Prólogo
Este libro frente a mí aviva el recuerdo de aquellos días preciosos en que iniciábamos el proyecto Historia y Liberación: Dos siglos de pensamiento en Cuba, en el Memorial José Martí. La convidé y la profesora Rita Buch aceptó como quien esperaba el golpe de un sueño que la impulsara a vivir cada día y hacer por un país que amaba y no se resignaba a perder. Inauguró el espacio de debate con una conferencia que nos conmovió a todos: “José Agustín Caballero, padre de la filosofía en Cuba” y hubo de recibir los afectos, clamores y emociones de quienes teníamos la certeza de haber asistido a un encuentro memorable con nuestra filosofía, con los orígenes de la espiritualidad cubana. Entonces no podíamos siquiera sospechar que sería su última conferencia. Apenas pasaron dos meses y su partida física era un hecho implacable, inimaginable ante tantos proyectos que concebimos, aun cuando su salud advertía signos cada vez más notables de fragilidad.
Su voluntad se imponía y quiso, a pesar de sus dolencias, presenciar la conferencia que impartí sobre el padre Félix Varela. Sentada en primera fila observaba atenta cada detalle de la disertación y al terminar el debate intervino con una sentida reflexión sobre la emigración de los jóvenes cubanos en la actualidad, las familias quebradas, el dolor de las ausencias, el destino del país. Esa fue su última intervención pública bajo el influjo de las ideas que me permití desarrollar sobre el autor deCartas a Elpidio, escritas en 1835 a la juventud cubana de la época.
Pocos días después me habló de la existencia de este libro y la trascendencia que tenía para su vida como docente en un ejercicio continuado de cuatro décadas. Sus estudiantes, sus jóvenes colegas, sus compañeros profesores y profesoras que compartieron el conocimiento, la amistad, las angustias por las incomprensiones, las permanentes deliberaciones sobre nuestra sociedad, son los responsables fundamentales de este esfuerzo intelectual que intentó dejarles como una ofrenda. Le había nacido una fuerza que le faltaba. Era, además, un gesto espiritual de inefable gratitud a quien había sido el compañero de su vida.
Me pidió estas palabras y puedo confesar que me siento honrada porque en breve tiempo de trabajo juntas, después de haber tenido encuentros en diversos escenarios intelectuales de nuestro país, muy esporádicos por cierto, y haber recibido sus clases de Filosofía Griega en los años iniciales de la carrera, pudimos obrar por el bien común. Ese fue el punto de partida de una batalla que emprenderíamos con muchas voluntades dispuestas a la realización, también, del sueño de lo imposible.
La editorial de Ciencias Sociales lo acogió y el compromiso de Irina Pacheco, jefa de la redacción, habría de cristalizar el empeño en un gesto de justicia y generosidad.
Las páginas del libro hace mucho tiempo pensadas por la profesora Rita Buch y, sin embargo, inacabadas por su enfermedad progresiva, están atravesadas por una idea medular: descubrir los vínculos, los hilos invisibles que hicieron de la filosofía electiva cubana una propuesta perdurable para la reconstrucción de las bases teóricas de nuestro pensamiento y nuestra práctica política.
Descubrir el alcance de las ideas filosóficas de los fundadores de la nación cubana significa desmontar lo que en el imaginario cultural ha prevalecido, lamentablemente hasta hoy, sobre la conciencia crítica y el pensamiento de liberación que en las guerras de independencia tuvo su plena realización. Fueron revoluciones cimentadas a lo largo de “un siglo de labor patriótica”, como le llamara el Apóstol. Cómo no advertir lo que supo develar a tiempo para que se comprendiera el sentido de la revolución, por qué hubo una tregua y por qué aquel desembarco en el cual iba él en otro intento de independencia cubana. Está claro que todo comenzó mucho más atrás: en las aulas del Seminario de San Carlos, en las cátedras de Filosofía y de Constitución, esa que el obispo Espada entregara a Varela y que el joven profesor nombrara Cátedra de la Libertad. En el Seminario se habló de patria, de libertades, de derechos d