: Bruce Bueno de Mesquita
: La invención del poder Reyes, papas y el nacimiento de Occidente
: Ediciones Siruela
: 9788419942678
: Biblioteca de Ensayo / Serie mayor
: 1
: CHF 12.50
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: Politikwissenschaft
: Spanish
: 416
: DRM
: PC/MAC/eReader/Tablet
: ePUB
La invención del poder echa por tierra el pensamiento convencional acerca de la cultura, la religión y la raza de Europa, y presenta una convincente y novedosa visión que resuelve uno de los grandes enigmas de la historia: ¿por qué Occidente se convirtió en la civilización más poderosa? La excepcionalidad occidental -la idea de que las civilizaciones europeas son más libres, más ricas y menos violentas- es una poderosa noción política ampliamente extendida. Ha sido el origen de la paz y la prosperidad de diversas sociedades, pero también la causante de los estragos y la limpieza étnica en otras. En La invención del poder, Bruce Bueno de Mesquita recurre a sus conocimientos como especialista en gestión política y acuerdos de alto nivel para ofrecernos una nueva y revolucionaria teoría acerca de la excepcionalidad occidental: que un único acontecimiento del siglo XII cambió el curso de la historia europea y mundial. Al forjar un compromiso entre iglesias y naciones-Estado que, a todos los efectos, intercambiaban dinero por poder y poder por dinero, el Concordato de Worms, firmado en 1122, incentivó el crecimiento económico, facilitó la secularización y mejoró el destino de los ciudadanos. Todo ello propició que los países europeos siguieran el camino de la prosperidad. En los siglos siguientes, los que han mostrado una dinámica competitiva similar entre Iglesia y Estado han obtenido a la larga mejores resultados que aquellos que no. La invención del poder es una obra de formidable erudición: visionaria, original y esencial, plantea a la vez la cuestión de quiénes somos y de dónde venimos, y responde a estas preguntas con fundamento y rotundidad. «[Este libro] señala la importancia de un suceso casi inadvertido, el Concordato de Worms, del siglo XII, como el instante fundacional en el desarrollo de los Estados y del Gobierno responsable en Europa».Francis Fukuyama «En este absorbente libro, el profesor Bueno de Mesquita muestra los talentos que le han hecho famoso: ideas claras, un novedoso marco de análisis y muy buen estilo».Barry Weingast

Bruce Bueno de Mesquita es titular de la cátedra Julius Silver de Política en la Universidad de Nueva York y director del Alexander Hamilton Center for Political Economy. A través de su consultora en Nueva York, ha ejercido como asesor del gobierno de Estados Unidos para asuntos de seguridad nacional. Es autor de numerosos libros y de artículos para The New York Times, International Herald Tribune y Los Angeles Times.

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Excepcionalidad

«Lo que es, eso fue ya, y lo que fue, eso será».


Eclesiastés 3, 15



Debemos reconocer lo que parece indiscutible: la gente en Occidente es más libre, más acaudalada, más tolerante, más innovadora y feliz que la gente de cualquier otra parte del mundo.1 Pero igualmente es preciso reconocer que, pese a las afirmaciones holísticas acerca de una «excepcionalidad occidental», existe una tremenda diferencia en el bienestar de los individuos que ocupan diferentes regiones del mundo occidental. Toda afirmación de que los occidentales son superiores resulta sorpresiva, insultante y simplemente estúpida tan pronto echamos un vistazo a la larga corriente de la historia. Las explicaciones que abundan en la «excepcionalidad occidental» apoyándose en que existe una cultura superior, unas creencias religiosas superiores o un pueblo superior no soportan siquiera el más pequeño escrutinio. Es más plausible lo que afirman algunos estudiosos, empezando por luminarias tales como el economista escocés Adam Smith y el sociólogo alemán Max Weber, quienes explican que algunos lugares de Europa —Inglaterra, los Países Bajos e incluso, por un tiempo, cabe pensar en la Alemania de Otto von Bismarck— sacaron al resto una cabeza porque adoptaron el capitalismo antes que otros. Sin embargo, esta creencia dista mucho de ser universal: otros, como Karl Marx y Friedrich Engels, argumentaban que el capitalismo condenaba a muchos europeos a la miseria y la revolución, y abogaron por una idea que persuadió a millones de personas en Europa, así como a grandes partidos políticos, como el Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD), los laboristas ingleses y el gobierno del Frente Popular francés de Léon Blum (1936-1940). A tenor de este punto de vista, la excepcionalidad occidental no arraiga en el capitalismo, sino en su contrario, el socialismo.

Con todo, estos son solamente los argumentos más generales. También hay otros, algo más detallados, que defienden la excepcionalidad. Uno de ellos mantiene que esta provino de las modificaciones del punto de vista que la Iglesia católica mantuvo hacia el matrimonio y la familia, y de la manera en que dichos cambios modificaron las relaciones de parentesco y aumentaron la influencia de la Iglesia.2 Otro argumento destaca que el éxito de Europa se debió a la expansión de la alfabetización que se originó tras la publicación en 14503 de la Biblia llevada a cabo por Johannes Gutenberg, seguida no mucho después por el auge de la Reforma protestante.4 Pero hay, todavía, una tercera idea que cruza transversalmente estas dos: quizá se trató, sin más, de pura y simple suerte. La Europa moderna y su progenie al otro lado del mar podrían haberse originado cuando un italiano, bajo bandera española, atravesó el océano azul en 1492 para darse de bruces con el «Nuevo Mundo» y la oportunidad de sacar provecho de sus cuantiosas riquezas.

Existen, sin duda, muchas más teorías. Yo, a fin de cuentas, no estoy proponiendo un nuevo rompecabezas. Como veremos, los sucesos que tuvieron lugar en los siglosXV yXVI sin duda reforzaron y propagaron el desarrollo de la excepcionalidad europea, pero esos sucesos no pueden ser elbig bang que distanció al continente europeo del resto del mundo, puesto que la excepcional trayectoria en el terreno social, económico y político de Europa ya había sido establecida mucho antes de Gutenberg, de Lutero y del auge de la Alemania protestante. Es posible que contribuyeran igualmente a la extraordinaria evolución de Europa numerosos desarrollos anteriores, pero veremos que resultan del todo superfluos en el camino recorrido desde la miseria de la Europa anterior al sigloXII hasta su «excepcionalidad». Y, lo que es más importante, los argumentos que se apoyan en alguna variante a «los europeos tienen una cultura superior», «los europeos son mucho más aplicados e inteligentes» o «el Dios de Europa y sus religiones están por encima del resto», comprobaremos que son tan infundados como equivocados.

No hay ninguna buena razón para creer que los europeos son inherentemente más inteligentes, genéticamente más creativos o culturalmente superiores a otros pueblos. Cuesta imaginar que británicos, belgas o alemanes sean más inteligentes, más creativos, más tolerantes u obviamente superiores a los egipcios, los peruanos o cualquier otro pueblo. Los egipcios parecían ser un pueblo mucho más capacitado hace cinco mil años que las gentes que vivían en los territorios que hoy llamamos Alemania, o Francia, o Inglaterra. Los fenicios de Tiro, Sidón y Cartago se desempeñaban mucho mejor que los belgas o los británicos hace cuatro mil años, y de hecho mostraron durante cientos de años unas cualidades inmensas tras el derrumbe del Imperio romano. Y no hay motivos para pensar que los belgas o lo