos en virtud de la acción poderosa de Cristo. Los evangelios han recogido tres milagros de este tipo: la resurrección de la hija de Jairo (Mc 5,21-24.35-43; Mt 9,18-19.23-26; Lc 8,40-42.49-56), del hijo de la viuda de Naín (Lc 7,11-17) y de Lázaro (Jn 11,1-44). Estas resurrecciones son una vuelta a esta vida terrena, sujeta todavía a la muerte y a las necesidades propias de la condición humana, como manifiestan los mismos relatos. Así, por ejemplo, Jesús manda a Jairo y su mujer dar de comer a su hija; pone al muchacho adolescente bajo la custodia de su madre; manda desatar las vendas que envolvían el cuerpo de Lázaro y dejarle andar sin impedimento alguno. Este fenómeno extraordinario, por lo demás, era ya conocido en el judaísmo; basta leer 1 Re 17,17-23, donde se narra la resurrección del hijo de la viuda de Sarepta, realizado por el profeta Elías, o 2 Re 4,18-37, que relata la resurrección del hijo de la Sunamita, llevada a cabo por el profeta Eliseo. Es más, existen también relatos de resurrección de muertos fuera del judaísmo. Un buen ejemplo es el episodio de la resurrección de una joven, realizada por Apolonio de Tiana, un filósofo pitagórico que vivió en el siglo I5.
El acontecimiento de la resurrección de Jesús no pertenece a este tipo de narraciones; estamos ante un fenómeno absolutamente novedoso. En ella Cristo ha triunfado de forma definitiva sobre la muerte, pues vive para siempre. Es más, su cuerpo no está sometido a ninguna condición o limitación de este mundo, ya que no pertenece a esta tierra al haber sido exaltado junto al Padre. El Catecismo subraya esta diferencia: «La Resurrección de Cristo no fue un retorno a la vida terrena como en el caso de las resurrecciones que él había realizado antes de Pascua: la hija de Jairo, el joven de Naín, Lázaro. Estos hechos eran acontecimientos milagrosos, pero las personas afectadas por el milagro volvían a tener, por el poder de Jesús, una vida terrena ‘ordinaria’. En cierto momento, volverán a morir. La Resurrección de Cristo es esencialmente diferente. En su cuerpo resucitado, pasa del estado de muerte a otra vida más allá del tiempo y del espacio. Sigue siendo hombre, por tanto, con un cuerpo, pero glorioso. En la Resurrección, el cuerpo de Jesús se llena del poder del Espíritu Santo; participa de la vida divina en el estado de su gloria, tanto que san Pablo puede decir de Cristo que es ‘el hombre celestial’ (cf. 1 Co 15,35-50)»6. Como dice Pablo: «Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más; la muerte ya no tiene dominio sobre él […], vive para Dios» (Rm 6,9-10)7.
La resurrección de Jesús, por tanto, es un hecho único en la historia, no se trata de un mero retorno a la vida, sino de una glorificación, de un ser constituido Señor de todo lo creado. En palabras de H. Schlier: «En la resurrección de Jesucristo, Dios ha arrebatado del dominio de la muerte al que murió en la cruz y fue sepultado, y lo ha exaltado al poder y a la gloria de la vida otorgada por Dios, que es la vida en absoluto, sin adjetivos. La resurrección de Jesucristo es la subida de Jesucristo muerto al poder de la vida de Dios»8. Seguramente la afirmación más conocida del Nuevo Testamento que expresa esta realidad está contenida en el himno cristológico de la carta a los Filipenses: «Se humilló a sí mismo, hecho obediente hasta la muerte y una muerte de cruz. Por eso Dios lo exaltó sobre todo y le concedió el Nombre-sobre-todo-nombre» (2,8-10)9. En este sentido, el acontecimiento de la resurrección de Jesús no pertenece a este mundo temporal, sino al más allá. Por eso, no se narra en ningún evangelio. Se adentra en el misterio de Dios. De lo que ocurrió en la sepultura previo a la visita de las mujeres nada dicen los evangelistas; solo el evangelio según Mateo narra, con u