INTRODUCCIÓN
El deseo, y no la necesidad, es la madre de la invención. Las cosas y las ideas nuevas provienen de nuestra insatisfacción con lo existente y de querer algo que cumpla con nuestras aspiraciones. Con más precisión, la creación de nuevos artefactos y nuevas tecnologías surge del fracaso de los existentes, que no hacen lo que se esperaría de ellos o no lo hacen lo bien que uno desearía. La frustración y la decepción con el uso de una herramienta o el funcionamiento de un sistema plantean un reto: mejorarlo. Algunas veces, como cuando una pieza se rompe en dos, el centro de atención para la mejora es obvio. Otras veces, como cuando un sistema complejo corre decepcionantemente despacio, la forma de acelerarlo quizá sea poco clara. En cualquier caso, sin embargo, el principio de una solución reside en aislar la causa del fracaso y concentrarse en cómo evitarla, eludirla, eliminarla o sortearla. Los inventores, ingenieros, diseñadores y usuarios comunes tienen problemas de este tipo todo el tiempo.
Los primeros objetos útiles fueron, por supuesto, los que se encontraban en la naturaleza. No es de extrañarse que estos mismos objetos se convirtieran en las primeras herramientas. De esta manera, las piedras llegaron a usarse como martillos. Que de una piedra en particular se hiciera un buen martillo, dependía de su tamaño y su forma así como de su dureza y resistencia respecto de lo que iba a golpear. Los tipos de piedras con que no se lograron los fines deseados fueron malos martillos y tuvieron que ser superados. Al eliminar los fracasos, resultaron mejores martillos. Sin embargo, incluso las mejores piedras tienen limitaciones como martillos, y en este sentido, la aceptación de su fracaso define el problema de diseño: crear un mejor martillo. Que sea incómodo o poco práctico quizá estén entre los problemas de una piedra-martillo. Se puede buscar una mejora en la forma de la piedra o poniéndole un mango o remplazando la piedra con algo más adecuado. Con el tiempo, una variedad cada vez mayor de cotillos de metal y mangos de madera apropiados para una variedad de tareas reflejaría una creciente especialización y diversificación. Entre esta diversidad, uno esperaría encontrar un mejor martillo para cada tarea en particular. Todos los demás no servirían para esa tarea. Si ninguno de los martillos existentes funcionara de manera adecuada para una tarea novedosa, tendría que inventarse un martillo también novedoso. A finales del siglo XIX, solame