I
Palacio Ducal
Distrito del Rialto
Las ventanas del Gran Salón estaban tapiadas por dentro, y había más de una veintena de guardias apostados en el exterior, patrullando las calles que rodeaban el Palacio Ducal, custodiando los portones de entrada y el patio y vigilando a cualquiera que se aproximara al edificio. Los relojes de la ciudad acababan de dar la Cuarta Hora, pero había que tomar precauciones incluso a plena luz del día, y más cuando tantos nobles distinguidos se hallaban reunidos en una misma habitación.
Priscilla los contempló a todos: sus padres, Enzo y Fioralba, y su prima, Pia, en representación de la familia Farinelli; Girolamo Buonaventura, dux de Florianne y máxima autoridad del Consejo de los Pares; y Sandro Romagnoli, emisario de la Ciudad Libre de Genevia. También estabaHércules, el viejo mastín del dux, que dormitaba junto al fuego y, de vez en cuando, se acercaba a ellos para que le rascaran detrás de las orejas.
El dux se estaba reuniendo con las Altas Familias por separado, a través de miembros designados por cada linaje para que hablaran en nombre de todos, defendiendo sus intereses y exponiendo sus inquietudes; al fin y al cabo, solo la familia Farinelli ya estaba compuesta por más de cuarenta príncipes y princesas, entre tíos, primos y sus respectivos cónyuges y descendientes.
Priscilla no entendía por qué ella debía formar parte de aquel encuentro. No era nadie importante dentro de la familia, ella solo quería abrir su propio taller en el Distrito de Mercaderes. No obstante, se había prestado a acudir por satisfacer los deseos de sus padres, que se mostraban cada vez más preocupados por la situación de la ciudad. «Si las cosas siguen así —le había confesado su padre la noche anterior—, el bueno de Girolamo perderá las próximas elecciones».
El dux Buonaventura era un hombre de campo, a pesar de sus orígenes. La familia poseía viñedos a las afueras de la ciudad, y el vino que producían constituía una exquisitez reservada a las bodegas del resto de los nobles. Girolamo Buonaventura y Enzo Farinelli eran grandes amigos, hasta el punto de que Priscilla llamaba «tío» al dux, y sabía que Girolamo habría preferido supervisar la vendimia que despachar asuntos en el Palacio Ducal. Pero se había presentado a las elecciones hacía una década con la intención de modernizar la ciudad y ahora no podía permitirse el lujo de retirarse, no sabiendo quién sería su rival en los próximos comicios.
—Ludovico Falcone ha hecho una propuesta un tanto atrevida —dijo Buo