INTRODUCCIÓN
Como bromeó alguna vez Groucho Marx: “Aquello que no pueda hacerse en la cama no vale la pena”. Es probable que tuviera razón, pues los humanos, en un momento u otro, han hecho prácticamente todo en la cama. Para los antiguos egipcios la cama era un vínculo vital con el más allá; en la época de Shakespeare era un lugar para socializar, y durante la segunda Guerra Mundial Winston Churchill dirigió la Gran Bretaña desde sus sábanas.
En nuestros días, no obstante, la cama ha quedado relegada a las sombras. Los terapeutas del sueño nos dicen que sólo debe usarse para dormir y para el sexo. Quizá a causa de su estado actual como algo “privado”, la mayoría de los historiadores y arqueólogos modernos la pasan por alto. Es sorprendente lo poco que se ha escrito sobre su historia o de los muchos papeles que ha desempeñado en nuestra vida. Sin embargo, la cama, el lugar donde pasaremos aproximadamente un tercio de nuestra vida, tiene grandes historias que contar. Lo que nuestros antepasados hacían en la cama abarcaba todo, desde la concepción hasta la muerte, pasando por muchas cosas en medio. Dadas las posibilidades ilimitadas de escribir un libro sobre esto, decidimos disponer nuestras camas en una serie de temas, eligiendo los mejores cuentos de cama para contar una nueva historia horizontal de lo que hicimos en ellas.
El sexo, el nacimiento, la muerte, las cenas, el gobierno, las conspiraciones, los miedos, los sueños: el teatro de la alcoba ha proporcionado a los artistas una inspiración abundante. En la Europa medieval era motivo cristiano recurrente el de los tres Reyes Magos, quienes, mientras descansan en una cama, en apariencia desnudos, son bendecidos con la revelación divina. Muchos caballeros artistas del siglo XVIII prefirieron volver su mirada hacia mujeres desnudas que reposan lánguidamente entre sábanas enredadas, quizá incapaces de defenderse de la violación de enemigos o de animales exóticos, como la doncella enLa pesadilla (1781) de Henry Fuseli. Cuando el artista francés Jacques-Louis David pintó el lecho mortuorio de Sócrates en 1787, representó al filósofo septuagenario como alguien lleno de vida y músculos: la encarnación de la proba resistencia a la autoridad injusta en vísperas de la Revolución francesa. Están también las imágenes de camas de madera vacías, como la encantadora cama roja como la sangre de Van Gogh enLa habitación (1888) yCama (1955) de Robert Rauschenberg, con su col