: Manon García
: No nacemos sumisas, devenimos
: Siglo XXI Editores México
: 9786070311260
: 1
: CHF 9.90
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: Frauen- und Geschlechterforschung
: Spanish
: 190
: DRM
: PC/MAC/eReader/Tablet
: ePUB
Aun las mujeres ma?s independientes y las ma?s feministas se sorprenden a si? mismas apreciando la mirada conquistadora de los hombres sobre ellas, deseando ser un objeto sumiso en los brazos de su pareja o prefiriendo las labores dome?sticas -los pequen?os placeres de la ropa bien doblada, el desayuno tan bellamente preparado para la familia- a actividades supuestamente ma?s gratificantes. ¿Esos deseos, esos placeres son incompatibles con su independencia? ¿Es una traicio?n a los siglos de feminismo que las precedieron? ¿Podemos esperar a que los hombres den 'el primer paso'y reivindicar la igualdad de sexos? Los recientes esca?ndalos sexuales que agitaron al mundo entero arrojan una cruda luz sobre las ambivalencias y sobre el reve?s de la dominacio?n masculina: el consentimiento de las mujeres a su propia sumisio?n. Tabu? filoso?fico y punto ciego del feminismo, la sumisio?n de las mujeres no es jama?s analizada con detalle, en la complejidad de las experiencias vividas. Siguiendo los pasos de Simone de Beauvoir, Manon Garcia aborda este tema con fuerza: por que? las mujeres se someten es el prea?mbulo necesario a toda emancipacio?n.

Manon García (1985). Es egresada de la Escuela Normal Superior de Pari?s, profesora, doctora en filosofi?a y especialista en filosofi?a feminis- ta. Impartio? cursos en Harvard durante dos an?os. Actualmente es profesora en la universidad de Chicago. Este ensayo es su primer libro.

2. LA SUMISIÓN FEMENINA, ¿UNA TAUTOLOGÍA?

Cualquiera que desee reflexionar sobre la sumisión de las mujeres debe confrontarse en primer lugar al siguiente problema: dado que la idea de que esta sumisión es natural daña a las mujeres, nos sentimos tentados a desviar la mirada de la sumisión, a decir que no hay sumisión femenina, que se trata de un prejuicio sexista entre tantos otros. Sin embargo, los usos lingüísticos, la cultura clásica como la cultura popular, las representaciones mediáticas, permiten pensar que hay algo de femenino en la sumisión o de sumiso en la feminidad. El hombre sometido es con frecuencia objeto de burla por su falta de virilidad; los modelos clásicos de la feminidad son modelos de sumisión a los hombres.¿Qué es necesario pensar al respecto?

¿LAS MUJERES SON MASOQUISTAS?

Cuando se habla de sumisión, las figuras que nos vienen a la mente son las siguientes: la mujer sumisa, el esclavo, el guerrero vencido. Tanto en el esclavo –casi siempre visto comoun esclavo– como en el guerrero vencido, esta sumisión es el resultado de una coerción física ante la cual no puede nada. No tienen una responsabilidad en la sumisión, salvo, en el guerrero, la de no haber sido lo suficientemente fuerte para no estar obligado a someterse. En la figura de la mujer sumisa, en cambio, la sumisión se muestra como elegida; la mujer es, entonces, responsable. La sumisión es una forma de pasividad consintiente que refleja, o bien la actitud que se espera de una mujer respetable –pensamos en Penélope esperando a Ulises– o bien una forma degradada de la feminidad –contra la que se manifiestan las militantes de Ni putas ni sumisas–. Cuando pensamos la sumisión como un problemamoral, porque se juega una renuncia voluntaria e inmoral a la libertad, la figura-tipo que viene a la mente es una mujer.

Concebir la sumisión como algo típicamente femenino coincide con la idea común de que las mujeres serían naturalmente masoquistas y que el masoquismo explicaría tanto la violencia doméstica y conyugal, como las desigualdades en el mercado de trabajo. La falsedad de tal idea ha sido demostrada en múltiples ocasiones,1 pero se halla tan difundida que resulta interesante ver cómo encuentra sus raíces en la teoría que Sigmund Freud propone del masoquismo. El problema que el masoquismo plantea al psicoanálisis es el de la aparente contradicción que implica el placer que se obtiene del dolor padecido, en particular en el dominio sexual. Este problema no es sólo psicológico –¿es una forma de perversión o de locura sentir placer en el dolor?–, es también lógico. En efecto, placer y dolor son definidos uno en relación con el otro, son contrarios y, en este sentido, el masoquismo aparece como un cuestionamiento del principio de no-contradicción. Si hay placer, entonces, no debería haber dolor, y viceversa. Mientras que el placer tomado del dolor es teóricamente impensable, médicos y psiquiatras constatan, en el terreno práctico, el placer que experimentan algunos de sus pacientes en el dolor y cuando se manifiesta lo atribuyen, sobre todo por el dato de la contradicción, a una forma de perversión. Confrontado a este problema Freud escribió entre 1905 y 1924 tres textos que constituyen el fundamento de la concepción psicoanalítica del masoquismo:2 “Las aberraciones sexuales” (1905), “Pegan a un niño” (1919) y “El problema económico del masoquismo” (1924).

Según Freud, el masoquismo es una derivación, un segundo tiempo del sadismo. En efecto, si consideramos a su manera a la libido, como una forma de instinto de conservación, la tendencia masoquista y sus contenidos destructivos no pueden tener sentido, dado que el masoquismo parece actuar en contra precisa